22 Junio 1986. Puebla-México. Tarde
Eloy Olaya lanza un penalti y Jean Marie Pfaff lo ataja. Unos minutos después, España cae eliminada del Mundial.
23 Junio 1986. Madrid-España. Madrugada
Niño: Papá, y ahora… ¿Quién quieres que gane el Mundial?.
Padre: (Rotundo) Argentina.
Unos días después, Argentina se alza con el Mundial de México venciendo en la final a Alemania.
Obviamente el Niño era yo. Fue el Mundial de Maradona, de la Mano de Dios y de la mayor exhibición de fútbol jamás ofrecida por un hombre en un terreno de juego. Ese mes de junio de 1986 me hice argentino.
Si nos centramos en los finalistas, representando a Alemania vivió el ser más despreciable de la historia de la humanidad. Sí, Adolf Hitler. Me da igual su origen de nacimiento, y que fuera elegido democráticamente por su pueblo, como José María Aznar, por nombrar a algún dirigente que me vino a la mente por casualidad. Aunque tal vez, para retratar la idiosincrasia de esa nación, si que sea significativa su elección popular.
En Argentina nacieron tres de los seis o siete mejores futbolistas de la Historia: Maradona, Di Stéfano y Leo Messi. El Diego el primero por ser el más grande de todos. Vencieron en dos mundiales y este domingo les espera otra final para incrementar una tercera estrella al escudo de su camiseta.
Pero no solamente es un país rico en tradición futbolística, lo es en muchos otros aspectos. Borges, Sábato, Cortázar, Quino, Campanella (¡ay, ‘El Hijo de la Novia‘!), Ricardo Darín, Federico Luppi, Héctor Alterio, Carlos Gardel (no importa su origen de nacimiento)… Son algunos de los grandes de la cultura de este país. Una cultura rica en gastronomía, aunque odio el Tiramisú, con o sin mascarpone. Rica en las artes escénicas, ¡Viva el Tango!. Con una riqueza natural casi inigualable. Y con un acento único que convierte al argentino en un italiano que habla castellano. ¡Viva el lunfardo!
Podría extenderme narrando virtudes del país que esta noche vibrará en cada rincón con su selección, pero supuestamente soy un oráculo que debo predecir quién dormirá siendo campeón del mundo. Así que, allá voy:
Soy seguidor de un equipo que tiene una filosofía romántica de entender este negocio del fútbol, el Athletic Club de Bilbao. No me acostumbro a perder finales, aunque no las gane, pero no por ello dejo de estar orgulloso de mis colores. Con un argentino en el banquillo, muchas gracias Loco, disfruté de la mejor temporada que puedo recordar. Y hoy, la selección con la que fue campeón olímpico va a levantar la Copa del Mundo. Comenzarán marcando los alemanes, pero remontaremos.
Me reservo el último párrafo de mi colaboración de este Mundial para hablar del personaje histórico más importante para mi modo de entender el mundo. Ernesto Guevara de la Serna, El Che. Nació en Rosario. Sí, como Bielsa. Deben de estar locos estos rosarinos. Es un ejemplo a seguir en mi vida, y si es verdad, como dice mi hermana, que en otra vida fui argentino de nacimiento, porque de corazón ya lo soy, quizá tuve la enorme fortuna de conocerle. Hoy, claro está, quiero que gane el Mundial Argentina, porque aunque mi padre puede que desee que venza Alemania, hice mía su rotundidad de México 86, y mi corazón desde entonces se tiñe de rojo, ¡GRACIAS CHE!, y albiceleste, ¡GRACIAS PAPÁ!.
ROJO Y ARGENTINO, lo sé, soy casi perfecto.
¡¡VAMOS ARGENTINA CARAJO!!