Son las dos mejores selecciones del mundo del baloncesto desde hace varios años. Eso no significa que vayan a jugar la final. Es un campeonato largo, donde las selecciones importantes tienen el pase a octavos bastante accesible, pero una vez en los cruces la posibilidad de sorpresa aumenta mucho. Es casi más difícil ganar un Eurobasket. En un campeonato del Viejo Continente, la primera fase consiente menos errores.
Aquí también compiten 24 equipos. Eso significa que hay varias selecciones europeas de cierto nivel que no están. Por ejemplo faltan Rusia, Polonia, Letonia o Macedonia y sí están equipos como Filipinas, Senegal, Egipto o México. Y además en el Eurobasket pasan tres, mientras en el Mundial son cuatro. La primera fase, en este caso, es muy asequible para los favoritos. Un buen ejemplo es el grupo que le ha tocado a España. Es posiblemente el grupo más complicado, pero al estar Egipto e Irán encuadrados en él, nadie puede pensar seriamente que los de Juan Antonio Orenga, o bien Francia, Brasil o Serbia pueden caer eliminados. El problema de este grupo es si un favorito como España no acaba bien clasificado, porque puede toparse con un cruce de enorme dificultad ya en la siguiente ronda.
A partir de los octavos, cuando quedan 16 equipos vivos, la cosa se complica. Aquí no están Rusia o Macedonia, pero están Australia, Estados Unidos, Puerto Rico, Argentina y Brasil. Y esos también son rivales de una gran entidad. Los estadounidenses son los rivales de la máxima entidad. Pero esta vez parecen batibles.
Faltan muchos de los jugadores que han vencido a España en las dos últimas finales olímpicas. Sin Kobe Bryant, Carmelo Anthony, LeBron James (que se está haciendo un equipazo en Cleveland), Dwyane Wade, Dwight Howard o Kevin Durant, da la sensación de que han venido con un equipo vulnerable. Se nos ocurren pocos equipos que puedan tener la capacidad de vencerles, pero sí algunos más que les pueden poner en apuros. Que nadie se confunda: son los máximos favoritos a la medalla de oro. Pero si España ha podido obligarles a dar el máximo dos veces, en esta ocasión hay licencia para soñar.
En el juego exterior, los de Mike Krzyzewski tienen un potencial enorme, con Stephen Curry, su compañero en los Golden State Warriors Klay Thompson, el recuperado Derrick Rose, James Harden y Kyrie Irving como puntales. Por dentro, han querido añadir centímetros respecto a otras convocatorias, incluyendo a gente como el polémico DeMarcus Cousins y Andre Drummond, aunque la joya interior es Anthony Davis. El técnico estadounidense lo niega, pero la elección del roster tiene mucho que ver con frenar a España en un hipotético enfrentamiento. El déficit de no tener gente como Anthony o James que pueden jugar de cuatro es muy notable.
Y es que en la zona nadie puede presumir del arsenal que presenta la selección española. Los Gasol, Serge Ibaka y Felipe Reyes. Jugadores complementarios y de un nivel estratosférico. Muy pocos rivales podrán contrarrestar esto. Si los norteamericanos lo consiguen tendrán un buen cacho del oro ganado. La clave del equipo anfitrión estará en el rendimiento de Rudy Fernández y Juan Carlos Navarro. Si aparecen en los momentos importantes será bastante complicado parar a España. Además, los Ricky, Chacho, Calderón o Llull se espera que sumen. Y llega la ocasión para Álex Abrines, que acude por primera vez con la misión de empaparse del funcionamiento del grupo, porque él tendrá mucho protagonismo en los próximos veranos, cuando las vacas sagradas vayan dejando espacio a las generaciones venideras.
En estos casos, lo de jugar en casa es un arma de doble filo. Los jugadores se sentirán muy arropados desde la grada, pero el grupo llega al campeonato con la obligación de sacar medalla, y quizás no valdría ni el bronce. La no tan deslumbrante selección estadounidense hace pensar en que el oro debe ser el objetivo real para España, sobre todo si se tiene en cuenta que esta será la última vez que acudan algunos de sus componentes. Sería como poner la guinda a una trayectoria sencillamente increíble. Tuvimos algunos éxitos en el pasado (con la plata en Los Angeles 1984 como hito máximo), incluso el año en que los juniors ganaron el oro en Lisboa los mayores lograron la plata en el Eurobasket de Francia 1999. Tras la decepción en Sidney 2000, llegó el cambio de ciclo. A partir del Eurobasket 2001 en Turquía comenzó la era dorada del baloncesto español, que se extiende hasta nuestros días. Por el camino, hemos ganado un Mundial y dos Europeos, y hemos logrado dos platas olímpicas y otras cuatro medallas europeas (dos platas y dos bronces). Son 13 campeonatos en los que nunca hemos acabado por debajo del séptimo puesto y sólo cuatro veces sin medalla.
Lo de la decepción jugando en casa ya se vivió en el Eurobasket 2007, donde el equipo dio la talla, pero perdió la final ante la Rusia de David Blatt, Andrei Kirilenko y J.R. Holden con una canasta a tres segundos del final. Pau falló el tiro ganador y el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid se quedó helado, sin lo que hubiera sido el primer oro en un Eurobasket (después llegarían dos, en 2009 y 2011).
Hay quien quiere ver paralelismos entre la selección de fútbol y la de baloncesto. Por aquello de ir a un Mundial con un equipo veterano con varios miembros al borde de la retirada. En el Mundial de Brasil arreciaron las críticas por caer en primera fase, después de un ciclo inimaginable de un Mundial y dos Eurocopas. Si pasara algo parecido en este Mundial de España, las críticas arreciarían y serían totalmente lógicas también, pero deberían ir acompañadas de un aplauso porque este grupo de jugadores nos ha llevado a sitios donde era impensable llegar.
Si hablamos de seis años de fútbol español, podemos recordar la humillante victoria contra Rusia en semifinales en 2008, tratándoles como a un grupo de chavales incapaces de frenar el rondo rival, o la capacidad de sufrimiento para derrotar a Italia en ese mismo campeonato, a Alemania en la final de 2008 y la semifinal de 2010, el arrojo para no amilanarse ante la violenta Holanda en la legendaria final del gol de Iniesta, la final ante Italia en 2012, deslumbrando a todo aquel que tenía vista. Hemos hecho historia por lo largo que ha sido el ciclo y porque la selección española nunca había transitado por esas cotas futbolísticas.
En el caso del baloncesto, nos encontramos con un ciclo mucho más largo, con un equipo que ha derrotado en varias ocasiones a equipos que eran, hombre por hombre, mejores que ellos. El gen competitivo cada vez más desarrollado, creciendo en las decepciones y alcanzando un nivel baloncestístico que iba más allá de los sueños. Hace seis años, en la lejana Pekín, la selección comandada entonces por Aíto García Reneses destapó el tarro de las esencias en la gran final ante una versión excelente de Estados Unidos. Ese encuentro ha pasado a los anales de la historia del baloncesto. Nadie pensaba que los norteamericanos pudieran necesitar un rendimiento tan alto para ganar un partido de ese campeonato en la fase de grupos nos machacaron por 37). El vídeo debería proyectarse en cada escuela de baloncesto. Defensivamente los dos se esforzaron, pero fue tal la explosión de talento que el marcador se fue a 107-118 en tan sólo 40 minutos. Sinceramente, creo que la selección de fútbol no ha ofrecido un momento de tanto esplendor. Y los chicos del basket lo repitieron cuatro años después, en Londres, llevando de nuevo al extremo a sus excelsos rivales.
A veces, la selección de baloncesto ofrece dudas, pero cuando se les plantea un reto de gran envergadura, se crecen hasta sobrepasar sus propias capacidades. Y llevan 13 años haciéndolo, con esas dos finales olímpicas como momentos más álgidos. Han osado ponerse a la altura del equipo inalcanzable, les han tuteado y han perdido por muy poco. Eran los estadounidenses los que felicitaban a los españoles por su extraordinaria puesta en escena. Ahora el escenario es el más propicio para los nuestros.
Pero, como ya se dijo más arriba, no hay que dar por hecho que la final vaya a ser entre esos dos equipos. Hay una serie de pasos que dar primero y habrá dificultades y obstáculos por el camino. De momento España tiene un grupo muy exigente. La ventaja es que comenzará jugando contra Irán y Egipto y eso les dará rodaje para después medirse a Brasil, Francia (sin Tony Parker, Nando de Colo, Alexis Ajinça ni Joakim Noah) y Serbia (sin Novica Velickovic), tres rivales de enjundia que exigirán mucho a los de Orenga. Favoritos para ser primeros, sí, pero mucho cuidado sobre todo con los brasileños, que vienen con un gran equipo al campeonato.
Estados Unidos tiene la cosa más despejada al principio. Su grupo es bastante fácil, repleto de equipos de nivel medio, pero sin ningún candidato claro a sacar medalla. Turquía (sin Ersan Ilyasova), a priori, es lo más difícil que tienen en el Grupo C. Si los norteamericanos y los españoles acaban primeros de sus respectivos grupos, no se podrán enfrentar antes de la final.
El equipo de Orenga se cruza con el Grupo B en octavos de final. Y también es un grupo complicado, con Croacia, Argentina, Grecia y la siempre incómoda Puerto Rico. Es verdad que los albicelestes vienen sin Manu Ginóbili por lesión y que los helenos no cuentan con Dimitris Diamantidis ni Vassilis Spanoulis, pero no por ello serán equipos fáciles de derrotar.
Los de Mike Krzyzewski se verán con un equipo del Grupo D en octavos. Sólo un equipo realmente fuerte juega ahí, que es Lituania, y ligeramente aminorado por la baja en los últimos días de Mantas Kalnietis, y después se podría destacar a Australia (que llega sin Patty Mills ni Andrew Bogut) y a Eslovenia (sin Erazem Lorbek, de nuevo lesionado). Angola o Corea del Sur deberían ser el posible rival estadounidense.
Hay muchas bajas en el Mundial, alguna decididas hace tiempo, y otras inoportunas por lesiones de este mismo verano. La de Ginóbili duele especialmente, porque esta iba a ser su despedida de la selección argentina. Esto son gajes del oficio, esperemos que eso no haga disminuir la calidad del campeonato.
El Grupo A se disputa en Granada, el B en Sevilla, el C en Bilbao y el D en Gran Canaria. Los octavos, cuartos y semifinales se juegan a medias entre Barcelona y Madrid. Si todo va como debe ir, los anfitriones jugarán en la capital de España y los norteamericanos en la ciudad condal. Tercer y cuarto puesto y final tendrán el Palacio de Deportes como escenario, el 13 y 14 de septiembre, respectivamente.
Durante 15 días, España se convierte en la capital mundial del baloncesto. Desde 1986 no acogíamos un Mundial. En esa ocasión, Estados Unidos fue campeona, con jugadores universitarios (entre los que destacaban ilustres como David Robinson, Steve Kerr, Kenny Smith o Muggsy Bogues), después de vencer por sólo dos puntos de diferencia en la final a la Unión Soviética de los Arvydas Sabonis, Valdemaras Homicius o Rimas Kurtinaitis. El bronce fue para Yugoslavia, con el MVP del campeonato Drazen Petrovic a la cabeza, acompañado de gente como Drazen Dalipagic o Vlade Divac, que ganaron el partido por el bronce ante la Brasil de Oscar Schmidt. Esta vez cambiarán los nombres de algunos medallistas. Espereremos que España, quinta en 1986, figure entre ellos.
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