Miami. Dieciocho de junio de 2013. Quedan 19.4 segundos del sexto partido de la final de la NBA. San Antonio está tres puntos por encima de Miami y se ve ya prácticamente con el anillo en la mano. Los Heat agotan su última posesión y el balón es para LeBron James, The King, quien se juega el triple decisivo que puede dar el empate a su equipo… pero falla.
Justo en ese instante, cuando parece que nada puede hacer que los Spurs pierdan el campeonato, el rebote ofensivo va a parar a Chris Bosh, que cede el balón a Ray Allen. No hay tiempo para pensar, así que de modo casi automático, como si hubiera sido programado para llegar justo a este momento de su vida, retrocede hasta la línea exterior, se eleva y, ante la mirada atónita de Parker, busca el lanzamiento de su carrera. Es el momento del instinto, de la muñeca, de la magia de este deporte. Allen, en una jugada frenética, se sitúa tras la línea de tres puntos y anota. El estadio eclosiona de júbilo. Miami acaba de empatar el partido y sigue vivo en la final. En un último intento por devolver las cosas a su sitio, Tony Parker corre por la pista e intenta encestar una última canasta que haga a los Spurs despertar de la pesadilla en la que se acababan de ver inmersos, pero el marcador permanece inmóvil y el último cuarto llega a su fin.
El resto, lo que ocurrió después, ya es historia de la NBA. LeBron y sus Heat lograron ganar tanto aquella prórroga como el séptimo partido, haciéndose con su segundo anillo consecutivo. Por su parte, el equipo de Popovich parecía seguir pensando en aquel triple de Allen que les había dejado sin el título en el partido anterior. Un instante puede cambiarlo todo. En un instante está la frontera del éxito, y ese instante fue ingrato para nosotros, decían sin hablar los rostros de Parker, Duncan, Ginobili o Leonard. Pero los Spurs no son un equipo que arroje la toalla fácilmente, y desde aquel día en sus mentes se instaló una sola palabra: revancha.
Un año después, el destino se ha empeñado en darle a San Antonio su ansiada oportunidad. Concentrados al cien por cien durante toda la temporada, se convirtieron por méritos propios en el mejor equipo de la liga regular. Ya en playoffs, sólo Dallas consiguió ponerlos contra las cuerdas llevándolos al séptimo partido, mientras que se deshizo de Portland y Okclahoma sin excesivas dificultades. Por su parte, cierta irregularidad llevó a Miami al segundo puesto de su conferencia en la temporada regular, situándose por debajo de Indiana. Sin embargo, una vez iniciados los playoffs, no ha dejado lugar a la duda, alcanzando la final con una aplastante autoridad sobre todos sus rivales. Bobcats, Nets y, finalmente, los Pacers de Paul George, sucumbieron al poder del equipo entrenado por Spoelstra.
Así pues, se vuelve a repetir la final. San Antonio y Miami. Los hombres de Popovich y el Big Three. Duncan y LeBron. Cowboys y aliens. ¿Podrán los Spurs sacarse la espina de la temporada anterior? ¿Alcanzarán los Heat su tercer anillo consecutivo? La respuesta se encuentra en las próximas madrugadas, hora española, con la que promete ser una serie de encuentros llena de emoción y rivalidad. Las estrellas sobre la pista. El público expectante. El balón que se eleva. Comienzan las finales de la NBA. Todos lo estábamos esperando. Benditas madrugadas de baloncesto.
Fotografía de Keith Allison.
Gran artículo. Hecho de menos algún detalle táctico de lo que paso el año pasado y de lo que puede pasar este. La defensa de Pops ante el quinteto bajito de Miami, la aportación de las segundas unidades, el estado físico de Parker, ¿jugará Oden?, este año no esta Miller ¿será Lewis el que sustituya su importancia? Dudas…….