Corría el año 1996, mes de septiembre, con la temporada recién empezada. Aún no habíamos empezado las clases y todavía el verano aguantaba. En esa época no teníamos tanto acceso al fútbol internacional como tenemos en la actualidad. Y el encargado de mostrarlo a muchos ojos, como tantas otras cosas de esto del fútbol, fue El Día Después.
Ya por la mañana de aquel lunes se podía leer en los periódicos que en Italia se había marcado un gol asombroso. Todavía la Serie A era la Serie A mítica en la que estaban casi todos los grandes futbolistas del planeta. Como han cambiado las cosas. El autor del tanto había sido George Weah frente al Verona.
De Weah sabíamos muchas cosas: había sido Balón de Oro en el año 1995 y con el PSG se había convertido en verdugo de los equipos españoles en competiciones europeas. Era formidable. Pero había que ver ese gol así que, para poder hacerlo, no quedaba más remedio que esperar a El Día Después.
Y allí lo pusieron. De repente, un tipo vestido con de rossonero agarra un balón en su área tras un saque de esquina. Estaba cerca de la línea de cal. Y empieza a correr. Comienzan entonces 14 vertiginosos segundos que acabarían con ese esférico controlado tras un córner en la portería rival.
Weah avanza a toda velocidad y no encuentra rival hasta llegar a la divisoria del campo. Es al cruzarla cuando le salen al paso dos jugadores del Verona y, sin saber bien la manera en la que lo hace, el liberiano se queda con la pelota para salir todavía con más potencia. Espectacular.
Comienza a ver portería y decide deshacerse del último rival que le sale al paso con un autopase épico. Ahí se planta delante del portero y marca. Uno, que no pudo ver en directo el gol de Maradona frente a Inglaterra pero que lo había visto muchas veces supuso que eso era lo más parecido. Ojalá hubiera existido YouTube para poder verlo una y otra vez.
Pero quizás en esos tiempos la mente retenía mejor las imágenes y aquella galopada de Weah hacia la gloria era imposible de borrar de la memoria. Cruzarse todo el campo con el balón controlado, encontrarse por la velocidad que llevaba con únicamente tres rivales, y marcar con esa facilidad es algo al alcance de muy pocos.
Quizás Ronaldo Nazario haya sido el único futbolista posterior con una potencia similar a la de este liberiano que fue el primer Balón de Oro africano de la historia. Una leyenda del fútbol que dejó uno de esos goles que nunca se podrán olvidar.
Fotografía: Irakli f1 ©