Es sencillo percatarse de las variadas herramientas de las que han tenido que hacer uso los cineastas actuales para desarrollar narraciones con un alto contenido histórico y así evitar sucumbir ante los clichés habituales dentro del género. De esta forma, han emergido filmes que se permiten la acción de profundizar e incluso ironizar sobre temas fundamentales en la historia, pero que son expuestos desde otra perspectiva.
En ‘Good bye, Lenin!’, cinta del director alemán Wolfgang Becker, nos trasladamos al pasado para presenciar un argumento cuya principal motivación es precisamente el aferrarse al mismo, a esos tiempos que fueron y no volverán, todo esto dentro de un guión elaborado de forma ágil y consciente de lo que quiere exponer. Estamos ante una cinta que mantiene un ritmo constante, sugerente y que además hace gala de un cuidadoso e interesante montaje que hace sentir al espectador estar en cierto contexto histórico. Becker no volvía al ruedo desde la aclamada ‘La vida en obras’. Así, retomó la silla de dirección con esta peculiar y motivadora historia.
Nos encontramos en la Alemania del Este de 1989, Christiane Kerner (Katrin Sass), seguidora del Partido Comunista, ha caído en coma tras sufrir un infarto, Kerner presenció de primera mano cómo su hijo participaba en una manifestación contra el Partido, algo inconcebible dentro su ideología. Cae el Muro de Berlín, pero ella no se ha enterado. Luego de ocho meses logra despertar, pero por recomendación del doctor no debe sufrir preocupaciones que puedan ocasionarle una recaíd. Es así como su hijo Alex (Daniel Brühl) hará lo impensable por construir en su imaginario una mentira que le haga creer que todo sigue igual y evitar así nuevas complicaciones a su salud.
Dicho esto, no estamos en presencia de una película que intente etiquetar a sus personajes de acuerdo a su condición partidista, en absoluto. Hablamos, en todo caso, de una genial matización que, en buena parte, es responsabilidad de Becker, quien funge como autor del guión en colaboración con Bernd Lichtenberg. No escatima el realizador alemán en las situaciones hilarantes y cómicas, factor que le otorga a cada secuencia cierto encanto en la puesta en escena, tampoco hay un exagerado sentimentalismo. Existe, dicho sea de paso, una aguda crítica al capitalismo actual y al comunismo de otrora, una representación fiel a la Alemania de la época. Los noticiarios falseados por parte de Alex para convencer a su madre de la integridad del partido son una plena analogía a lo que fue un pueblo que, de forma recurrente, fue engañado y manipulado por la maquinaria propagandística.
En cuanto a las actuaciones, son realmente sólidas, abunda la química entre los personajes, mención especial a Daniel Brühl, el actor alemán de origen español, en aquel entonces fuera de los focos, hoy presente en un número de proyectos de notable importancia se mostraba ante el público como un talento emergente. En definitiva, estamos ante una película ingeniosa, nostálgica y, sobre todo, humana, entretenida pero a su vez reflexiva, una propuesta interesante y original, muy apartada del cine mediático pero que se ha hecho un espacio entre la cultura cinematográfica.