Laika —el mismo estudio que nos regaló genialidades como ‘Coraline’, ‘El alucinante mundo de Norman’ y ‘Los Boxtrolls’— vuelve a sorprendernos con el proyecto más ambicioso dentro de su hasta ahora corto repertorio. Con ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ estamos en presencia de la cinta de animación más completa del año y, sin temor a decirlo, una joya con perfil atemporal eclipsada por propuestas más comerciales. Tanto ha evolucionado el cine de animación en los últimos tiempos que genera con sus obras una expectativa igual, o superior, a algún blockbuster de turno. Así que es indudable el crecimiento argumental de las cintas y el cómo la profundidad de las historias colabora radicalmente a despojar esa costumbre de asociarlo directamente con tramas de corte infantil.
La animación hoy en día explora temas tan complejos como digeribles para el público, de esto se aprovechan las grandes productoras creando a su vez un fenómeno de merchandising digno de analizar. Si bien, lo último de Laika, un estudio relativamente joven en comparación a los pesos pesados de la industria, no se expone ni mucho menos, se percibe como un producto de carácter comercial a la altura de Pixar o Disney. Tampoco es que dichos elementos le hagan falta a la película del director Travis Knight, porque lo que echa en falta la cinta en cuanto a promoción le sobra en vigor y personalidad.
Kubo se gana la vida contando historias fantásticas que aprendió con su madre, sin llevar una vida tranquila e intentando ayudar a su progenitora a superar los demonios del pasado y a encontrar su camino espiritual. Aquellas aventuras que alguna vez fueron producto de su imaginación ahora se vuelven realidad.
Para retratar un poco el oficio que destila este filme, solamente para recrear la secuencia en la embarcación se necesitaron más de 19 meses de trabajo, por citar un solo ejemplo. Visualmente es agradable ser testigo del poder del stop motion como técnica y su complemento con la animación digital. Cuadro por cuadro, la labor es impecable, desde el diseño de los personajes hasta la recreación de los escenarios, sumado a la utilización del origami como recurso artesanal, el trabajo creativo roza la perfección. Knigth, quien casualmente es el CEO de Laika, materializa en su debut como realizador un proyecto tan íntimo como grandioso en un argumento tan actual como no perecedero: el de encontrar nuestro lugar en este mundo. Esa búsqueda individual de nuestro joven personaje en un viaje lleno de enseñanzas.
Quizá pueda pecar el guión de cierta parsimonia en su estructura narrativa. Este elemento, sin embargo, dota a la historia de la paciencia necesaria para una trama que sabe conjugar lo real y lo inverosímil con una sencillez extraordinaria, en una fábula que a partes iguales denota emotividad y tragedia.
El hecho de explotar un argumento universalmente conocido no hace de ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ una película para todos los gustos. No faltará a quien le parezca aburrida o muy edulcorada. Y esa ausencia de gancho mediático, pero con óptimo nivel artístico, la hace ser —salvando las distancias— más cercana al espíritu de Ghibli y más alejada del perfil Pixar. Por algo no está ni cerca de ser la película más rentable del estudio en términos de taquilla, pero se exhibe sin pudor como el punto más alto de la compañía en cuanto a lo artístico se refiere. Será inevitable que la búsqueda samurái de Kubo entre en las conversaciones para los Oscar. Por ahora, es mi favorita sentimental.