«La revolución feminista apenas se ha completado»

Vivian Gornick principal

Me siento junto a tantas otras personas en el Patio de la Casa Encendida, el pasado jueves, en un espacio nocturno e íntimo. Todo invita tanto a sentirse como en casa que muchos se adueñan de negros cojines gigantes y parecen dispuestos a pernoctar allí, o al menos a disfrutar una cabezadita. La charla entre Vivian Gornick y la periodista Anna Guitart se desarrolla dentro del festival Primera Persona, dirigido por Kiko Amat y Miqui Otero y celebrado por tercer año consecutivo, justo después de despedir al crítico musical Simon Reynolds.

Siempre estoy tomando notas para apuntar con alfileres lo que me interesa salvar (mientras leo; en el autobús; después de un paseo o de una película), pero en este momento no quiero perderme un detalle. Lo que dicen ambas mujeres, y cómo lo dicen, me parece necesario y alentador. Es todo tan informal que no me siento capaz de reportar; por un momento sucumbo a la tentadora idea de abandonarme, cerrar los ojos y la libreta. Apenas garabateé unas líneas en ella; las suficientes para bordar un titular. Por eso, y porque seguí la conversación sin traducción simultánea, todo esto que sigue es una transcripción aproximada de lo que, creo, dijo Vivian. Si algún lector estuvo presente en la charla y necesita corregir mis letras, pido disculpas por escribir de oídas, imprecisamente.

La periodista y escritora, en vivo, es tan maravillosa como maravillosamente bien escribe. Uno vislumbra esa agudeza en su narrativa (en este momento quedaría fantástico pormenorizar sus libros, y aunque me encantaría dominar su bibliografía reconozco que hasta la fecha solo he podido hacerme con ‘Apegos feroces‘. Necesito más tiempo, o más tiempo libre, o más estanterías, no sé), esa determinación, esa valentía, esa lucidez y esa seguridad en sí misma que la caracterizan. Un libro basta para encandilarse con ella, neoyorquina hasta las trancas. De hecho, reconocía que podría pasar el resto de su vida en su ciudad natal.

Volvemos a The Village Voice, a los comienzos de Gornick («Fui periodista mucho tiempo y… empecé a sentirme una extraña: necesitaba escribir otro tipo de historias. Mi madre, yo, otras mujeres que vivían cerca…»)  y al relato del “rectángulo”, esa especie de imagen interior que relata en ‘Apegos feroces’, en la que la creatividad toma forma, las ideas fluye y todo parece estar en orden y armonía. Recuerda entre risas la aparición del famoso paralelepípedo y su probable relación con la marihuana aquella velada. La autora tiene una risa estupenda y nos hace reír a los presentes. Pronto empiezan a desgajar los entresijos de su libro más feroz y, cómo no, de la coprotagonista del libro, la madre de la autora, a la que Vivian asegura no haber retratado ni de un modo compasivo ni admirativo sino, simplemente, del modo más honesto que pudo y supo.

En la gran pantalla que se proyecta la conversación —para que los espectadores del fondo no se pierdan detalle— se intercala la imagen en directo —unos ojos azules que lo escrutan todo— con imágenes antiguas de Nueva York. La presencia de Vivian Gornick es aire fresco en una etapa de mi vida en la que necesito referentes, testimonios, una voz amiga que me diga que estoy en el buen camino. Vivian comenta que lo único necesario en la vida es trabajar mucho, incluso trabajar contigo. No importa cómo se pongan las cosas (de mal), al final de lo que se trata es de ser honesta, de dar lo mejor de ti misma. La madre de Vivian Gornick quería que su hija fuese profesora. Cuánto me alegro, nos alegramos, de que siguiese su propio camino.

Feminista feroz, la llaman en Babelia en esta pieza del verano pasado. Queremos, necesitamos oír a hablar a una testigo de la segunda ola del feminismo. La autora habla de los cambios que hemos visto a lo largo de cincuenta años, que define como «lentos», y aunque en aquel entonces se hablara de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, dicha revolución hoy apenas se ha completado. Entiende que el cambio que necesitamos pasa por cambiar las mentes, los hábitos, las emociones: aunque nunca ha sido «pesimista», le parece que por cada dos pasos que avanzamos retrocedemos uno. «Ser mujer es la parte más importante de mi identidad», le recuerda Guitart que dijo en una entrevista. Y Gornick asiente añade que las otras variables que definieron su vida fueron ser descendiente de emigrantes de clase obrera y judía, pero que lo de ser mujer era casi un castigo.

Cuando me quiero dar cuenta ha pasado una hora. Tras los aplausos varias chicas (¡solo mujeres!) rodean a la autora para que conseguir una rúbrica en sus libros. Necesitamos robarle Vivian a Nueva York, aunque sea por unos pocos días, y que venga a vernos muchas veces más.

bluebird Comunicación
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