Aunque el campeonato lleva una semana disputándose, ninguno de estos motivos para engancharse a una de las competiciones deportivas más bellas del mundo han perdido su vigencia.
1. El ambiente. Hay pocos deportes tan sanos como este. Se vive apasionadamente, pero con educación. Es muy típico ver a gente disfrazada en la grada, algo que da color y humor a los partidos. En un Mundial, se palpa que el ambiente es particular, es el torneo por antonomasia, y por eso la gente lo vive como si no lo fuera a vivir más veces. Hasta cuatro años más tarde, no vuelve. Por eso, hay que agarrarse al campeonato y disfrutarlo todo lo que se pueda. Seguro que el poso que te queda es bueno. Y si tiene usted posibles y puede pegarse un viaje a un partido o varios, será una experiencia única en su vida.
2. Los himnos. En el rugby, este momento es liturgia pura. Pero no se adivina un sentimiento político (aunque seguro que varias personas le dan ese carácter), esto es deporte, rivalidad sana, respeto… Pero los espectadores del estadio lo viven con una intensidad que enternece, incluso conmueve. No me gustan los himnos, en general, pero cuando ves a un estadio entero con esa actitud parece un momento realmente especial. Es muy recomendable ver ese momento en el Millennium Stadium de Cardiff (partido de primera fase próximo jueves, 1 de octubre, Gales-Fidji) incluso en televisión se aprecia que la acústica no es igual, impacta más. Eso, o que los galeses saben cantar mejor. Y qué podemos decir de cómo viven los jugadores ese momento. Son muy habituales las lágrimas entre ellos, solo estar ahí ya es un tremendo orgullo para ellos.
3. La sede. Inglaterra es el país del rugby. También lo es del fútbol, no se debe olvidar, pero cuando un país usa como sede de los partidos de su selección un estadio donde no se juega al fútbol y que tiene capacidad para 82.000 espectadores, significa que el rugby tiene mucha importancia. Se trata de Twickenham, considerado la ‘Catedral del Rugby’, y es el estadio clave de este torneo. No solo se disputan partidos de primera fase, también dos partidos de cuartos de final, las dos semifinales y la final. Seguro que al entrar en ese templo, debe oler a historia que tira para atrás. Es habitual que un país se apoye en otros ara oprganizar el Mundial (sobre todo en el hemisferio norte), pero esta vez el Millennium de Cardiff es el único de fuera de Inglaterra que es sede.
4. Los árbitros. Aquí, en este punto, es donde más se debe resaltar que el fútbol tiene mucho que aprender del rugby. No solo por la manera de comportarse de los colegiados, sino por el trato que les dispensan los jugadores, so pena de ser sancionados si le faltan al respeto o si le protestan. Cuando el oval vuela en el saque inicial, el árbitro se convierte en el jefe del partido, y eso perdura hasta el pitido final. Su labor suele ser muy didáctica. Si la jugada es complicada y el infractor no comprende lo que pasa, se lo explicará y le dirá qué es lo que no debe hacer en una próxima ocasión. Siempre con el espíritu del reglamento por delante. Y si el árbitro tiene alguna duda, tiene un juez de vídeo para resolverla. El rugby procura ser un deporte justo, y eso no lo puede decir cualquier deporte.
5. El grupo de la muerte. Es el A, el de los anfitriones. Por el momento, Fidji no ha sido capaz de poner en grandes aprietos a los gallos del grupo, Gales derrotó a Inglaterra por 28 a 25 y todavía quedan los enfrentamientos de Australia frente a ingleses y a galeses. Uno de los tres se tiene que quedar fuera de cuartos de final, y se volverá a casa con la idea de que ha fracasado. Es cierto que los galeses tienen la excusa de que han perdido a algunos de sus jugadores imprescindibles por lesión, pero no significa que vayan a dar toda la batalla posible. Esos tres partidos son de lo mejor de la primera fase, no hay que perdérselos. Los dos que pasen llegarán reforzados a cuartos, pero ahí es cuando llega la muerte con una sola derrota
6. Las melés. Es la jugada por antonomasia del rugby, la que determina el número que llevan los jugadores en la camiseta. Puede parecer violenta, pero no. Es un momento de fuerza, donde hay que empujar, tanto si quieres mantener el balón en tu poder como si se lo quieres arrebatar al rival. Los puristas lamentan que, hoy en día, esta jugada ya no tiene tanta importancia como antes. Se ven menos melés. Pero se disfrutan. Ocho contra ocho, siguiendo unas normas que el árbitro recuerda cada vez que es necesario, él marca los tiempos, primero colocarse, después tocarse y finalmente engancharse. Después, el medio de melé debe introducir el balón. Otro momento litúrgico.
7. Los All Blacks. Es el mejor equipo sobre la faz de la tierra. Si ganan este Mundial, ya no cabrá duda de que son la mejor selección que ha existido. Ganaron el torneo de hace cuatro años, jugado en Nueva Zelanda, en su casa, y desde entonces casi no han tenido ningún patinazo. Fueron la primera selección de este deporte que logró ganar todos sus partidos en un año (2013), un hito increíble que da una buena medida del nivel tremendo que han alcanzado. Pero les falta ganar este mundial. Y han ganado dos, pero ambos en casa. Necesitan ganar un Mundial fuera para adueñarse del Olimpo. Su último patinazo fue en agosto, al perder con Australia y no ganar el Rugby Championship.
8. Japón. El XV del Cerezo no debía ser un protagonista muy particular del torneo. Pero su victoria ante Sudáfrica supone la mayor sorpresa de la historia de los Mundiales. Es verdad que, en su segundo partido, Escocia les acabó barriendo en el segundo tiempo para cerrar el triunfo con un 45-10, pero los nipones son un equipo muy atractivo de ver. Son jugadores pequeños, así que necesitan velocidad. Esa es su seña de identidad. Mueven el balón muy rápido y eso dificulta la defensa rival. Y son muy valientes. Les da igual el a quien tengan delante. Contra Sudáfrica, pudieron empatar el partido con un golpe de castigo pateado a palos, pero prefirieron jugar a la mano y buscar el ensayo de la victoria. Actitud admirable, premio estratosférico. Han pasado a la historia del rugby. Les falta jugar ante Samoa (sábado 3 octubre 15:30) y ante Estados Unidos (domingo 11 de octubre 21:00). Véalos y disfrute.
9. Irlanda. Puede ser año del trébol. Nunca han ganado el Mundial y no están considerados nunca como un favorito claro. Pero han ganado los dos últimos Seis Naciones y están en una situación fantástica para poder hacer algo grande. En su grupo, necesitan ganar a una Francia que no pasa por su mejor momento para ser primeros, evitar a Nueva Zelanda en cuartos, afrontar a Argentina y de ahí a semifinales. Ahí llegará la hora de la verdad. Pero Irlanda ha demostrado que no es fácil encontrar debilidades en su juego. En defensa logran cerrar huecos con certeza, inspirados en el ejemplo de su capitán, Paul O’Connell, un auténtico gladiador incansable. Para atacar, la bisagra que forman Conor Murray y Jonathan Sexton dota de todo el sentido al juego y les hace cada vez más efectivos. Es un equipo atractivo y cada vez están más cerca del máximo nivel.
10. El Tercer Tiempo. Esta es una marca registrada del rugby. Después del partido, los jugadores se toman unas cervezas y aparcan las tensiones que se hayan podido vivir durante los 80 minutos de partido. Es la máxima expresión del respeto y la normalidad entre personas que se puede ver en el deporte. Por ejemplo, tras el Gales-Uruguay, cuando empezó el Nueva Zelanda-Argentina, los galeses invitaron a los uruguayos a verlo en su vestuario entre cervezas. Un detalle precioso. Si usted no es un jugador de rugby y no puede acudir al Mundial, el mejor consejo es que se reúna con amigos y amigas y disfruten de los partidos con unas buenas pintas. La duración del Tercer Tiempo posterior queda a elección de los colegas.