Cómo la lluvia y los adoquines pueden transformar el Tour de Francia

No cabe duda de que el ciclismo es un deporte de épica. El esfuerzo que hay que poner sobre la bicicleta hace que deje un buen puñado de imágenes referentes precisamente a eso. Unos triunfan, otros fracasan, otros se dejan la piel por un líder… Y la quinta etapa del Tour 2014 ha tenido un montón de eso.

Era la primera fecha señalada con rojo en el calendario. La ‘Grande Boucle’ quería homenajear a la gran clásica francesa, la París-Roubaix. Así pues, había propuesto un recorrido que podía considerarse como hermano menor de la competición denominada como ‘El Infierno del Norte’. Desde Ypres hasta Arenberg, 155 km en los que se debían atravesar nueve tramos de pavé.

La lluvia ya fue anunciada uno o dos días antes del día señalado. Y el mismo día de la etapa la organización decidió retocar el recorrido, quitando los dos tramos de adoquines a priori más peligrosos y recortando en tres kilómetros el recorrido. Salía la etapa desde Bélgica, y nada más entrar en suelo galo, la carrera pasaba por Roubaix, aunque sin entrar en el velódromo donde termina la legendaria carrera, y a partir de ahí se trataba de hacer un trozo retocado en sentido contrario.

A la gente le puede gustar la idea más o menos. Pero el Tour, de vez en cuando, decide poner problemas de este estilo en una etapa de la primera semana. Con los nervios a flor de piel. Y esta vez ha tocado lloviendo. La típica jornada de lluvia pestosa, incesante, que no para de castigar los huesos de los corredores. Y de los motoristas, aunque estos fueran muy bien pertrechados para soportar el calvario.

A mí me parece que el Tour no debería de abusar de esto. Las clásicas son una cosa y la ‘Grande Boucle’ otra. Pero hacerlo de vez en cuando, usar sólo en alguna ocasión ese recurso, tampoco está tan mal pensado. Si en esta ocasión se hubiese corrido con sol y sin incidentes, el debate estaría casi silenciado.

Sin embargo, el calvario ha resultado dantesco, y ha dejado varias víctimas. La primera a reseñar es Chris Froome. El vigente campeón del Tour se ha retirado, cansado de mala suerte. Cayó al suelo en la cuarta etapa, se hizo daño pero pareció que no era para tanto, y en la quinta besó el suelo dos veces. Tras la primera tuvimos que ver una pésima imagen. El británico y algunos compañeros suyos tras el coche de su equipo, que les iba acercando al pelotón. Bochornoso y sancionable. Tras la segunda, el del Sky llegó a coger la bici, pero negó con la cabeza y se acabó subiendo en el coche. Y eso que aún no había comenzado el pavé.

Hacía 34 años que no se retiraba en carrera el vigente campeón. El último en hacerlo fue el ‘Caimán’, Bernard Hinault. Froome ha reconocido que entre lo lastimada que tenía la muñeca y cómo estaba el suelo y el día, era mucho mejor no seguir. La Vuelta a España está a un mes y medio y a lo mejor la ronda española se ve agraciada con la presencia de otro pez gordo del pelotón internacional.

El dato curioso es que, tras una etapa tremendamente accidentada, con multitud de caídas, Froome ha sido el único ciclista que ha abandonado, aunque habrá que ver si no se suman más retirados.

La segunda gran víctima del pavé ha sido Alberto Contador. El ciclista español, una vez retirado Froome, se convertía en el máximo favorito para ganar el Tour. Pero los adoquines y el Astana le han derrotado con total claridad. El ciclista de Pinto no está acostumbrado a esta clase de carrera y eso le ha pasado factura, junto al tiempo. Cuando se ha roto la carrera no ha habido forma de que el Saxo-Tinkoff pudiera batir al equipo kazajo. Es cierto que Vincenzo Nibali recibía ayudas del Lotto-Bellisol, y a Contador han tardado mucho en ayudarle los BMC-Racing.

El español ha dado la enhorabuena al líder italiano por coger el momento oportuno para romper el pelotón, y después ha empezado a hablar de la dificultad del día y de que el barro se ha incrustado en sus piñones pequeños y le costaba más moverlos. Pero le costaba mover cualquier desarrollo. La etapa ha sido una bendita locura con 194 titanes bajo la lluvia (193 desde que se ha apeado Froome) y Contador ha demostrado por qué no participa nunca en las clásicas de adoquines.

El Tour ha cambiado de una manera radical. El gran favorito está fuera y el segundo está cerca del abismo. Nibali, candidato al podio, ha visto tremendamente reforzadas sus opciones. Todo por ser más todoterreno. No es un especialista en este tipo de superficie, pero sabe afrontarla con mucha más confianza en sí mismo. Y el equipo le ha dado un rendimiento insospechado, todo hay que decirlo.

Hay otro triunfador, mucho más involuntario, pero destacable: Richie Porte. Compañero de Chris Froome, se ha convertido de repente en el jefe de filas del Sky, ha sabido cambiar el chip y ha acabado por delante de Contador y Valverde. Ahora es un tapado más, que va a correr sin presión y que tiene una crono final para poder meter mucho tiempo a sus rivales. Y en la montaña, en el Tour del año pasado, había veces que parecía subir igual de bien que Froome y mejor que el resto.

El que ha decepcionado ha sido Fabian Cancellara. Ganador de la París-Roubaix en tres ocasiones, se esperaba que diera una de sus habituales exhibiciones, pero quizá la lluvia no le ha sentado todo lo bien que quisiera y se ha visto incapaz de asestar un golpe definitivo, pese a que la carrera le estaba favoreciendo. Tener a Peter Sagan con él ha podido coartarle un poco a la hora de tirar a por los Astana cuando se le han marchado, y finalmente ha firmado un quinto puesto que le ha debido saber a muy poco.

El gran triunfador del día, clasificación general al margen, ha sido un Lars Boom que lo ha tenido claro. Se ha juntado a su compañero Sep Vanmarcke para coger el grupo bueno del día, aquél donde los Astana estaban armando la marimorena. Los dos corredores del Belkin no han esperado a su jefe de filas, Bauke Mollema, pero sí han tenido el olfato para ir a por una de las etapas más importantes de esta edición del Tour. Y Boom, una vez se ha quedado con los Astana sólo en cabeza, ha hecho su apuesta en el último tramo de pavé, cuando Nibali ya podía conformarse con lo conseguido, y se ha marchado en solitario, con toda la fe para no tener que mirar atrás hasta los últimos metros, cuando ha podido asegurar que la victoria era suya.

Más allá del debate sobre si la carrera más importante del mundo debe incluir este tipo de etapas o no, el espectáculo ha sido tremendo. Y no es porque las caídas hayan sido incontables, sino porque ha habido una verdadera batalla entre los corredores, con la victoria de etapa y la general en juego. El maillot amarillo sigue en juego hasta París, pero nadie podía pensar que se decidirían tantas cosas en la lucha por él. La media de velocidad ha sido de 47 kilómetros por hora, algo impensable. Con las condiciones climáticas existentes, ha sido heroico.

El ciclismo ha demostrado que es un deporte mucho más entretenido de lo que parece. Siempre habrá etapas aburridas, más válidas para ayudar a la siesta que otra cosa, pero en cualquier momento pueden pasar cosas. Un equipo solo no puede controlarlo todo siempre y, si los ciclistas ponen empeño de su parte, pueden armar un maravilloso desorden sobre el asfalto o las piedras. Las clásicas de primavera (y alguna otoñal) suelen tener a los auténticos fans de este deporte muy atentos. El infierno vivido en la quinta etapa del Tour ha demostrado por qué.

La foto es de Simon Carr ©

bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.