Llamamos amor a lo que no es más que deseo, otra forma de consumo.
Hay libros que te habitan. En el dolor, la nostalgia, la reivindicación. Hay libros que se te agarran por dentro como si tú misma —antes, ahora, luego— te hubieses colado en ellos. Hay historias en las que no te quedas, porque ya estabas.
Qué honestidad. Qué talento. Qué manera de contar. Qué brutalidad es ‘Feliz final’, publicado recientemente por Seix Barral.
Después de leer, y releer, una a una, y una y otra vez, las historias de Richard Yates, pensé que nunca encontraría a nadie más capaz de desvelar el secreto mejor guardado, que no grita, susurra: el de la infelicidad cotidiana.
Pero, como un estruendo, ha aparecido Isaac Rosa para hablar del amor, ese concepto grandilocuente alrededor del cual orbitamos, haciendo equilibrismos sin saber muy bien por qué. Y lo aprovecha para lanzarnos a la cara otras ideas: el maldito capitalismo, los valores, la amistad, los sueños… Y la maternidad, la paternidad, cómo no, en la cúspide.
Impreso en la contraportada del libro leemos lo siguiente: «’Feliz final’ es una autopsia implacable». Y, como tal, como la muerte, te deja sin aliento. De una manera macabra, porque no puedes parar. Es tu reflejo el que te pide que continúes allí, en la historia de Antonio y Ángela, después de permitirte respirar hondo una vez y, si acaso, tomar la mano de la persona que duerme contigo. Porque seguís vivos y a vosotros no os va a pasar, no lo vais a permitir, vosotros sí vais a envejecer juntos.