Un refugio para la salvación

Si tomásemos la historia bíblica de Noé, hiciéramos un ejercicio de traslación argumental a la época actual y elimináramos de ella toda referencia a Dios o a la salvación del reino animal probablemente nos quedaría algo parecido a la sinopsis de ‘Take Shelter’: un hombre empieza a tener sueños y visiones premonitorias sobre un desastre natural inminente. Consternado, decide construir un refugio donde poder resguardarse junto a su familia.

Básicamente, esa es la premisa que nos propone Jeff Nichols en su película. Sin embargo, el hecho de que el relato se sitúe en la América actual y que Curtis LaForche, nuestro Noé particular, no asocie sus alucinaciones con ningún contacto con lo divino, permite al director introducir un interrogante que enriquece al personaje haciendo que protagonista y espectador compartan la misma duda durante toda la película: ¿Está Curtis sufriendo los inicios de una enfermedad psicótica o verdaderamente tiene el poder de anticiparse al futuro?

A través de un ritmo pausado, un metraje al que quizás le sobren algunos minutos, efectos especiales sencillos pero cuidados y con un tono frío y lleno de sobriedad, las pesadillas y alucinaciones de Curtis van sucediéndose a la par que éste se debate entre lo que le dicta la racionalidad y lo que es capaz de percibir. “No son sólo sueños. Son sentimientos”, le confiesa a su mujer en un momento de la película. Además, el precedente de que su madre también hubiera pasado por episodios de esquizofrenia, alimenta más si cabe la duda razonable de que estemos contemplando un drama sobre un enfermo mental en lugar de un filme apocalíptico.

Gracias a la cuidada aportación de información, escenografía, ritmo, y la fabulosa interpretación del papel de Curtis por un Michael Shannon en estado de gracia, sin que podamos dejar atrás a una banda sonora que se pone al servicio de las necesidades narrativas y subraya con acierto los momentos de mayor carga dramática, nuestra posición como espectadores mantiene un estrecho y a la vez extraño lazo de unión con el protagonista, haciendo que el interrogante acerca de su cordura se mantenga desde el inicio hasta la última secuencia.

Pero Take Shelter no se queda en un simple juego de géneros, en una mera artimaña de su director por hacernos partícipes de un enigma que deseamos resolver. Su propuesta va más allá, introduciéndonos de lleno en la psique de un hombre desesperado y temeroso de perder no sólo el control de su mente, sino principalmente a las personas que más ama en el mundo: su mujer y su hija.

De este modo, la otra línea narrativa que nos propone es la de una familia que lucha por mantenerse unida, por superar los envites de la vida, la enfermedad, el empleo o el dinero. El compromiso y los sentimientos de Curtis tendrán tal magnitud que será capaz de sacrificar todo tanto por Samanta, su mujer, como por la pequeña Nat, hija de ambos y afectada de sordera. El trabajo, las amistades, la aceptación social e incluso su propia cordura serán sacrificados para mantener a su familia a salvo. De este modo, Curtis abandonará todo para dedicar todo su tiempo y esfuerzo a la construcción de un refugio antitormentas que pondrá en riesgo su matrimonio a la par que servirá como metáfora de sacrificio, confianza, unión y salvación.

Volviendo a la comparación con la historia de Noé, el personaje bíblico terminó construyendo el arca y, gracias a mantener la fe en Dios, logró dejar a su familia y al resto de seres vivos al margen de los daños producidos por el diluvio. Curtis, sin embargo, tendrá que tomar las riendas de su vida agarrándose a una fe mucho más terrenal: la del amor. En una de las escenas rodadas con mayor maestría, Jeff Nichols pondrá a prueba toda la simbología del refugio subterráneo de Curtis, mostrando la verdadera esencia y razón de ser de Take Shelter, su tesis fundamental: siempre, incluso en los peores momentos, hemos de permanecer unidos a aquellos que amamos, a nuestra verdadera familia. Sólo así lograremos superar el terror que habita en la vida, en el mundo, en la naturaleza misma e incluso, por muy profundas que éstas sean, en las sombras más oscuras de nuestro propio ser.

bluebird Comunicación
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