Todo es un camino de rosas. Estamos felices. Una vez más, la selección española de baloncesto vuelve a demostrar que tiene un nivel extraordinario, a la altura de lo mejor que se ha visto nunca en el basket de selecciones.
El tercer partido es el que nos hace disparar las expectativas. Los dos primeros eran los fáciles. En la previa ya dijimos que ese punto de calendario estaba muy bien, porque Irán y Egipto nos permitirían coger el ritmo de competición antes de afrontar a los enemigos más duros de nuestro grupo. Tal como han llegado a este campeonato, Brasil resultaba, a priori, el rival más peligroso.
Si hay dos conjuntos en el Mundial que pueden contrarrestar o superar el juego interior de Estados Unidos, son hispanos y brasileiros. El choque de trenes en la zona entre estos equipos es una de las cosas más esperadas de toda la primera fase. Pero no ha habido casi ni sombra de duda. España salió en plan arrollador y Brasil no parecía más que un muñeco en manos de los Gasol, Rudy, Navarro y compañía. Primer cuarto: 14-30. Asombroso.
Sí, hubo algunos momentos más flojos, sobre todo el segundo cuarto, cuando los brasileños amenazaron seriamente con meterse de lleno en la pomada. A iraníes o egipcios les concedes cinco minutos de caraja y no pasa nada, pero si se los concedes a los de Rubén Magnano (el entrenador que hizo a Argentina campeona olímpica hace 10 años en Atenas) te puedes meter en un lío. Los jugadores lo solventaron y volvieron a encaminar una victoria de gran valor.
Ganar a Brasil de 19 (63-82) debería ser algo al alcance de muy pocos equipos, por no decir casi ninguno. No les pierdan la pista en el campeonato, porque no es descartable que cacen una medalla. De hecho, la manera en que han sido diseñados los cruces hace muy probable que nos volvamos a enfrentar con ellos.
Básicamente, grupos A y B por un lado y C y D por otro se tiene que cruzar entre ellos hasta la saciedad hasta que salga un finalista y un competidor por el bronce de cada dos grupos. Es la manera que tiene la FIBA de evitar a toda costa que España y Estados Unidos se enfrenten antes de la final. La consecuencia es que se repetirán varios partidos de la primera fase después, seguro.
Enfrentarse de nuevo con Brasil no es ninguna garantía de victoria, como tampoco lo son los dos enfrentamientos que nos quedan en la primera fase ante Francia y Serbia. Son inferiores sobre el papel, pero eso siempre hay que ponerlo en evidencia sobre la pista, con el sudor sobre la piel y el esfuerzo como fórmula para exponer el talento.
Vamos muy bien, peros los justos se pueden poner al equipo de Juan Antonio Orenga, pero esto es muy largo y cualquier momento de confianza puede estropearnos el objetivo de estar en la final del día 14.
Lamentablemente, hay dos raseros para medir el rendimiento en este campeonato. Uno es el de lograr ser mejor que los mortales del Mundial. El otro, si lo que ofrece España es suficiente para ganar a Estados Unidos. Y da igual que, a lo largo del campeonato, la respuesta a esta última pregunta sea que no. También lo era en Pekín y Londres y vaya susto que se llevaron los norteamericanos en esas finales. La cuestión es si serán capaces de llegar a la final guardándose las dos últimas marchas del motor. Es la mejor manera de sorprender al rival a batir, que sigue siendo el cuadro de Mike Krzyzewski.
De momento, Pau está absolutamente imperial, Ibaka ha dado más de un rato tremendo, Marc tiene cada vez más baloncesto en su cabeza, Rudy y Navarro apuntan muy buenas maneras, el Chacho entiende la dinámica, Ricky se va creciendo pero aún le queda, Calderón esta vez es un poco más marginal y necesita algo más de confianza, estamos reservando a Felipe para momentos de importancia, Llull tiene motivación para los 12 del equipo juntos, Abrines caza minutos cuando puede y Claver es lo único preocupante, porque su papel en España también es como con Portland, peor que secundario.
Jugamos en casa y somos buenísimos, pero que no se nos suba a la cabeza. Hay muchos esperando nuestro momento de flaqueza para partirnos la cara a mandobles.
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