Un Giro de Italia donde era imposible aburrirse

Ya lo saben. Ha ganado Alberto Contador, que ya lleva siete grandes en su palmarés (tres Vueltas, dos Tours y dos Giros) y llevaría nueve si no fuera porque dio positivo por clembuterol en un control antidopaje durante el Tour 2010. Aunque para la gran mayoría de los aficionados españoles esto ya sea una página pasada, o directamente olvidada, es algo que ocurrió en su día y que el propio ciclista se empeña en recordar, por ejemplo cuando saca tres dedos con su ‘trofeo sin fin’ (así se llama esa espiral dorada que se entrega al vencedor) para señalar que él ha ganado esta carrera en tres ocasiones, no dos como dice su palmarés oficial.

Contador ha sido superior casi todo el tiempo, no lo podemos poner en duda, pero ha finalizado en Milán dejando sombras de duda sobre qué hubiera pasado si la carrera hubiera durado algún día más, sobre la superioridad con la que podría haber ganado de no abusar de sus condiciones cuando no le era necesario hacerlo, o si de verdad fue tan grave su caída en la sexta etapa, de la que salió con el hombro dislocado y se le volvió a dislocar un rato después de nuevo.

Sea como fuere, se ha podido ver un Giro de Italia muy entretenido. En contra de lo que piensa mucha gente, hay vida en este deporte fuera de las grandes etapas de montaña de las tres grandes vueltas. Las clásicas lo demuestran una primavera tras otra, y en las rondas de tres semanas se puede hacer un recorrido complicado sin que todas las etapas divertidas sean con grandes puertos. Y este Giro es un ejemplo clarísimo.

Tras la crono por equipos inicial, las etapas por la región de Liguria estaban repletas de nervios, porque esa región costera es suficientemente abrupta como para poder generar diferencias si alguien no está atento. Hubo caídas y también Rigoberto Urán empezó a enseñar sus costuras. Parece que su estado de forma era un poco justito como para optar al podio. Has terminado mucho mejor de lo que empezó, aunque ni por esas ha logrado ganar etapa alguna o terminar entre los 10 primeros de la general.

La primera llegada en alto, en Abetone, ya fue suficiente para que Contador vistiera el rosa, al día siguiente se cayó y el Giro se tambaleó, pero a tenor de lo visto los días siguientes a la caída, tampoco parecía tener el hombro tan dañado. Eso no quita para reafirmar que los ciclistas tienen algo de héroes, por su esfuerzo denodado en la distancia que les pongan y con la climatología que toque.

Tuvo suerte Contador de que al día siguiente de caerse, en la etapa más larga de la carrera, de 264 km y con final en Fiuggi, no se desatara mucha batalla, más allá del final en cuesta donde venció Diego Ulissi. Sí hubo más movimiento un día después cuando se llegaba a Campitello Matese, el primer puerto de entidad, y donde llegó la primera victoria española del Giro, a cargo de Beñat Intxausti, con Contador defendiéndose sin mayores apuros de sus rivales, aunque Mikel Landa empezó a colarse en los puestos altos de la clasificación general.

Sin opción a la calma, la llegada a San Giorgio del Sannio volvió a ser una etapa muy movida, aunque su reflejo en la general fuera nimio. Aquí ganó Paolo Tiralongo, a sus 38 primaveras, dejando claro que el Astana era el equipo a batir. No sólo tenían bien situado a Fabio Aru, su jefe de filas, sino que tres de los cinco primeros eran corredores suyos. Urán volvía a perder terreno. Y se llegaba al primer día de descanso, el 18 de mayo, ideal para desengrasar de cara a una segunda semana que no debía plantear excesivas dificultades, más allá de las dos citas colocadas en sábado y domingo.

Pero la lluvia hizo acto de presencia y la carrera se volvió, si cabe, un poco más loca, siempre es una situación que te hace estar mucho más atento, por las posibles caídas y por las escaramuzas que se plantean. El ritmo seguía siendo muy alto y más de uno sufría para mantenerse en el pelotón. Las fugas estaban de enhorabuena, porque llegaban día sí, día también.

Lo que llegó también fue un pinchazo de Richie Porte, camino de Forlí, y que le obligó a perder cerca de un minuto, porque el pelotón rodaba casi sin tocar el asfalto y el Sky no pudo reintegrar a su líder al grupo. Pero lo peor llegó ya terminada la etapa. Tras el pinchazo, su compatriota Simon Clarke le dio su rueda para que no perdiese tiempo, pero la cuestión es que Clarke no corre en el Sky, sino en el Orica-GreenEDGE, y sólo un compañero de equipo te puede hacer ese favor. Otros dos minutos de sanción que arruinaban sus opciones de ganar el Giro, siendo uno de los claros favoritos antes de empezar.

En la llegada a Imola otra vez los nervios y la lluvia atenazando a todos. Sin grandes puertos, pero con muchos repechos, no era un día para estar tranquilos. Y se alzó una de las revelaciones de este 2015: el ruso Ilnur Zakarin, del Katusha, un desconocido que está asombrando esta primavera, y que se llevó el triunfo en uno de los finales de etapa más extraños y especiales, en el Autódromo Enzo e Dino Ferrari, el circuito donde Ayrton Senna perdió la vida hace ya 21 años.

Otro día de repechos finales con llegada al Monte Berico en Vicenza era propicio para Philippe Gilbert, que supo aprovechar la ocasión y lograr al fin su primera victoria de la temporada. Y Contador aprovechó ese final en cuesta para bonificar en la meta y meterle unos pocos segunditos a todos los favoritos, especialmente ocho a Aru. Pero al día siguiente la emboscada se la comió él, de nuevo bajo la lluvia y en la etapa más simple de la semana. Una caída le dejó cortado, como a Porte y a la gran mayoría de los ciclistas. Si la caída hubiera sido 200 metros más adelante no hubieran contado los tiempos en la general por ser dentro de los tres últimos km, pero esta vez la mala suerte se cebó con el español, que le cedió a Aru la maglia rosa.

Sólo tardó 24 horas en recuperarla. Su exhibición mayúscula en la contrarreloj de Valdobbiadene, donde sólo Vasil Kiryienka y Luis León Sánchez le batieron y donde todos los gallos de la general claudicaron sin remedio ante él, le reportó ventaja suficiente como para pensar que la victoria final no se le podía escapar, aunque aún quedaban por disputarse las cuatro etapas más duras de montaña de esta edición.

Al día siguiente de la crono llegó la primera de ellas, la única etapa dolomítica en este Giro 2015, con llegada a Madonna di Campiglio. Esta etapa debió significar un cambio sustancial en el modo de proceder del Astana, pero no fue así. Mikel Landa se llevó el triunfo y empezó a demostrar lo que se podía sospechar desde varios días antes: su estado de forma era mejor que el de su compañero Aru, así que la baza para derrocar a Contador podía ser jugada por los dos, pero no someter a Landa a la disciplina de equipo.

Por si ese triunfo no fue suficiente, tras el día de descanso llegó la exhibición en la etapa del Mortirolo. Esa ya mítica llegada a Aprica pasando por uno de los puertos más espectaculares del mundo sirvió para poner a Landa en un sitio inesperado: segundo en la general con cinco etapas por disputar. Contador aguantó un dificilísimo envite, pues un pinchazo le dejó cortado antes de la ascensión al coloso alpino y Astana no dudó en tirar del pelotón como una locomotora. Pero el de Pinto respondió con una magnífica subida y atacó según cazó a los dos Astana. Sólo Landa y Steven Kruijswijk pudieron seguirle, y en la subida a Aprica el vasco dejó a sus acompañantes y les metió 38 segundos en menos de tres km. La ventaja de Contador ya era de cuatro minutos respecto a su más inmediato perseguidor. Tenía el Giro en la mano.

La llegada a la ciudad suiza de Lugano (donde vive Contador) sirvió para tener un día relativamente tranquilo, y a Sacha Modolo para sumar su segundo triunfo al sprint. De vuelta a Italia, la llegada a Verbania nos iba a presentar en sociedad al Monte Ologno, un magnífico puerto que la organización deberá anotarse para futuras ediciones. Y aquí es donde Contador comenzó a equivocarse. Hizo muchos esfuerzos en el Mortirolo por obligación, pero en Ologno le movió la venganza. Landa quedó cortado por una caída poco antes de comenzar el puerto y el líder de la general puso a todos sus compañeros del Tinkoff-Saxo a tirar a una velocidad tan exagerada, que cuando sólo le quedaba uno de ellos el resto del pelotón ya había perdido contacto, favoritos incluidos. Así pues, el de Pinto tuvo que hacer prácticamente los 10 km de ascensión en solitario, queriendo ser el comandante absoluto de la carrera, elevando las diferencias en la clasificación a niveles siderales, pero sin posibilidades de sumar la victoria de etapa que refrendara su dominio. Landa, sin embargo, le recortaba tiempo en la subida, pero cuando alcanzó al grupo de Aru se acabó su libertad, y de verdad daba la sensación de que podía haber atrapado a Contador. Espectáculo sensacional para el televidente, el verdadero ganador de la etapa.

Y es que la televisión tuvo que atender a otro frente: el de la fuga, muy por delante de toda esta batalla magnífica, pero donde se jugaba un triunfo de prestigio, que además tenían asegurado por ser su ventaja muy amplia. Algunos de los fugados se fueron quedando, y quedaron básicamente ocho, divididos en dos grupos de cuatro durante el ascenso, para dirimir al ganador. Y había auténticas figuras, como el italiano Rinaldo Nocentini o los franceses Sylvain Chavanel o Amael Moinard, además del español David de la Cruz, que cumplió un gran papel en la etapa. Pero en el descenso hacia Verbania se impuso un estratosférico Gilbert. Iba en el grupo trasero, y según cazaron al delantero, se puso a pedalear cuesta abajo como si no hubiera un mañana y nadie pudo atraparle. Doblete para el superclase belga.

Contador afrontaba las dos últimas etapas de montaña con 5:15 sobre Landa y 6:05 sobre Aru. Sólo una desgracia podía impedirle ganar. La ambición ya no apareció en la etapa de Cervinia, por perfil la reina del Giro (236 km con tres puertos de la máxima categoría), y por lo que ocurrió en la carretera una de las más aburridas. En ese último puerto Aru fue el más fuerte (sin dejar a Landa comprobar lo contrario), y el italiano recuperó el segundo puesto de la general, aún excesivamente lejos del liderato.

La penúltima etapa presentaba una subida cortada a Sestriere, sí hasta arriba, pero no desde abajo. Antes de eso había que subir el Colle delle Finestre, la ‘Cima Coppi’ de este Giro (este nombre se otorga a la cumbre de mayor altitud de todas las que se afrontan en la carrera), un puertarraco de 18 km con más de un 9% de pendiente media y la segunda mitad de la ascensión sin asfaltar, sobre tierra (lo que los italianos llaman ‘sterrato’). Y en ese puerto Contador volvió a equivocarse. Quería ganar la etapa y respondía a todos los ataques pequeños. Cuando llegaron los grandes, le tocó sufrir de lo lindo, incapaz de poder seguir a ninguno de los Astana que le atacaba.

Primero se marchó Landa, después le dejó tirado Aru, y hasta Tanel Kangert tuvo la osadía de atacarle e irse, aunque después la labor del estonio fue todavía peor para la maglia rosa: se dejó coger y se hizo todo el descenso y la última subida a su rueda, hurgando en la herida psicológica del pinteño, que hubo de concentrarse en la ventaja que tenía en la general para tener claro que el Giro no se le iba a escapar. La etapa fue colosal, con Landa gastando todas sus fuerzas en hacer zozobrar a Contador, pero sobre todo en ayudar a Aru en el último puerto, para que el jefe de filas italiano volviese a ganar la etapa y se asegurara el segundo puesto. Y destacable el papel de Zakarin de nuevo. Se metió en la fuga, se quedó sólo por delante casi nada más comenzar a subir Finestre, y en la ascensión entera subió más deprisa que el pelotón (excepto Landa), algo absolutamente marciano.

No es una cuestión de ponerse patriótico ni mucho menos, pero si Landa hubiera volado todo lo libre que hubiera querido, hubiera ganado más de dos etapas, hubiera acabado por delante de Aru y podría haber puesto las cosas realmente difíciles a Contador, incluso quizá ganarle la carrera. Por eso el sabor del corredor de Murguía no debe ser demasiado dulce. Es verdad que tiene 25 años y eso supone mucho tiempo por delante para ganar cosas, pero su equipo le ha impedido disfrutar de una oportunidad grandiosa de ganar una de las grandes vueltas.

Termina un Giro excepcional, de verdad, el tercero más rápido de toda la historia, donde el aficionado al ciclismo ha podido disfrutar de un montón de situaciones muy divertidas, donde la combatividad de los ciclistas ha dado la talla, hemos visto puertos de montaña de los buenos, las llegadas al sprint han sido escasas y hasta ha habido un punto de emoción al final, porque no se sabía si la pájara de Contador iba a ser lo suficientemente grave como para perder la carrera.

Buena carrera también para el Movistar, el puntero equipo español, mejor del mundo en 2013 y 2014, que logró una etapa con Intxausti, el maillot de la montaña con Giovanni Visconti y el cuarto puesto de la general con Andrey Amador. Y esperando a la gran cita de la temporada, el Tour, con Nairo Quintana como líder.

Movistar es sucesor de Caisse D’Epargne, Illes Balears, pero sobre todo del Banesto, el equipo que vivió una época de auténtica gloria con Miguel Indurain como líder. Ya sé que las comparaciones han surgido, pero no concibo pensar que Contador está a la altura del gran Miguelón. No es cuestión de nostalgia. El navarro no necesitaba vestir un disfraz de superhéroe, haciendo apología de problemas físicos para ensalzar su rendimiento, simplemente se entrenaba al máximo, montaba en bicicleta como se le presupone a un gran profesional, aparentaba humildad y tenía un comportamiento exquisito en la carretera. ¿Se puede poner la mano en el fuego por él? Mejor no, por si acaso, pero nunca dio positivo en un control antidoping, y Contador sí. Además, sigue siendo el único que ha ganado el Tour cinco años seguidos, hizo dos dobletes Giro-Tour (sólo una pájara evitó que fueran tres) y era capaz de destacar y ayudar al equipo en el Mundial, demostrando que en carreras de un día era un corredor más útil.

El próximo reto de Contador se llama Tour de Francia. Habrá que ver cuánto le pesan los esfuerzos al pinteño, y hay que tener en cuenta que allí estarán compitiendo Vincenzo Nibali, Chris Froome y Quintana, los tres rivales más duros, además de otros importantes como los franceses Romain Bardet y Thibaut Pinot o el estadounidense Tejay Van Garderen. Se viene una Grande Boucle preciosa o esas, al menos, son las expectativas, pero será difícil que sea más entretenido que el Giro.

Fotografía: Filip Bossuyt ©

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