El profesor que todos quisimos tener tenía la cara de Robin Williams y sus clases iban más allá del temario establecido. Sus clases se convertían en lecciones de vida.
El profesor que todos quisimos tener nos abrió los ojos. Nos hizo importantes al mostrarnos que todos y cada uno de nosotros podíamos contribuir a la belleza con un verso.
El profesor que todos quisimos tener provocó que, apenas unos niños, nos acercáramos a la biblioteca a pedir un libro de Walt Withman. Y que, a solas, nos subiéramos al escritorio de nuestra habitación a recitar eso de “oh, capitán, mi capitán”.
El profesor que todos quisimos tener nos dejó ayer un poco más solos, un poco más doloridos, un poco más viejos, como si nos hubieran arrancado la poesía que destila ese lugar mágico llamado infancia.
Pero es que, además, el profesor que todos quisimos tener nos enseñó qué demonios era eso del amor en ‘El indomable Will Hunting’…
El profesor que todos quisimos tener volvió a Nunca Jamás, de donde ninguno tendríamos que haber salido, en ‘Hook’…
El profesor que todos quisimos tener hizo sonreír a los que más se lo merecen en ‘Patch Adams’…
El profesor que todos quisimos tener fue, también, el padre que muchos quisieran tener en ‘La señora Doubtfire’…
Hasta siempre, Robin Williams.