Brasil y su día del apaleamiento

Brasil

“Hoy es el día, hoy es el día… del apaleamiento”. Así reza una canción clásica de ‘Los Simpson’. Un episodio mítico en el que se lucha contra el apaleamiento de serpientes, tradición ancestral desmontada, cómo no, por Lisa Simpson, que frustra los intentos de Homer de cazar serpientes para Marge.

Pues ayer fue el día del apaleamiento en Brasil. Hablamos de fútbol, por supuesto.  Los siete goles de Alemania escuecen y duelen muchísimo a la parroquia brasileña. A niveles insospechados. Las nuevas generaciones brasileñas, que tanto escucharon hablar de aquel lejano ‘maracanazo’, ya tienen su ‘mineirazo’ para transmitir a las futuras generaciones.

Incluso el Cristo del Corcovado trata de interceder por los futbolistas brasileños desde Murray Magazine clamando “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y es que no sabían lo que hacían. Cuando Brasil tuvo un rival importante delante en el Mundial, fue desarbolado. La Seleçao fue humillada y apaleada. Y en su propia casa que duele muchísimo más.

Renunciar a un estilo y a una manera de entender el fútbol tiene estas cosas. Desde 1994 se inició este camino tortuoso hacia un fútbol rácano e impropio de los brasileños. Pero aquel combinado tenía a Bebeto y a Romario. Luego llegaron generaciones en las que estaban Rivaldo, Ronaldinho y por supuesto Ronaldo. Resistían y ganaron dos Copas del Mundo.

Pero en 2014 estaba Neymar. Sólo Neymar. Y éste no estuvo en el ‘mineirazo’. Aunque, esta Brasil echó más de menos a Thiago Silva, auténtico estandarte de los lamentables planteamientos de Scolari. Lo que se inició en Estados Unidos en 1994 desembocó en la mayor de las catástrofes posibles: una crucifixión lenta del jogo bonito salpicada por las lágrimas de millones de brasileños.

El drama televisado. La mayor exhibición de un equipo en el Mundial de Brasil fue contra la anfitriona. Alemania jugó ese fútbol total que combina lo que España ha enseñado al mundo en los últimos años con la eficiencia germana. Y ahí están, en la final de Maracaná.

Pero volvamos a Brasil. ¿Dónde está Brasil? No queda nada de aquel equipo que con Pelé conquistó el mundo. Tampoco de aquel que maravilló en el Mundial de España. Ni siquiera quedan tipos geniales como Bebeto, Romario, Ronaldo o Ronaldinho. Sólo queda músculo en un país que entiende el fútbol como una forma de vivir la vida.

Y ese músculo ha aguantado mientras seguían ganando. Cuando han venido malas llegó el día del apaleamiento. Y ahí estaba Alemania con un imperial Khedira, un fantástico Kroos, un letal Müller y un histórico Klose para hacer claudicar a un estilo que nunca fue de Brasil pero que algunos visionarios como Scolari o Parreira quisieron imponer a toda costa.

Turno para la reconstrucción. La Copa del Mundo de Brasil deja varias reconstrucciones importantes: la española, la inglesa, la portuguesa, la italiana y, por supuesto, la brasileña. Quizás esta sea la más complicada de todas ya que llevan dos décadas renunciando a su manera de entender el fútbol. Es curioso que en los últimos años hayan salido casi más defensas o centrocampistas de destrucción en Brasil que futbolistas geniales.

Y Scolari. Ese bigote. Ese gesto enfadado. Pues los brasileños esperan verlo poco más. Él es el principal culpable de traicionar el estilo y la manera de entender el fútbol de los brasileños. Para la historia quedarán siete goles y el ‘mineirazo’ como digno sucesor del ‘maracanazo’. Aquellos futbolistas pueden descansar ya tranquilo: Brasil ya tiene nuevas dianas para el apaleamiento.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Raquel G. Ibáñez.

bluebird Comunicación
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