«Mi amor por ti es absolutamente verdadero, vívido e inalterable», le escribió Vita Sackville-West a Virginia Woolf en una de las muchas cartas que se intercambiaron.
Tomando como punto de partida esas cartas íntimas y los datos biográficos de los que disponemos, Pilar Bellver ha construido una novela extraordinaria, ‘A Virginia le gustaba Vita’, que ha llegado esta semana a las librerías de la mano de Dos Bigotes.
Dicen de ella que su calidad literaria deslumbra; que su raro mestizaje entre ficción y documentación es perfecto; y que el reto creativo de atreverse a dotar de cuerpo y voz tanto a Virginia Woolf, una de las escritoras más influyentes del siglo XX, como a su amante, Vita Sackville-West —también escritora y quizá la aristócrata más famosa de la Inglaterra de su época, una mujer con una personalidad arrolladora capaz de enamorar a Virginia y de inspirar en ella un personaje tan carismático y poliédrico como Orlando— es osado.
«Le he dado forma de cartas porque al leer a lo largo del tiempo las biografías que han ido saliendo sobre Vita y Virginia, lo que más me ha impactado personalmente ha sido su epistolario, tener acceso a él. Porque representa la parte más íntima que conocemos de las dos, la más sincera, la ajena a la vigilancia que establecemos las escritoras cuando sentimos la amenaza de que un texto pueda ser publicado; y la más equilibrada, ya que en las cartas hablan las dos en igualdad de condiciones. En las cartas asistimos a una comunicación de ida y vuelta tan real como debe ser, mientras que las obras literarias de las dos no son comparables y no podemos ponerlas en pie de igualdad porque Virginia se come con creces el relativo talento que tuvo Vita como escritora», explica Pilar Bellver, quien ha firmado a mano todos los ejemplares de la primera edición.
Así, ‘A Virginia le gustaba Vita’ es una historia de amor real y a la vez recreada en la imaginación de Bellver, que logra que admiremos el apasionado sentido de la libertad que llevó a Vita a tratar de conseguir el amor de Virginia saltándose todos los convencionalismos y, lo que es más difícil, que podamos colarnos dentro de la compleja mente de Virginia para entender mejor la lucha que mantuvo con sus fantasmas —físicos y mentales— a los que tuvo que vencer antes de aceptar el abrazo de Vita.
Y todo dentro del rico marco histórico del período de entre guerras, dentro del ambiente transgresor que unió a los miembros del grupo de Bloomsbury y sin olvidar los especiales lazos que se establecieron entre ellas y sus maridos, Harold Nicolson y Leonard Woolf.