Ya era hora de escribir del que seguramente sea el mejor 5 de la historia del fútbol mundial. Puede que los más jóvenes no sepan qué es eso del 5 cuando en la actualidad impera lo del doble pivote. Pero antes de ello, un argentino canchero conquistó terrenos de juego de toda Europa. Hablamos de don Fernando Carlos Redondo Neri.
Y es que Redondo ha sido, además de muchas otras cosas, el mejor futbolista de la historia sacando los codos. Cuando alargaba sus brazos en el centro del campo del Bernabéu era absolutamente imposible arrebatarle la pelota. Entonces él la distribuía y la ponía en los pies de los compañeros. Siempre con criterio, con cierta elegancia y con una seguridad pasmosa.
Decían de Redondo que le faltaba llegada. Sí, no tenía gol. Pero es que si lo hubiera tenido estaríamos hablando de un nivel superior de futbolista. Pese a ello, su enorme zancada le ayudaba a plantarse con facilidad en las cercanías del área para repartir el juego. Casi nunca se atrevía a disparar pero eso lo aprovechaban sus compañeros para conseguir posiciones ventajosas.
Inolvidable aquellos primeros años de Redondo en Tenerife procedente de Argentinos Juniors. Aquel pelo largo que luego le traería tantos problemas con Passarella lucía mejor que ninguna otra cosa sobre el verde del Heliodoro. Formó parte de los mejores años de la historia de los chicharreros con Valdano al mando. Para no olvidar las dos Ligas quitadas al Real Madrid y que años después le devolvería con creces.
Y así llegó al Santiago Bernabéu para ser el vértice inferior de un rombo que comandaría Michael Laudrup. Además, volvería a tener Valdano como director de orquesta. Pero en su primera fase como madridista las lesiones se cebaron con él. Tardó un poquito más en destapar el tarro de las esencias. Pero Redondo y la afición blanca se gustaron desde el primer momento.
En el Real Madrid se descubrió como una estrella de clase mundial pero de trabajo algo más oscuro que el resto. Era un mediocentro único capaz de albergar él solo una superficie de césped inmensa. Eso, hoy en día, es inviable. No ha vuelto a haber un jugador como Redondo pese a los sucedáneos que han intentado vender desde Argentina. Fue el último de esa estirpe de números 5 salida del Río de la Plata. Y con total seguridad fue el mejor.
Vinieron entonces los grandes años de Redondo en el Madrid. Años de dominio en Europa. Dominio a veces sorprendente. Su fantástica envergadura le hacía temible en el cuerpo a cuerpo y se convertía en el dueño del balón con una facilidad pasmosa. Llegaron entonces los éxitos en forma de copas de Europa. Suponemos que esos triunfos le quitarían el sabor amargo de no haber estado nunca demasiado tiempo con la albiceleste sobre el pecho.
El taconazo de los sueños
Después llegó el día marcado. Ese momento que todo aficionado al fútbol tiene en la retina cuando habla de Fernando Redondo. Fue el 19 de abril del año 2000, en un lugar tan mítico como Old Trafford. El Teatro de los Sueños recibía a un Madrid al que nadie le daba demasiadas opciones de ganar la Champions League esa temporada y que se acabó llevando el gato al agua.
Contra un Manchester United tremendo, que era el vigente campeón de Europa, fue Redondo quien realizó una de esas jugadas que pertenecen a la historia del fútbol. Acababa de conseguir el Madrid el segundo y Redondo estaba pegado a la línea de cal de la banda izquierda. Le salió Berg para marcarle y entonces llegó el taconazo. Silencio. La pelota parecía que se perdía por la línea de fondo, pero el colosal argentino llegó hasta ella, avanzó, levantó la cabeza y puso el balón en las botas de Raúl que marcó a placer. Fue tremendo.
La salida del Madrid
Después llegaría lo de levantar la Octava al cielo de París y la llegada de Florentino Pérez. Ese verano Redondo salió del Madrid destino Milán y dolió mucho a la afición madridista. Muchos, todavía hoy, siguen sin entender aquella decisión. El argentino estaba en lo más alto e iba a ser muy difícil encontrar a un jugador a su altura. De hecho, tras su salida comenzó una especie de maldición para su posición en el conjunto blanco que tardó años en desaparecer.
Pero ahí se fue Redondo, rumbo al Milán por una importante cantidad de dinero. Y cuando despertaba ya su magia en San Siro vino esa atroz lesión que frustró sus posibilidades en Italia. Nunca volvería a ser quien fue y, probablemente, siempre tendría la espina clavada de haber salido de un Madrid del que nunca tuvo que haberse ido.
Pasan los años y el fútbol sigue recordando a Fernando Redondo como uno de los grandes centrocampistas de su historia. Pura garra, pura clase, puro fútbol. Sin olvidarnos de esos codos míticos que usaba como nadie y que le encumbraron a ese espacio que la afición del Real Madrid tiene destinado a sus leyendas.