«La edad de oro» de las series es, más que una expresión, una excusa. Todos aquellos críticos que a lo largo de los 90 atacaron u obviaron shows más que decentes —como ‘Expediente X’, ‘Seinfeld’ o ‘Frasier’—, un día se despertaron y se dieron cuenta de que estaban equivocados. Las producciones de mediados de los 2000 y, sobre todo, el gran público les estaban por fin cerrando la boca, se estaban dando cuenta de que en televisión siempre había habido talento y saber hacer. Que ellos habían cometido el error de despreciar o, simplemente, obviar producciones con un talento y una imaginación extraordinarias.
Pero, como el gremio de la crítica era extraordinariamente orgulloso, se negó a aceptar el error cometido. Así se inventó la odiosa frase. «La televisión buena comienza con Los Soprano» o «Breaking Bad demostró que las series podían ser mejores que el cine» son frases que nos deberían dar repelús porque se olvidan de series de auténtica calidad de los 80 y los 90. Y no hablo de talentos escondidos como ‘Buffy Cazavampiros’, ‘Dawson Crece’ o ‘Star Trek: The Next Generation’. Cada vez que decimos «la edad de oro de las series comenzó con la HBO» cometemos el error de olvidar y no investigar, estamos pasando por alto auténticas joyas arriesgadas y preciosas. Este tipo de afirmaciones categóricas siempre son erróneas. Y uno de los mejores ejemplos de que «la edad de oro de las series comenzó con ‘The Wire’» es mentira es ‘Twin Peaks’.
Laura Palmer ha muerto asesinada. La han encontrado envuelta en plástico a las orillas del lago de Twin Peaks. Nadie sabe porqué. Nadie sabe cómo. En realidad, parece que nadie conocía a Laura Palmer. Al pueblo llega el agente Dale Cooper, que se encargará de la investigación, ya que existe una relación con casos previos. A lo largo de las dos temporadas de la serie, se descubre una maraña de secretos y mentiras que abarcan todo el pueblo y que parecen tener a Laura en su centro.
A pesar de no emitirse en un horario respetable desde hace más de una década —la última reposición en España se pudo ver en los primeros días de Cuatro, allá por el 2006 a altas horas de la madrugada— todo el mundo parece haber visto la producción de la ABC. Estrenada en 1990, llegó y arrasó. Con sólo dos temporadas, continúa viva en la mente de los espectadores casi 30 años después de su emisión inicial. Kyle MacLachlan no ha conseguido deshacerse del fantasma del agente Cooper, un personaje tan carismático como inteligente, y la banda sonora de Angelo Badalamenti se ha convertido en una de las piezas claves de la historia televisiva.
Siendo rápidos y claros: No cambió la televisión, porque nadie se ha atrevido jamás a repetir las locuras que se hicieron en la serie. Y aunque se intentase, saldría mal (véase ‘Wayward Pines’).
La dirección es única, los escenarios están trabajados de forma ejemplar, la comedia y el drama se combinan de forma espectacular con escenas oníricas muy complejas que han quitado el sueño a demasiados espectadores. Y lo que es más importante: los personajes son inolvidables. La mujer del leño, el sheriff Truman, Andy Brennan, Albert Rosenfield —interpretado por el recientemente fallecido Miguel Ferrer— o el propio Bob mueven la trama a través de conversaciones absurdas que se complica hasta el infinito.
Todo ello son ejemplos del mejor David Lynch y Mark Frost, que mezclaron con maestría la soap opera con el cine experimental y el análisis de la América profunda.
Quizá por ello, cuando el año pasado se anunció que la serie volvería a la televisión para una tercera temporada, la CBS ofreció a David Lynch absolutamente todo lo que tenía. Un contrato que —se comenta, se rumorea— ronda los millones de dólares, absoluta libertad creativa, y un reparto de lujo. Sé que suena a tópico lo de reparto de lujo, pero repasemos algunos nombres: Michael Cera, Ashley Judd, Jennifer Jason Leigh, Amanda Seyfried o Naomi Watts. Por no hablar de los ya obligatorios Kyle MacLachlan , Sherilyn Fenn y Ray Wise.
Escribir sobre ‘Twin Peaks’ sin soltar obviedades es difícil. Todos sabemos que no hay otra serie igual. Cada uno de los 30 episodios han sido analizados a conciencia mil veces antes y cada uno de los personajes de la serie cuenta con tantos análisis como adictos a la buena televisión hay en el mundo. Las leyendas que la rodean son innumerables: Desde la adicción de Mijail Gorbachov a la serie —que incluso llegó a pedir al entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, que descubriese para él quien mató a Laura Palmer— a todas las anécdotas del rodaje —entre ellas, que Lynch y Frost no querían revelar la identidad del asesino de Laura, pero la cadena les obligó—.
Nunca se ha vuelto a hacer otra serie como ‘Twin Peaks’. Es imposible que se llegue a esas cotas de maestría. Pero… ¿Os acordáis de lo que dije al principio de la frases categóricas siendo erróneas, verdad?
Dinamarca, 1992. Un director de cine de los que son alabados por críticos octogenarios enamorados de la revolución del 68 crea su propia productora para poder grabar con libertad absoluta. Pronto le llega un encargo de la mano de la televisión danesa que le ofrece realizar básicamente la serie que le dé la gana. Libertad creativa total. Esto a día de hoy parece una locura, pero es que en aquella época nadie sabía muy bien de qué era capaz Lars Von Trier. Así nació ‘Riget‘.
El hospital Riget es uno de los centros médicos más importantes de Dinamarca. En él, la rivalidad entre médicos está a la orden del día, los estudiantes con sus inocentadas causan estragos y por todas partes circulan fantasmas. Y es que el hospital está maldito, cosa que tan sólo son capaces de ver espiritistas y enfermos de mente abierta.
Al igual que con ‘Twin Peaks’, la trama de ‘Riget’ no es fácil de digerir. Hay cientos de líneas de acción, una cantidad de personajes excesiva, monólogos complejos, secuencias oníricas y dos temporadas de finales extraños. A todo ello, sumémosle que el propio Von Trier aparece durante los créditos para hacer un breve y críptico resumen de lo visto en el capítulo.
A una escala superficial, la serie trata sobre las tensiones entre médicos, pacientes y personal administrativo de un hospital Danés. Pero también trata sobre la eterna batalla entre el bien y el mal, la relación entre los vivos y los muertos y la ciencia con lo paranormal. Es una combinación de dos ideas, de dos aspectos en constante batalla.
Ya el propio prólogo, que se repite en cada capítulo, plantea una base de conflicto: el hospital en el que está ambientada la serie se encuentra sobre antiguos estanques de blanqueo de ropa, lugares en los que reinaba la superstición y que están destruyendo los pilares sobre los que se asienta el hospital en la actualidad. La base de la serie, así como de la arquitectura del hospital, es el conflicto.
Ocurre una cosa muy extraña con ‘Riget’: Está grabada casi por completo con cámaras digitales, y cuenta con unos tonos sepia completamente fuera de lugar, que a primera vista provocan rechazo en el espectador. Los efectos especiales son toscos y se utilizan apenas pequeñas transiciones. Los narradores son dos jóvenes con síndrome de Down que lavan platos en los sótanos del hospital. Todos estos detalles, que podrían parecer defectos en cualquier director y que desactualizarían a cualquier otra serie en cuestión de dos o tres años, Von Trier los convierte en un aspecto a favor.
‘Riget’ es tremendamente original porque crea sus propios defectos, y con el paso de los capítulos, se convierten en virtudes, algo que se nota incluso en su historia. Básicamente, es un milagro que la serie funcionase. La primera temporada de cuatro capítulos de hora y media parece lenta y aburrida, pero en realidad, silenciosamente, se está construyendo una trama gigantesca y compleja, que estalla —casi literalmente— en el último capítulo.
‘Riget’ fue un gran éxito tanto a nivel profesional como de crecimiento personal para von Trier. Se puede ver como funciona de base para el Dogma 95 que desarrolló el director danés en colaboración con Thomas Vinterberg y que detuvo la producción de la segunda temporada hasta 1997. La serie terminó —al igual que ‘Twin Peaks’— con la promesa de una siguiente parte. Sin embargo, con el paso de los años, hasta cuatro actores principales murieron en diferentes circunstancias, y a pesar de tener el guión escrito, Von Trier no vio sentido a hacer la serie sin ellos. Stephen King se encargaría de un remake en 2004, titulado ‘The Kingdom’, pero que tuvo más bien poco éxito.
A pesar de todos sus parecidos —especialmente en cuanto a tono, forma y técnica narrativa— con la serie de Lynch, Von Trier no trata en ningún momento de homenajear ni plagiar la idea original del director estadounidense. Ambas series pertenecen a un género inclasificable, siempre a medio camino entre la comedia y el terror, o el terror y el drama, o la soap opera y la comedia. Ambas creaciones sientan los antecedentes de series como ‘American Horror Story’, ‘True Detective‘, ‘Channel Zero’ o ‘Penny Dreadful’. Ambas son únicas, irrepetibles. Eternamente homenajeadas y revisadas. Son ejemplos perfectos de que siempre ha existido buena televisión. La edad de oro de las series es una mentira. Pero eso es otra afirmación categórica que se puede desmontar fácilmente.
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