Es difícil. Por dónde empezar… tal vez por el principio, ¿no? Bien. Pues lo primero, ‘El Hobbit’, el libro, es realmente un cuento. Como un epílogo para la posterior trilogía de ‘El Señor de los Anillos’. Para que nos hagamos una idea, son como esas patatas fritas o esas aceitunitas que te sirven en un bar con la caña, previas y como aperitivo a la posterior comilona.
Pues, siguiendo con el ejemplo, es como si Peter Jackson hubiera intentado hacer de esas aceitunas en un plato pequeño, tres raciones grandes y hermosas. De las que no dejan con hambre. Pero se le ha ido mucho de las manos. No quiero parecer su particular Chicote, pero digamos que se ha creído David Muñoz para hacer un DiverXo, y al final se ha marcado una chapuza de andar por casa para cenar, cuando no te queda nada más en el frigorífico que, prácticamente, ese yogur caducado, acompañado del mítico limón pocho. Es decir, por más que quieras, tienes lo que tienes. Y si te vas a poner a inventar con esas aceitunas para convertirlas en raciones, más te vale que pilles buenos ingredientes extra. O que, al menos, le sepas dar coherencia sin desvirtuar las aceitunas. Porque en la primera y en la segunda, salva la situación y, aun así, dejan muchas cosas que desear. Pero en la tercera se te ha ido de vicio. Porque ya era vicio. Vicioso.
Y es que por mucho que las aceitunas sean de primera, si no le das sentido dentro del “todo” que pretendes crear, todo pierde lógica y razón. Y te queda una chapuza. Es decir, hablemos claro. Tienes buenos actores, una gran obra universal y la posibilidad de hacer guiños a tu “ópera prima” sin necesidad de marear la historia real y principal. Y encima tienes dinero para hacerlo. Pues esto también me recuerda a los “puedo y no quiero”, que son incluso peor que los “quiero y no puedo”. Es como poder comprarte a tocateja un cochazo en toda regla, y preferir comprarte un 206 de segunda mano y gastarte el resto en extras. Que encima serán cutres, de tunning, y horteras. Sin gusto.
Obvias como aparecen las criaturas en la batalla, enlazas fatal la historia del dragón de la segunda a la tercera, y encima decides que Légolas sea el primer practicante de Parkour de la historia de la Tierra Media. (Eso sí que fue cutre…). En fin, ya para concluir con las metáforas sobre esta película, se podría resumir diciendo que es una saga, en la cual se quiso estirar tanto el chicle que, al final, se rompió. Y de los que encima, luego, te pegan el latigazo en la cara.