Fue un escritor obsesivo y un lector incansable. Fue también, durante 15 años de su vida, un vagabundo. Huyó de su Buenos Aires natal cuando ya era una figura aclamada por la crítica y respetada por grandes escritores como Cortázar. Traducido en Europa, cosechó cierto éxito a través de párrafos soltados con rabia y de una falta de trama en sus libros confusa y magnética. «No hay que escribir nada que pueda contarse por teléfono», afirmaba. Néstor Sánchez fue un escritor al margen. Nunca trabajó como periodista, ni hizo publicidad, ni se presentó a certámenes literarios. Su condición de rebelde le dio ciertos aires de Kerouac, pero sin el glamour americano. Fue allí, en una playa de Los Ángeles en la que dormía, donde su hijo le rescató para devolverle a casa. Volvió con un conjunto de cuentos y prometió no escribir nunca más. No lo hizo. Desde entonces, (sobre)vivió al borde de un precipicio que marcó toda su vida.
Con sus dos primeras novelas, ‘Nosotros dos’ y ‘Siberia Blues’, se gana el apodo de escritor vanguardista de la época. Se presenta con una escritura libre, fuera de cualquier concepto, de cualquier corriente. Cientos de páginas llenas de música y de imágenes. Retazos de la miseria más cruel de Buenos Aires.
Gracias a estos dos grandes éxitos, Sánchez empieza a construir una carrera en ascenso, en paralelo al gran boom latinoamericano. En ese ascenso, viaja a Perú y se apunta a la Escuela del Cuarto Camino de George Gurdjieff, un nombre que marcó su forma de vivir. Este místico ruso del siglo XIX que propugnaba la desautomatización y la ruptura de los hábitos como forma de recordarse a sí mismo, obsesionó al escritor casi hasta la locura. Tanto que adoptó ciertos métodos, que se basaban, entre otras cosas, en escribir y hacer todos los gestos cotidianos con la mano izquierda, o caminar durante horas con una piedra en un zapato, para sentir la iluminación del dolor.
En su cabeza, la literatura empieza a mezclarse con la metafísica y como resultado publica ‘El amhor, los orsinis y la muerte’, una mezcla de relatos al parecer inconexos en los que Sánchez busca «retomar una literatura subterránea, innombrable».
Llega 1970 y Sánchez emprende un viaje a Europa. Primero cae en Barcelona, donde apadrinado por Carmen Balcells, publica en Seix Barral sus tres obras y firma un contrato para la escribir la cuarta, ‘Cómico de la lengua’. Después viaja a París, ciudad en la que en 1975 comienza una caída que sería la tónica de su vida. En ese año muere su pequeña hija, de pocos meses de edad. Angustiado y depresivo, Sánchez empieza a tener alucinaciones auditivas que le ordenan caminar durante varios días, perdiendo ropa y puntos de referencia.
Separado de su pareja y peleado de todos sus amigos, el escritor se aleja de la literatura y viaja hasta Los Ángeles y Nueva York. Aún obsesionado por las palabras de Gurdjieff, Sánchez camina y camina convertido en otro vagabundo más de la gran ciudad.
Fotografía: nestorsanchezescritor.com ©
Estimado Manú Pérez:
Siempre es un placer leer artículos sobre grandes escritores. Me atrevo a decirte que este artículo tiene algunos errores biográficos que quizá valga la pena corregir; el título correcto es «el amhor, los orsinis y la muerte», el año de la muerte de la hija sucede en 1972 y, antes de Barcelona, fue Roma. Los años de «vagabundo» es de 8 años realmente, la mitad de lo que anuncias. Hay otras erratas pero que me resultan comprensibles por la falta de formación. Actualmente colaboro en la próxima biografía de Néstor Sánchez donde espero se puedan elucidar muchos puntos. Recibe un cordial saludo.