Sí, repetimos protagonista en el titular de nuestras crónicas de los partidos de España en esta Eurocopa de Francia. Andrés Iniesta vuelve a ocupar la primera plana del buen gusto futbolístico y, después de pedirle que no dejará de tocarla nunca, ahora suspiramos por la fantástica balada que se marcó ante Turquía.
Cogió los galones el manchego y se puso un traje épico que nos recordó a aquel mágico Xavi Hernández que cautivó a todo el mundo en el lejano verano de 2008 cuando empezó la mejor España de la historia. A un ritmo único desarboló a los turcos dando una lección de fútbol y comandando todas las operaciones en ataque de un equipo que vuelve a gustar y a gustarse.
Andrés vuelve a ser ese Iniesta de nuestras vidas que cantó Camacho al cielo de Sudáfrica hace nada menos que seis años. Y si sigue bailando así sobre los campos de Francia pocas cosas podrán parar a una Selección que vuelve a bordar el fútbol y que encima, frente a Turquía, volvió a encontrarse con el gol. Dos de Morata y uno de Nolito sirvieron para sellar la clasificación e ir a buscar a los croatas para dar un golpe sobre la mesa.
Suele ser complicado el segundo partido de este tipo de torneos. Más que el primero. Y España lo solventó con creces. Hasta ahora nadie ha jugado así en la Eurocopa. Es más, a nivel de selecciones podríamos decir que nadie ha jugado así desde 2008. En aquel momento la batuta la llevaba Xavi y ahora los galones los lleva Iniesta que, en cada gesto con la pelota, nos hace preguntarnos cómo es posible que todavía no tenga un Balón de Oro.
Jugó inteligente el equipo de Del Bosque. Mismos jugadores que en el partido contra la República Checa y mejor resultado. Leyeron bien el partido desde casi el principio y, al ver que por el centro iba a ser imposible, no lo dudaron: los laterales dieron un paso adelante y agujerearon la zaga turca por todas partes. Jordi Alba y Juanfran hicieron lo que quisieron en sus carriles y las ocasiones caían sin parar.
Fue un resultado corto a tenor de lo visto a lo largo de los 90 minutos. Y más que los goles fue el juego de España lo que cautivó y demostró al resto de la Europa futbolista que aquello de Brasil ya es historia y que este equipo puede dar mucha guerra. Se acabó el pensar en con quién no queremos cruzarnos en los octavos de final. Hay que disfrutar de esa sensación tan fresca que supone que nadie, absolutamente nadie, quiera cruzarse con la Selección española.
No fueron rivales los turcos en ningún momento del encuentro. No inquietaron a De Gea y lo más notorio fueron los pitos a un Arda que se vio desquiciado y sin encontrar su sitio durante todo el encuentro. El centro del campo otomano se vio desbordado por los nuestros y pudimos disfrutar de un Busquets imperial que frustró las acometidas rivales en un partido inteligentísimo.
El siguiente rival será una Croacia que empató con la República Checa y perdió a Modric para medirse a España. Quizás sea un momento para dar más minutos a jugadores como Thiago y Koke, que están siendo suplentes y que demuestran el inmenso potencial de este equipo en el centro del campo.
Y para cerrar esta crónica tenemos que volver al principio. A la esencia. Al fútbol más puro. A Andrés. Don Andrés Iniesta. Mientras él siga tocando la pelota, componiendo baladas mientras recorre el rectángulo de juego y comandando a la Selección no tenemos nada, absolutamente nada, de lo que preocuparnos.