Lleva años buscando la gloria. Hace tiempo que es uno de los mejores bases que se pueden ver en la NBA. A veces parece que debe demostrarlo, debe dar algo que nos recuerde de quién estamos hablando. Pero lo da muy a menudo. Es un gran director de juego que también tiene la capacidad de decidir cosas importantes jugándose los tiros él mismo. Un base anotador.
Una carrera profesional no suele dar demasiados momentos tan álgidos como el que ha tenido el jugador de Los Angeles Clippers. Decidir una excelente, histórica serie de play-offs en el séptimo partido con un canastón tan tremendo como este no es habitual:
De hecho, nunca un séptimo partido se había decidido tan cerca del final (anota con un segundo en el reloj). En cuanto acabe la temporada, ese duelo ante San Antonio Spurs irá a parar directamente al departamento de partidos clásicos, y dentro de ese departamento tendrá un lugar preferencial, porque tuvo de todo y la igualdad fue máxima. Cada ataque era una batalla nueva, había que lucharla y los ataques salieron victoriosos a menudo. No es nada fácil ver algo así.
Pero la NBA está en un momento muy dulce. El nivel de muchísimos jugadores es verdaderamente alto, muchos son los equipos que apuestan por un juego divertido y competitivo a la vez, y no me refiero únicamente a los que se clasifican para play-offs. Ahora mismo las eliminatorias por el título son algo muy atractivo para el espectador, y eso que este año la primera ronda ha quedado a años luz de la del año pasado (que fue la mejor de la historia casi con toda seguridad, todo hay que decirlo), aunque ha quedado salvada por haber podido contemplar este duelo entre los conjuntos de Doc Rivers y Gregg Popovich. Y la liga regular tiene muchos momentos que merecen la pena.
Chris Paul es uno de los culpables de que esté pasando esto. Es el líder sobre la pista de un equipo que no ha jugado las Finales, pero está llegando a play-offs y cuenta en las quinielas. Quizá este año no tanto, porque enfrentarse a los Spurs es siempre una durísima prueba, pero la han podido salvar y eso les coloca en una situación particular: por un lado están los que consideran que han salido demasiado cansados y con Paul tocado (su lesión durante el glorioso séptimo le cuesta perderse, al menos, los dos primeros encuentros ante Houston Rockets) como para ser favoritos, por otro los que creen que, si han batido a San Antonio, merecen el cartel de favoritos.
Pero lo de Paul hay que verlo. Sin él, no pueden ser favoritos de ningún modo, por mucho que su plantilla sea deslumbrante (la de Houston también lo es) y su entrenador tenga una fantástica reputación, merecida a lo largo de los años. Pero sin el líder los Rockets serían favoritos indiscutibles. Ahora bien, como pierdan uno de los dos primeros en casa y Paul vuelva para el tercero, ya se pueden poner a remar los de Kevin McHale.
Paul es un clásico líder, extensión del entrenador en la pista, pero es de los que se permite aconsejar al entrenador, porque tiene el baloncesto en la cabeza, conoce las situaciones y los momentos. Se le ha achacado en algunas ocasiones que no resuelve bien las situaciones críticas en finales apretados, pero el pasado sábado se puso a cerrar bocas a base de bien.
Es curioso ver cómo pequeñas decisiones pueden cambiar la vida de un jugador o incluso de una competición deportiva. El destino de Paul iba a ser Los Angeles Lakers. Su equipo eran los New Orleans Hornets (ahora Pelicans) y su traspaso estaba hecho ya. Pero la franquicia de Louisiana estaba sin dueño en ese momento, esperando comprador, y mientras era la propia NBA quien gestionaba el equipo. La operación, que mandaba a Pau Gasol y Lamar Odom en sentido contrario, era tan ventajosa para los californianos que la liga la paró. Una semana después, se fue traspasado a los Clippers, donde ejerce de líder en un equipo con más posibilidades de ganar el anillo. ¿Será este año?
Paul manda mucho, es muy creativo y además es bastante aplicado en defensa. Su conexión con Blake Griffin tras cuatro temporadas juntos ya es una de las cosas más llamativas de la NBA, y de lo más indefendible, recordando a la pareja que formaron en Utah Jazz John Stockton y Karl Malone.
Toda la NBA pendiente de la parte trasera del muslo de Paul. Pero de muchas otras cosas, porque ya simplemente en esa semifinal de Conferencia Oeste entre tejanos y angelinos hay muchas cosas en las que fijarse, y calidad y espectáculo a raudales. El primer partido ha visto finalmente la sorpresa. Clippers ha robado la ventaja de campo en el Toyota Center gracias a su mejor desempeño defensivo y a momentos calientes de algunos de sus jugadores, especialmente un Griffin que se marcó un triple-doble (tercero durante estos play-offs) magnífico de 26 puntos, 14 rebotes y 13 asistencias, para un triunfo final de 101-117 a domicilio.
Fotografía: Keith Allison ©