Si pretendes ver a Fred y Ginger bailar en ‘Sombrero de copa’, oír la voz y el buen hacer de Gene Kelly en ‘Cantando bajo la lluvia’, los colores y la magia con los que Victor Fleming dotó de vida a ‘El mago de Oz’, las letras pegadizas de ‘Sonrisas y lágrimas’, la BSO del ‘All that jazz’, de Bob Fosse, las coreografías múltiples y corales de ‘West Side Story’, la historia de amor entre Danny y Sandy en ‘Grease’ o la elegancia de Audrey Hepburn repitiendo una y otra vez aquello de «the rain in Spain stays mainly in the plain» en ‘My fair lady’, olvídate, ‘La La Land‘ no está hecha para ti.
Sí, ‘La La Land’ no es ninguna de estas películas, ni probablemente llegue a la excelencia de los puntos fuertes de lo citado en ellas, pero reúne todas y cada una de las características mencionadas. Hacía ya demasiado tiempo que Hollywood no nos regalaba un musical de estas características, uno como los de antes, como los de la época dorara donde los Astaire, Kelly, Rogers o Martin lucían, bailaban y cantaban con luz y voz propias, llevando un género a la gran pantalla, que hizo que muchos nos enamoráramos de él nada más oír los primeros compases de sus canciones.
La historia de amor entre Mia y Sebastian no tiene nada del otro mundo, algo que, en mi opinión, la hace más especial aún. El arranque es sencillamente brillante y espectacular, gracias a esa maravillosa y primera secuencia que te dibuja una sonrisa en la cara, que ya no se te quita en todas y cada una de las coreografías de la película. Una explosión de ritmo y color que llega a contagiar a la mayoría de los espectadores en la sala para acabar con un final perfectamente solucionado y completamente novedoso en el género.
La interpretación de Ryan Gosling es más que correcta, ceñido a esa imagen de perdedor a la que le tiene tomada la medida a la perfección y con la que logra empatizar con el público. Lo de Emma Stone es otro cantar —y bailar—, como es habitual. Está maravillosa, su dulzura y naturalidad hace que te enamores de ella desde el primerísimo primer plano en el que la ves y con un monólogo que, más que probablemente, le haga ganar la estatuilla dorada tras su éxito en los Globos Oro.
Si os gustan los musicales es imprescindible. Si os enamorasteis del cine de Hollywood de niños no dejéis de verla, os volveréis a enamorar. Si compartís esta afición con alguien a quien queréis, ya tardáis en ir. Yo de sé de alguien a quien le habría encantando, alguien que tiene la culpa de que desde bien pequeño me quedara embobado con Astaire, Rogers, Kelly, Hudson, Hepburn, Andrews o Dean.