La familia es una nido de perversiones.
-Simone de Beauvoir-
Una niña de siete años que sueña con ganar un concurso de belleza infantil en California. Un padre aspirante a coach que es exactamente la antítesis de un ganador. Un abuelo cocainómano. Una madre ama de casa abnegada que, noche tras noche, encarga pollo frito para cenar. Un tío experto en Marcel Proust, cuyos vaivenes personales y profesionales le abocan al intento de suicidio. Y un hermano adolescente que, desde hace meses, ha hecho un voto de silencio.
Este es, a grandes rasgos, el panorama familiar de la pequeña Olive Hoover, cuya máxima ilusión es convertirse en reina de belleza, a pesar de su amor por los kilos de helado de chocolate y sus espantosas gafas de pasta.
‘Pequeña Miss Sunshine‘ se rodó en tal solo 30 días bajo el formato de road movie y no deja indiferente.
Una película aparentemente ridícula que hace que el espectador bucee en sus propias vivencias. Una historia de ganadores y perdedores, donde la mera participación no cabe. Si no ganas, no eres. Así.
Y hace pensar en lo ridículo e hipócrita de la sociedad norteamericana, que, al final, somos todos. En el infierno al que nos ha conducido el capitalismo, en la deshumanización de una sociedad que no alcanza a ver más allá de la esquina.
Ganar, perder, consumir, triunfar. No hay medias tintas. «Si no eres capaz de ganar mejor no existas», parece que resuena en nuestros oídos cada vez que perdemos una oportunidad.
Olive Hoover y una Volkswagen Combi sin embrague son el hilo conductor de una película que bucea en las relaciones interpersonales y familiares y que deja al descubierto la podredumbre mental a la que estamos siendo conducidos.
Pequeña Miss Sunshine no será nunca una reina de belleza, pero sí una niña que lo intenta todo y que hace valer su autoestima por encima de la estupidez humana.
Todos podríamos ser Olive, pero pocos lo intentan, para eso, habría que salirse del rebaño y no todos tienen el valor de abandonarlo.
«La locura, a veces, no es más que la razón presentada bajo diferente forma», dijo Goethe.
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