Es imposible caer en la cuenta de Instagram del fotógrafo de Omar Z. Robles y no prendarse de la belleza y la delicadeza que desprenden sus imágenes. De la belleza y la delicadeza que desprende el ballet, su musa e inspiración.
Cuenta en su página web este fotógrafo puertorriqueño que la culpa de todo la tiene el mimo Marcel Marceau, quien le mostró cómo interpretar el mundo, a través de la sutilidad del movimiento. Y, así, con esa misma fragilidad, plasma a sus bailarinas.
Pero no lo hace sobre el escenario, no. La danza, aquí, se hace vida. La que rezuman las calles de ciudades como Nueva York, La Habana o Seatle.
Porque la música que nos mueve ya no tiene que ser lo que era. Puede hallarse en el bullicio de las calles más transitadas del mundo. Quizá ahí se esconda la magia que nos mueva. Las musas, tan reales y ficticias como sirenas bajo la lluvia, que no pueden bailar al uso, pero pueden hacer mucho más.
Contaba Martha Graham que la gente le preguntaba por qué había elegido ser bailarina. «Yo no lo elegí. Fui elegida para ser una bailarina y, con ello, vives toda tu vida», respondía.
Está claro que Omar también fue elegido: Para ser fotógrafo y seguir mostrándonos la vida, la más delicada.