Un día dentro de una humilde banda de rock&roll

Se trata de los madrileños Rockstion. Como suele decir su cantante Víctor Sandoval en los conciertos, ni Rocksteishon, ni Rockstation, ni Rock hostión. No, se llaman Rockstion y me acogieron durante una tarde y una noche en su seno, por lo que me pude hacer una idea de lo que es una banda de rock de las que no salen en los grandes medios. No hay adolescentes que tengan posters de este grupo en las paredes de su habitación, ni hay groupies adorándoles en las primeras filas.

El sueño se convierte en hobby, y el hobby cuesta sacarlo adelante. Te llaman de un pueblo cercano a Guadalajara para que vayas un sábado a tocar en un bar, y no dices que no a poco que ofrezcan algo de dinero que complemente lo que ganas todos los meses en tu curro normal, que puede ser técnico de sonido o simplemente taxista.

Aunque tu costumbre sea tocar en fin de semana, a veces también es un problema. En esta España de la recuperación, hay gente que dobla turnos un viernes y le dicen que el domingo tiene que volver, y haces un cambio para poder dar un bolo el sábado, así que el miércoles siguiente volverás a doblar para compensar y pegarte una paliza de las que deja mella en los riñones, en las piernas, a lo largo de la espalda y también en el cuello. Estás destrozado, pero según se acerca el concierto el gusanillo aparece y la cara te cambia a mejor.

Guadalajara, concretamente Villanueva de la Torre se llama el pueblo. La base, el cuartel general de Rockstion, está en Móstoles. Un paseíto había que dar para llegar al sitio. Lo más que se ahorran es conducir hasta allí. Una furgoneta les lleva hasta el lugar, pero ellos montan y desmontan el vehículo y después tienen que disponerlo todo en el escenario y probar que todos los instrumentos suenen como deben. Nadie lo hará por ellos, y hay que procurar tenerlo listo con antelación, prever posibles problemas y salir al escenario puntuales como un reloj.

El local de ensayo de Móstoles es pequeño, lo normal en un grupo que no está en la cabeza de mucha gente. Cabe lo justo para poder ensayar, lo demás tiene que ir pegado a las paredes, se llame poster o se llame pizarra donde poder anotar las estructuras de sus composiciones o el orden de canciones que van a tocar en el siguiente concierto, el material que han de ensayar para deleitar después al público.

Poco a poco, van llegando todos los componentes del grupo. El último en llegar, el guitarra Jorge Pecharromán, tiene cara de no haber dormido mucho. Rápidamente me doy cuenta de que suena su móvil y la sintonía es el ‘In a gadda da vida‘ de Iron Butterfly, un clásico imperdible para cualquier amante del rock. Es lo que llevan en la sangre.

El local de ensayo es un hervidero. Todos preparando todo lo que deben llevar, no puede faltar un ampli, ni un bombo, ni un cable, ni un micro. Como falte algo, la actuación ya será irremediablemente distinta, más deslucida, sin seguir lo planeado. Cuando todo está preparado para que llegue la furgoneta, no parece posible que pueda caber todo. Pero cabe.

Antes de que llegue la furgoneta hay tiempo para hablar de muchas cosas, pero sobre todo es la música la que lo impregna todo. Por ejemplo, si en un concierto hay que interactuar con el público, qué clase de mensajes hay que lanzar o no. ¿Es bueno hablar de política en medio de un concierto? Todo es relativo. La política es un tema clave en la vida, pero también muy espinoso y muy personal, y un grupo puede decidir si esa temática lo domina todo, empezando por las letras de las canciones, o si es mejor tener una actitud diferente y dejar de lado las arengas sobre las tablas, típicas y comprensibles en algunas bandas, pero totalmente prescindibles en otros casos. Rockstion tiene la misión de dar una bofetada musical a quien se ponga delante, pero sin discursos de ningún tipo. Prefieren ir al grano (aunque sí tienen alguna canción más crítica como ‘Atrapado en el sofá’).

Cuando arranca la expedición hacia Guadalajara, surgen las ganas. La labor en el local es aburrida, aunque imprescindible. Al ponerse en carretera, parece que la sensación ha cambiado y lo que apetece es rock and roll. Víctor no duda en sacar el móvil y empezar a deleitar a todos con vídeos de Guns ‘n’ Roses y de Slash’s Snakepit, otro de los grupos que ha tenido el afamado guitarrista de los Guns.

Dani Sandoval, bajista y hermano de Víctor, el más joven del combo, se une a ver los vídeos. Les encanta este grupo y, especialmente, Slash, no en vano una de sus composiciones se llama ‘Pistolas y rosas’, en alusión a ese grupo que marcó una época pese a tener sólo cinco discos de estudio con la formación más o menos original en marcha, con el ‘Appetite for destruction’ (1987) como joya inmortal.

El trabajo ya no está en la cabeza. Hay risas en el ambiente y es sábado de concierto. No todo el mundo puede decir lo mismo. La diversión está asegurada, aunque falte un rato todavía para entrar en acción. Estos, en realidad, también es un trabajo, pero se acomete con una actitud radicalmente distinta.

Una vez llegados a Villanueva de la Torre, hay que bajarlo todo y ponerse a montar en la cervecería Los Ecuaces, el lugar del concierto. Lo primero, la batería. José Luis Hernández se pone manos a la obra el primero. No se quiere entretener en nada más. Cuanto antes esté todo montado, mejor.

Hay tiempo de sobra. Son casi las siete de la tarde y el bolo no empieza a las nueve, como estaba previsto, sino a las diez de la noche. Lo malo es que el escenario es muy pequeño, es una tarima que levanta unos 20 centímetros del suelo y donde se ve que es imposible que entren todos. Juan Carlos Quiles, el otro guitarrista, se pondrá a un lado, pero sin subirse a la tarima. Es el veterano del grupo, ya está un poco de vuelta, pero si sigue haciendo estas cosas es porque la pasión sigue intacta en él, aunque a ratos no se le note mucho.

Se trata de un bar de cañas. Abre hasta tarde en fin de semana, pero no es el típico lugar donde piensas en ir a ver conciertos. Sin embargo, apuestan por ello, algo que es de agradecer, más aún cuando se comprueba que todos los que allí trabajan tienen un talante magnífico. Te hacen sentir muy a gusto, y mantienen viva la llama del rock and roll, porque es la música que ponen todo el rato, con un volumen agradable para la conversación, algo que no es muy habitual en los bares nocturnos. Apuestan mucho por la música española, no faltan Extremoduro, Los Suaves, Barón Rojo o Leño en sus altavoces.

La prueba de sonido dio un poco de miedo al principio. Sonando sólo la batería parecía que la cristalera del bar podía pasar apuros para resistir el volumen. Cuando empezaron a probar todos juntos, aquello asustaba, tanto que a más de 30 metros del bar se oía perfectamente lo que se tocaba dentro. Pero al final quedó un sonido bueno, potente, que es lo menos que debe tener Rockstion, pero sin pasarse.

Dio tiempo a cenar antes del comienzo. Alguno no había tenido tiempo ni de comer y acaparaba todas las raciones que podía. Había que coger energías para el concierto, que ya se acercaba a pasos agigantados. Mientras, llegaba alguna novia y algunos amigos del grupo. Hasta casi Guadalajara. Eso son amigos.

El concierto debía consistir en dos pases de 45 minutos, separados por un descanso de 15. Había tiempo de ir desgranando los temas propios, pero también de ir soltando alguna que otra versión con la que motivar a los asistentes al concierto. No fueron muchos, pero era de esperar. Eso sí, el público del primer pase destacaba por su corta edad. Padres con niños disfrutaron de la primera descarga (más los padres que los niños), que se hizo bastante corta.

El segundo pase se resintió un poco en cuanto a público, pero resultó igualmente efectivo desde el punto de vista musical. Dejaron todo lo que tenían en el escenario, hasta tocar todo lo que llevaban preparado y dejar plenamente satisfecho al personal.

Lo que son esta banda en directo ya lo dejé explicado cuando les descubrí en la sala We Rock el pasado octubre. En este caso, tenían más tiempo para poder ir soltando temas como las definitorias ‘Viva el rock & roll’ o ‘Rockero hasta el final’, temas que recogen la categoría que ha ido desprendiendo el ‘hard rock’ desde hace más de 40 años.

Hace falta tener el talento para que salga todo bien. Música efectiva, componentes conjuntados, muchas ganas, sudor y cerveza. Con todo eso en la coctelera, sale una hora y media larga de Rockstion que deja a gusto a cualquier paladar que busque la esencia del rock.

Para compensar a quien no les conociera, cayeron algunos temas inmortales, de los conocidos por todos, como por ejemplo el ‘Whole lotta Rosie’ de AC/DC o el ‘Smoke on the water’ de Deep Purple. Aunque el bolo no fuera un éxito de público, los asistentes lo pasaron bastante bien, que es de lo que se trata y lo que asegura este grupo, sobre todo si las cosas suenan como tienen que sonar.

Nada más terminar, lo primero, recogerlo todo. Después habría que esperar a que la furgoneta volviera para cargarlo todo y regresar a Móstoles, pero habría tiempo antes de tomar alguna cerveza y comentar cómo había ido todo. Se les veía a todos suficientemente satisfechos. Más allá de que tener que desplazarse hasta Villanueva de la Torre y que tampoco les viera mucha gente (que era lo que esperaban), habían conectado bien con la gente. Y la conexión entre ellos, el pegamento de la banda, funciona, algo primordial para que el proyecto continúe caminando.

Lo mejor es que ahora llega el momento de grabar un disco. José me adelantó que no hay solamente temas directos y contundentes, en el disco habrá otras sorpresas de mayor complejidad, lo que hace que aumenten las ganas de oírlo. Pero para eso habrá que esperar. Lo malo es que, en el tiempo que dure todo este proceso, será difícil verles sobre un escenario. No se pueden permitir trabajar, componer, grabar y tocar, más tener una vida familiar e incluso agenda social.

La noche prometía ser larga después del concierto, pero al final lo fue por obligación. El conductor de la furgoneta tuvo un contratiempo con la Guardia Civil y se retrasó bastante. Afortunadamente, en Los Ecuaces el trato fue exquisito y no hubo problema en esperar a que la banda fuera rescatada. La alternativa era volver en taxi hasta Madrid y Móstoles con el desembolso correspondiente y volver el domingo al mismo bar a recoger el equipo. Es decir, estropear el fin de semana y que el bolo supusiera gastos en lugar de ingresos para el grupo.

Lo mejor era disfrutar del rock que sonaba en el bar, seguir riendo, poner al mal tiempo, buena cara, y esperar con paciencia a que llegara la furgoneta para poder volver a casa. Desde luego, podría haber sido peor. El contratiempo fue un cambio de planes, pero tampoco trastocó tanto las cosas.

Cuando apareció la furgoneta, con su conductor a salvo, todo se movilizó deprisa para que la gente del garito pudiera cerrar y marcharse a casa, que ya eran las cinco de la madrugada y tenían ganado el descanso y el cielo.

La vuelta a Móstoles fue con el mismo buen rollo y las mismas risas que habían presidido toda la velada. Faltaba aún descargar la furgoneta, meterlo todo de nuevo en el local y que todo el mundo se despidiera. Había sido un gran sábado y así se fue cada uno para su casa, conscientes del cansancio que les acompañaría al día siguiente, retomando cada uno sus rutinas, pero con una sonrisa en el rostro. El conductor tuvo el detalle de acercar a Madrid a los que allí debíamos dirigirnos.

No puedo terminar sin mostrar mi agradecimiento a todos los componentes del grupo, que me hicieron sentir como en casa durante el montón de horas que estuve dentro del grupo. La idea de ir con ellos fue de Juan Carlos, el Charly, después de verles actuar en Vallecas en el mes de noviembre. También agradecimientos a la gente de ScreamFor.Me, la cooperativa que lleva las actividades de Rockstion, y que también hicieron posible que pudiera disfrutar de una jornada tan bella. Y también agradecido estoy a los chicos y chicas de Los Ecuaces, que tuvieron una gran dosis de paciencia que provocó que la noche no se torciera de manera dramática.

No hay nada como rodearse de la gente auténtica del rock, recomiendo vivamente que cualquiera que quiera y pueda, lo pruebe, porque es garantía de acabar felices y sonrientes. Tras un día como ese sábado, no cabe más que sentirse un privilegiado. Por eso, no me cabe duda de que Rockstion y yo volveremos a encontrarnos por el camino.

bluebird Comunicación
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