Me encanta la poesía. Me encantan los poemas. Adoro los libros de poesía. Me gusta mucho escribir poemas. Mucha gente me dice «yo no se leer poesía, no la entiendo». Vale. ¿Sabes leer? ¿Entiendes las palabras? Si has contestado afirmativamente a las dos preguntas, vas por el buen camino. Ahora paladea cada palabra, cada verso. Representa en tu cabeza las imágenes del poema. Hazlas avanzar como si fuera una película. La sucesión, la suave cadencia de las estrofas. Déjate llevar. Relee el poema una y otra vez. Intenta pensar más allá de la prosa, más allá de lo que significan las palabras. Imagínate qué quiere decir el autor. ¿De qué mierda está hablando?
Así lo hago yo. Creo que no existe una fórmula mágica para leer poesía, igual que no existe una fórmula para escribir poemas. En una ocasión, Octavio Paz dijo: «Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro». Para mí, eso significa que cada poema le dice algo diferente a cada persona. Incluso le dice algo diferente a la misma persona si lo lee en diferentes momentos de su vida. Ahí radica la magia de la poesía.
Puede que ésto lo lea alguien y se lleve las manos a la cabeza. Puede que algún sesudo especialista diga:«Tienes que conocer al autor. Tienes que conocer la obra. Tienes que entender la época, las circunstancias de su escritura. La arquitectura del poema. La escuela a la que pertenece, etc.». Todo eso me parece muy bien, pero adicional. Un plus, si quieres. Pero si el poema no te entra, no saca algo de ti, no te interpela, da lo mismo. Como si estuvieras leyendo un prospecto de algún medicamento. O el cartón de la leche.
Dicho esto, os quiero enseñar aquellos libros de poesía que han ido marcando mi vida, por una u otra razón, y que siempre recomiendo. En estos libros están, a mi juicio, algunos de los mejores poemas de todos los tiempos. Y de los peores también. Aquellos a los que acudo desde hace tiempo y que siempre tienen algo nuevo que decirme. Aquellos que siento como propios. Por eso destaco algunos de los versos que más me emocionan, pues como dijo Bécquer: «No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía».
T.S. Eliot: ‘La tierra baldía’
¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas
Brotan de este cascajo? Hijo de hombre,
Tú no puedes decirlo, ni imaginarlo, pues sólo conoces
Un cúmulo de imágenes donde reverbera el sol.
El árbol seco no cobija, el grillo canta monocorde,
La estéril piedra no mana agua. Sólo
Hay sombra bajo esta roca roja.
(Ven a la sombra de esta roca roja),
Voy a enseñarte algo diferente
De tu sombra que marcha a largos pasos contigo en la mañana,
0 de tu sombra, irguiéndose al ocaso para ir a tu encuentro;
Voy a enseñarte lo que es el miedo en un puñado de polvo.
Leopoldo María Panero y Félix Caballero: ‘Presentación del Superhombre’
Ángel, libérame del pecado de ser
De la atroz caída en picado de la existencia
De la atroz sílaba del viento
Oh espejo en que no hay ojos: mírame
Mírame sin ningún ojo
Haz una sopa con mi cabeza
Y llámala poema
Poema destinado al olvido y la silencio.
John Keats: ‘Odas y sonetos’
¡Oh diosa! Escucha estos versos silentes arrancados
por la dulce coacción y la memoria amada,
y perdona que cante tus secretos
incluso en tus suaves oídos aconchados.
¿Soñé hoy acaso, o es que he visto
a Psique alada con ojos despiertos?
Vagaba descuidado por un bosque sin razón ni cuidado,
y observé de repente, lleno de sorpresa
dos hermosas criaturas que juntas yacían,
sobre la hierba crecida bajo un techo de hojas
que susurran y flores temblorosas y fluía
un arroyuelo perceptible apenas.
Walt Whitman: ‘Hojas de hierba’
Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros
y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena…
y que el escuerzo es una obra de arte para los gustos más exigentes…
y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas.
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas.
Creo en ti alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti
ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta.
Ezra Pound: ‘Personae’
Ven, apiadémonos de los que tienen más fortuna que nosotros.
Ven, amiga, y recuerda
que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos,
y nosotros tenemos amigos en vez de mayordomos.
Ven, apiadémonos de los casados y de los solteros.
La aurora entra con sus pies diminutos
como una dorada Pavlova,
y yo estoy cerca de mi deseo.
Nada hay en la vida que sea mejor
que esta hora de limpia frescura,
la hora de despertarnos juntos.
Friedrich Schiller: ‘Lírica del pensamiento’
De la poesía cuando el velo mágico
ceñía gracioso aún la verdad,
plenitud vital la creación manaba
y lo que jamás ha de sentir, sentía.
A fin de estrecharla de amor sobre el pecho,
Superior nobleza a la natura dióse.
Todo a la mirada iniciada mostraba,
todo, la huella de un dios.

Arthur Rimbaud: ‘Poesías’
En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.¡Monseñor Belzebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un buen zapatillazo
les obliga a bailar ritmos de Villancico!Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.
Federico García Lorca: Romancero Gitano
La luna vino a la fragua
con su polizón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Hasta aquí mis libros preferidos de poesía. Con alguno de los versos que más me han marcado a lo largo de mi vida. Podría haberos explicado algo sobre el autor, o decir en que año escribió cada libro. O sus manías, sus costumbres, su afiliación política. ¿Pero qué mejor que una muestra para explicarme? Sed buenos. Y leed. Aunque sea poesía.
Fotografía: Thomas Hawk ©