¿Nunca se ha planteado el drama que puede suponerle a ese señor que ve siempre en la cafetería el hecho de no poder tomarse un café exactamente como a él le place? ¿O lo que pasa cuando uno no tiene sexo con toda la frecuencia que desearía? ¿Y si lo único que anhela con toda el alma es celebrar que cumple un año más con una borrachera del quince y que alguien le cante el ‘Cumpleaños feliz’? ¿Alguna vez ha sentido la necesidad de exhibirse y saberse observado? Si se encontrase una lámpara en la calle, ¿no correría a comprobar si frotándola se le aparece un genio? ¿Qué le pediría? ¿Ha pensado alguna vez qué necesita usted realmente?
La vida va, entre otras cosas, de necesitar: personas, objetos, viajes, ilusión, música, abrazos, emociones. Aunque no todos necesitamos lo mismo, ni de la misma manera, al final todos acabamos coincidiendo –aun tangencialmente– en nuestra búsqueda. Y esa es la esencia de la nueva producción del andaluz Pablo CanoSales, ‘La necesidad del náufrago’: una pequeña y divertida obra que mezcla ironía, política, amor, sexo y nostalgia entre otros muchos ingredientes, y que tiene como hilo conductor esa confluencia de deseos y necesidades –algunas intrínsecas, otras creadas, pero casi todas urgentes e inaplazables– tan humanas. Esta nueva apuesta de Sieteatro Producciones llegó a la sala madrileña El Umbral de Primavera el pasado mes para asombrar al público todos los sábados. Los pases en octubre tienen lugar los viernes.
La enigmática torre de sillas que preside el centro de la escena al principio será fundamental en el desarrollo de la obra, pues se convertirán en cama, cafetería u oficina, por ejemplo. En todo momento facilitan un diálogo entre la trama y el espectador y consiguen que éste se implique en la narrativa, ya que, entre otras posibilidades dramáticas, parecen inspirar una invitación a que cada cual, personaje o persona, se sienta libre de tomar asiento –o subirse en ella– y contarle al mundo qué necesita, qué busca o desea. Un gran punto a favor de la obra, y un juego psicológico muy bien exprimido.
Cuatro voces (las de Carmen Valverde, Javier Prieto, Víctor Nacarino y Diego Cabarcos) que dan vida a decenas de diferentes personajes anónimos componen el reparto que llena de color una pequeña sala. El texto golpea, eso sí, con puntos de humor muy nuestro: resucita a Franco de la misma manera que se planta para hacer sátira en la misma oficina del INEM. El talento de los intérpretes es incuestionable, desde que se arrancan con una conversación cruzada a cuatro bandas hasta que ponen punto final a un guion equilibrado e inteligente. Un atrezzo tan simple como efectivo y una cuidada escenografía a cargo de Tania Tajadura logran que nos convirtamos rápidamente en cómplices de una narración dividida en breves capítulos: ‘El amigo escritor’, ‘Buenos días’, ‘La fotografía’, ‘Boris Vian’… Especialmente estupendos son los sketches ‘Cuarteto de suelo’, en el que Carmen Valverde está brillante al relatar con todo lujo de detalles una experiencia sexual, y el divertidísimo ‘De verano’, en que el trío de actores se marca un Full Monty con un desparpajo tan natural que es imposible pasar por alto.
Después de ‘La necesidad del náufrago’, uno indaga y profundiza en sus propias necesidades desde otra perspectiva. Una apuesta fresca y divertida, que combina la ternura con la brillantez y que sorprenderá por su originalidad y audacia. Muy recomendable.