Las Finales de la NBA han entrado en terreno inesperado. Después de perder un primer partido que tuvieron casi ganado y al confirmarse la lesión de Kyrie Irving, que no podrá estar en el resto de la eliminatoria, los que seguimos la mejor liga del mundo lo teníamos claro casi todos en el mismo sentido: esta final se la llevará Golden State Warriors y como mucho en cinco partidos.
Pero el 23 de Cleveland Cavaliers se rebeló ante estas expectativas. ¿Cómo? Motivando a sus compañeros, haciendo piña y sabiendo que era necesario un plan defensivo muy bien ejecutado para mantener opciones de llevarse el anillo. Ahí es donde entra David Blatt, el entrenador denostado esta temporada, pero que está a dos partidos de ganar el título sin contar con Kevin Love durante prácticamente todos los play-offs (se lesionó en el cuarto partido de la primera ronda ante Boston Celtics) y sin Irving desde el segundo partido de las Finales. Su experiencia en Europa refuerza sus planteamientos defensivos. Así triunfó en el viejo continente
El plan defensivo les está saliendo a la perfección. En los tres partidos disputados hasta ahora, Warriors sólo han alcanzado el centenar de puntos en la prórroga del primero, y eso está motivado en que Stephen Curry aporta de un modo mucho más inconstante y que les están comiendo la moral, como se suele decir. No sólo los de Steve Kerr no muestran la misma alegría en el juego, es que se les ve cabizbajos y sin confianza.
Esto fue especialmente notorio en el tercer cuarto del tercer partido, cuando LeBron James comandó una racha que parecía iba a desintegrar a los que fueron capaces de ganar 67 partidos en liga regular. Les sacaron del partido totalmente, hasta el punto de que los californianos ni siquiera anotaban los tiros cómodos. Esto es lo más grave de todo. Si entran en esa espiral, las Finales terminarán pronto para ellos.
Pero Kerr tiene donde agarrarse. Cuando todo parecía perdido en el tercer encuentro, en el último cuarto reaparecieron los Warriors, sobre todo Curry (17 puntos en ese último parcial), que empezó a enchufar tiros imposibles. No dio para remontar, pero al menos eran señales de vida. Y el técnico debe mirar de nuevo hacia David Lee, prácticamente apartado de la rotación durante los play-offs, pero que es un valor seguro en la pintura desde hace muchos años. En este tercer choque salió a cancha por primera vez en las Finales, como medida desesperada, y dio muy buen resultado. Parte del intento de remontada estuvo en sus manos también.
Los Warriors deben pensar algo a nivel circulación de balón, para poder encontrar a Curry bien posicionado para el tiro de tres. Al subir el balón él como base, la defensa de Cavaliers casi siempre lograba tener la zona del arco llena de gente para no dejarla levantarse con comodidad, y le sumieron en la depresión. Y por mucho que se metiera en el partido y acabara con 27 puntos y 7/13 en triples, acabó el encuentro con una cara que era un poema.
Hay otra razón para eso, y se llama Matthew Dellavedova. Ha tenido que tomar el puesto de Irving en el equipo y lo está haciendo de manera impecable. Lo primero, porque está desquiciando a Curry. Es un gladiador que se ha convertido en la sombra del MVP de la temporada, que lucha hasta la extenuación durante todo el partido, se lanza a por todos los balones divididos y encima se está encontrando cómodo lanzando a canasta, lo que dio como fruto 20 puntazos en el tercer partido. Sí, LeBron es la superestrella y sus números son de galaxias lejanas (41 puntos, 12 rebotes y más de 8 asistencias de promedio en las Finales), pero sin el australiano el plan no podría salir bien. Es la gran sorpresa de la serie, y amenaza con ser decisivo.
El escenario de la final ha cambiado respecto a lo que se podía esperar. Al fin hay un equipo capaz de frenar a los Warriors. Pero los de la bahía de Oakland son tan buenos, que dos partidos se han ido a la prórroga y el tercero, que amenazaba con acabar en paliza para recordar, estuvo cerca de cambiar de lado o irse de nuevo al tiempo extra. Y eso quiere decir que para derribarles hay que estar muy finos durante una cantidad de minutos cercana a los 48.
Cleveland debe jugar ahora con la presión que deben soportar los Warriors. Son un equipazo, los mejores de la NBA y lo llevan demostrando desde noviembre, pero la mayoría de sus jugadores no se ha visto antes en una situación como esta, y ahora, ellos que son favoritos, deben jugar un cuarto partido en el Quicken Loans de Cleveland en el que no pueden perder. Ponerse 3-1 supone, prácticamente, tirar el título. Demasiado para un equipo tan alabado, eficiente y espectacular como este.
El cuarto partido de las Finales es el momento de la temporada. Hay que ver de qué pasta están hechos estos chicos. La victoria no sólo les evita caer en la lona, sino que les otorgaría de nuevo la ventaja de campo en la eliminatoria. No hay nada perdido, pero el reto que supone este cuarto enfrentamiento es para auténticos campeones.
Fotografía: Michael Tipton ©