Le vio nacer Flero, en la provincia de Brescia, un por desgracia cada vez más lejano 19 de mayo de 1979. La vida le dio un don: acariciar el balón como muy pocos lo han hecho en la historia del deporte que consiste en golpear a la pelota con los pies. De nombre Andrea y de apellido Pirlo, no hace mucho que alcanzó los 35 el futbolista más elegante que uno recuerda.
La primera vez que escuché hablar de Andrea Pirlo fue a finales de los noventa. Era uno de los refuerzos de verano de un Inter de Milán que cada año fichaba a no se cuantos miles de futbolista y destrozaba al entrenador de la temporada anterior. Llegó a un Inter que acumulaba decenas de fracasos en el Scudetto y que contaba en su plantilla con un joven Ronaldo que era, en esos tiempos prelesiones, la gran estrella del fútbol mundial.
Pero no se hablaba del Pirlo que conocemos actualmente. Jugaba mucho más adelantado y competía por un puesto con uno de los futbolistas de moda por aquella época: Álvaro Recoba. Quizás nadie supo apreciar el talento de Don Andrea. O tal vez no era su momento…
No triunfó este maestro de seducir a la pelota en aquel Inter del quiero y no puedo. Y salió por la puerta de atrás. Primero con una cesión a la Reggina y luego unos partidos en el Brescia. Sí, aquel Brescia en el que coincidió con Roberto Baggio y Pep Guardiola. ¿Qué aprendería Pirlo de todo aquello? ¿O qué aprenderían ellos de Don Andrea? De todos es sabido que Guardiola quiso llevarse a Pirlo al Barcelona… pero eso es otra historia.
Total que corría el año 2001 y Don Andrea aún no se había puesto el traje para deleitarnos a todos. Hasta que el Milan pasó por su puerta y se llevó a este enganche que tenía puesta esa durísima etiqueta de eterna promesa. Y en esto que Carlo Ancelotti, que de jugar en el centro del campo sabe un rato, decidió que tenía que hacer coincidir en el equipo a Pirlo y al maravilloso Rui Costa.
¿La solución? Retrasar unos metros a Don Andrea. Y ahí sí que empezó la magia. Renació ese futbolista de traje y corbata que trata el balón como nadie, golpeando con un guante en las botas balones que sólo quieren volver a su lado. Y llegó la gloria: Copas de Europa, Scudettos, el Mundial con la selección italiana… esta rara avis del fútbol italiano, tan lejano del catenaccio y de la encorsetada táctica transalpina, consiguió que toda la clase de sus botas iluminase a todos sus compañeros tanto de rossonero como con la camiseta de la Nazionale.
¿Quién podría desprenderse de alguien así? ¿Quién podría dejar escapar a la joya de la corona? ¿Quién dejaría marchar a un futbolista que telegrafía como nadie las faltas desde el césped hasta la última telaraña de la escuadra? Pues el Milan.
En mayo de 2011, una Juventus que buscaba reverdecer laureles y recuperar su vieja gloria lo tuvo claro: contratar al futbolista italiano más glorioso de los últimos tiempos. Y llegó a Turín para tocar, tocar, tocar… dar lecciones magistrales de juego para un lado y para otro. Tocando, tocando… despacio… al ritmo de Don Andrea. Con traje y corbata.
¿El resultado para la Juventus? Tres Scudettos. El último hace unas pocas semanas con Pirlo como comandante en jefe. Y los que vendrán, porque con ese ritmo, esa manera de deslizarse por el verde, ese mimo al balón… Don Andrea se retirará cuando él quiera. A su ritmo.
Muchos recordamos una cara concreta de Andrea Pirlo. Fue en la final de la Eurocopa 2012 en el Estadio Olímpio de Kiev. España acaba de arrasar a Italia por cuatro goles a cero con un recital de fútbol de toque. Del fútbol de Pirlo. Y su cara parecía dejar claro que él quería jugar con los otros… con Iniesta, con Xavi, con Xabi, con Cesc… al menos un rato, para divertirse.
Sea como sea, Don Andrea Pirlo ya está en los altares del fútbol por su palmarés y sobre todo por su juego. Por su toque. Por su pausa. Por su visión. Y por ese traje y esa corbata que se coloca cada fin de semana cuando imparte sus lecciones de juego sobre un césped que él convierte en un tapete para hacer y deshacer a su antojo. Porque la pelota es suya y le gusta vivir pegada a su pie.
Fotografía: Football.ua, via Wikimedia Commons ©