«Es un disco de gente a la intemperie. De alguien parado en medio de una carretera que no ve el lugar de donde vino, ni puede divisar el sitio a donde va». Así se refiere David Llosa, el hombre tras Gatoperro, a ‘Cowboys’, su último trabajo.
Tres años después de aquel ‘Noches alegres, mañanas tristes‘ —y alejado ahora de la escena madrileña para afincarse a orillas del Mediterráneo— , parece haber encontrado junto al mar el sosiego necesario para parir un álbum sorprendente. El pintor de frescos etílicos, el viñetista bohemio de fraseo urgente, deja paso a un autor reposado, grave por momentos, que conviene paladear despacio.
Destellos de songwritter, letanías alucinadas, bolero western-mediterráneo, baladas borrascosas, galope urgente y medios tiempos de rock y guitarras encarnan esta versión evolucionada y ampliada de Gatoperro. El hedonismo festivo y autodestructivo de su anterior referencia salen de escena y en su lugar encontramos una amargura de terciopelo, un desencanto irreductible, que araña a la vez que seduce. Se baja la velocidad para ganar en intensidad. Ya no se busca placer, sino redención.
Y a pesar de su crudeza, ‘Cowboys’ respira una mayor humanidad que ‘Noches alegres, mañanas tristes’, donde todo el mundo quedaba mal parado. Aquí los pobladores de las canciones aparecen dotados de cierta dignidad, aun en la derrota, de cierta heroicidad minimalista.
Lo presenta el 3 de junio en Málaga, el 9 en Leganés, el 10 en Valladolid y el día 13 en la sala Galileo Galilei de Madrid.