‘Mascotas’, ternura divertida

Permitidme que exagere: La introducción a la historia de amor entre Katie y Max con la que arranca ‘Mascotas’ es, humana y cinematográficamente, comparable a la de Carl y Ellie en ‘Up’. Con la pequeña diferencia de que Katie es mujer y Max un perro. ¿Pero y qué? ¿Dónde está escrito a quién debemos querer más o quién debe ser nuestro mejor amigo?

Leía la semana pasada, con lágrimas en los ojos, en la preciosa —y durísima— despedida de Micaela, de Sr. Perro, a Colega lo siguiente: «Colega, mi primer perro, cambió mi mundo para siempre. Me es del todo indiferente que suene como suena: le quiero y le he querido más que a nadie. Con un perro no hay barreras».

Sobre todo, porque ellos no las tienen. Y Max ama a Katie más de lo que nunca nadie que se haga llamar ser “humano” podrá amar. Eso lo sabe cualquiera que tenga la suerte de convivir con un perro, los mismos que entramos en el cine a ver este filme con el corazón robado de antemano. ¡Así no hay quien sea objetiva! ¡Ni falta que hace!

Porque sí. Me gusta mi perra por encima de todas las cosas, pero también me gustan los perros. Todos los perros. Hasta los de peluche o los de dibujos animados. Y, claro, Max y compañía tardaron más o menos medio segundo en conquistarme por completo. ¿Cómo no si en cada uno de sus gestos y sus actitudes veía a Anika? ¡Ay!

Por eso no me importó que la película, tras empezar arriba del todo —con una lección magistral de cine sobre cómo presentar a los personajes de una historia—, se desinflara un poquito, irremediablemente.

La trama nos cuenta la historia de Max cuando tiene que enfrentarse a la llegada de un hermano, Duke, un enorme y tierno chucho al que Katie rescata de una muerte segura en la perrera municipal de Nueva York. ¿Os suena, verdad? Efectivamente, tiene un poso a ‘Toy Story’ que, sin embargo, no le hace perder entidad propia. Porque aquí sí, aquí hablamos de perros, aquí claro que hay «un amigo en mí», el más incondicional.

Precisamente, junto a Max y Duke aparecen en escena toda una suerte de mascotas. Y probablemente sea Bridget, la vecina pija, una pomerania de pompón y lazo, quien mejor representa los valores caninos: fidelidad, amor, amistad, amor, lealtad, amor, honestidad, amor… No hace falta seguir.

Pero que no se enfaden los que prefieren a los gatos, que también hay un buen puñado. Con sus luces, sus sombras y eso que hace a los gatos tan… ¡Gatos! Por la gran pantalla desfila, por ejemplo, la genial Chloe, dispuesta a robarnos una carcajada (vamos, eso que suelen hacer los gatos, seguramente sin querer), y una pandilla de gatos callejeros que pretenden dejar a la altura del betún a las temibles siamesas de ‘La dama y el vagabundo’.

Como no sólo de gatos y perros vive el espectador de cine y toda película de aventuras que se precie necesita un villano, en ‘Mascotas’ tendrá forma de adorable conejito. Pompón es un bicho chiflado, cuya misión en la vida es liderar un ejército de animales abandonados para vengarse de los humanos. Aquí, de nuevo, vuelven las referencias a ‘Toy Story’.

Pero hay muchas más: ‘Grease’, ‘Con faldas y a lo loco’ o ‘Súper Mario’ son sólo algunas de una película que, al final, hizo aplaudir a una sala de cine repleta de niños. Y eso no tiene precio. Como tampoco lo tiene el amor de un perro.

bluebird Comunicación
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