Lo que Guardiola nunca imaginó

Si hace unos años, en la efervescencia de su admirado paso por el Barcelona, le dicen a Pep Guardiola que tiempo después iba a ser incapaz de sacar partido a un Manchester City con una de las plantillas más caras de la historia del fútbol, probablemente habría lanzado una irónica carcajada. Porque Pep, en aquel momento de gloria inmensa, puede que llegar a pensar que sí, que había inventado el fútbol.

Pero eso fue hace mucho tiempo y el deporte del balón y las porterías siempre ha andado escaso de memoria. Nadie perdona en esto del fútbol. Y aquellos viejos réditos no valen ni siquiera para una figura que, aparentemente, siempre ha sido respetada como la de Guardiola por los entendidos de esto del fútbol. Aunque siempre hubo un reducto de irreductibles críticos que no estaban para nada de acuerdo con la subida al cielo del señor de Sampedor.

Luchar contra los guardiolistas en la época de esplendor del ex técnico blaugrana no era fácil. Tratar de convencer a muchos aficionados completamente cegados por el fútbol que hacían Messi, Xavi, Iniesta y compañía de que la labor de Guardiola no era para tanto no era fácil. De hecho, era imposible. Quizás ahora, con los años, se den cuenta de que aquel equipo, con esos futbolistas, estaba destinado a grandes cosas.

Se tiende en la prensa azulgrana a olvidar ciertas figuras históricas. La aparición de Guardiola y su explosión trajo consigo que, por ejemplo, el legado de Johan Cruyff dejara de ser tan importante. Y, por supuesto, se ninguneo de muchas manera el legado de Rijkaard en sus fantásticos años en el Camp Nou haciendo, en muchas ocasiones, mejor fútbol que en la época de Pep.

Pero eso, aún a día de hoy, es difícil que los guardiolistas lo reconozcan. Aquel equipo ganó por muchas razones. La primera es porque tenía a Messi. La segunda es porque Messi estaba en el mejor momento de carrera. La tercera es porque tenía a Xavi Hernández. La cuarta porque ahí jugaba Andrés Iniesta. La quinta es porque Luis Aragonés dio pistas sobre el lugar en el que tenía que estar sobre el terreno de juego Xavi. Y así podríamos seguir…

A Guardiola quizás habría que agradecerle que largara a Ronaldinho del equipo pero, no olvidemos, que intentó cargarse a un Eto’o que acabaría siendo vital en la consecución del todos aquellos títulos. Aquel equipo hacía un fútbol excepcional pero… ¿era mérito de Guardiola? ¿Qué habría hecho Guardiola en aquellos años si en vez de entrenar al Barça hubiera estado en el banquillo de cualquier otro equipo? ¿Habría sido lo mismo? Nunca lo sabremos pero sí podemos hacernos una idea.

Pasaron los años, siguieron los títulos pero pronto se vería como Guardiola no era un entrenador fácil. Las tuvo con Ibrahimovic. La biografía de Zlatan deja claro su opinión sobre Pep. También es de analizar el cambio de rendimiento que tuvo David Villa a las órdenes del técnico catalán. Y, por supuesto, el poder y la ascendencia que Messi cogió en aquel vestuario permitido todo por el entrenador.

Después llegaría el turno de volar. Pep se cansó y eligió un destino digamos que plácido: entrenaría al Bayern Munich. Muchos pensábamos que iba a ir a entrenar a un equipo en situación arriesgada o a ascender a algún conjunto que estuviera en una segunda división. Pero no… optó por entrenar a una de las escuadras más potentes del mundo que, curiosamente, ese año dominó Europa y conquistó la Champions League.

Recibía un legado fantástico del gran Jupp Heynckes y quizás no lo hizo del todo bien que se esperaba. Si uno pregunta a día de hoy por Pep Guardiola en Munich quizás se sorprenda con las respuestas. Digamos que defraudó. Sí, ganó todas las Bundesligas que disputó pero eso es lo mínimo que tiene que hacer un equipo como el Bayern en una competición en la que es tremendamente superior a todos los equipos.

Guardiola llegaba para dominar en Europa y, en tres años, salió escaldado por un viejo conocido: el fútbol español. Primero sufrió una de las más grandes humillaciones que recuerdan los viejos aficionados muniqueses siendo barridos por el Madrid de Ancelotti con aquellos contragolpes tremendos que dejaron a Guardiola sin recursos. Un año después fue el Barça, su Barça, el encargado de pintarles la cara en Champions League. Lo tuvo más cerca el año pasado ante el Atlético pero la pelotita no quiso entrar y se quedó otra vez a las puertas de la gloria.

Y se fue. Pep abandonó Munich con una sensación de fracaso sobrevolando su, hasta ahora, inmaculada trayectoria.

Entonces elige de nuevo destino. ¿Algo más humilde para demostrar su talla como entrenador? Pues no. Se decanta por el Manchester City, un equipo con el dinero por castigo, que no tiene problema en gastar cantidades desproporcionadas por cualquier futbolistas.

Una inversión faraónica recibía al técnico catalán en su aterrizaje en la Premier League. Llegó todo lo que pidió, absolutamente todo. Incluso se le permitió el capricho de ningunear a un símbolo de club como Hart para traer a un Bravo que no está al nivel ni muchísimo menos. ¿Sería la aventura del City un nuevo éxito de Guardiola?

Todo parecía indicar que sí con un comienzo espectacular pero… a la hora de la verdad, cuando las cosas se torcieron, Guardiola está siendo incapaz de remontar una situación que le ha llevado a despedirse, en el mes de enero, de luchar por la Premier League. Con un Chelsea espectacular, el City no da la cara y no sabe todavía a qué jugar.

Pep pretende mantener su estilo en un fútbol que significa otra cosa. Ese fútbol que muchos defendíamos frente al estilo cansino que practicaba aquel Barça que entrenaba que contaba con un factor diferencial a tener en cuenta: Messi. Ahora han pasado los años y lo que Pep nunca imaginó es que algún día, hasta sus acérrimos seguidores, empezaran a dudar de él.

¡Ah! Por si sigue habiendo dudas: no, no inventó el fútbol.

Fotografía: Thomas Rodenbücher ©

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