Cuando me embarqué en la locura (maravillosa) de editar esta revista, no pensé que, con el paso de las semanas, iba a albergar tanto talento. Aquí comparten su arte excelentes ilustradores, fotógrafos extraordinarios y grandes escritores. Uno de ellos es Alejandro F. Orradre, quien acaba de publicar en papel su novela, ‘La Vida Leída’, con un tema recurrente en la literatura: el paso a la vida adulta, que, muchas veces, viene en forma de mazazo o profunda desilusión. Dice Alejandro en esta entrevista que cuando alguien se asoma a lo que escribe se asoma a una parte importante de su persona, quizá la más esencial, la que le define como ser humano. Amén.
«En el remoto Guardabarros, pueblo imaginario de la España rural, uno de sus habitantes empieza a leer libros de una manera compulsiva»… Es inevitable pensar en Don Quijote, ¿no crees?
Ciertamente es algo inevitable. Cuando empecé la redacción del capítulo, que es el primero de la novela, me di cuenta de ello a medida que iba escribiendo. A pesar de la coincidencia, no fue algo premeditado; la idea surgió de un deseo que siempre he tenido desde pequeño y que no es otra cosa que la de pasarme todo el tiempo del mundo leyendo sin parar. Así que podría decirse que estoy aquejado de una pequeña porción de locura de Don Quijote.
¿Qué es ‘La vida leída’, Alejandro?
Es la historia de todos nosotros, de cómo la vida hace que maduremos de formas que quizá nunca hubiésemos imaginado. Bruno, el protagonista, es sólo un ejemplo, una pequeña trama que se pierde en la infinidad de las experiencias humanas, pero que, sin duda, logrará que muchos lectores empaticen con él.
En buena parte, yo mismo sentí mientras escribía durante el verano pasado la novela que tanto Bruno como yo experimentábamos al mismo tiempo algunas de sus vivencias. El personaje no es autobiográfico pero es inevitable que lleve algo de mí en su esencia.
La novela hace especial hincapié en el paso de la adolescencia a la madurez. Es uno de esos temas recurrentes en la Literatura. Decía Alejandra Pizarnik «me avergüenzo de mi edad y no comprendo por qué, tan de repente, ya no soy una niña».
Crecer nunca es fácil y, en ocasiones, resulta aterrador e incomprensible. ¿Cuántas veces rememoramos nuestra infancia y la echamos de menos? Es una conciencia, la de la niñez, que vamos perdiendo progresivamente a medida que nos zambullimos en el mundo adulto y olvidamos lo que es mirar la realidad a través de los ojos de un niño.
En la novela trato de explicar lo que supone ese momento clave en la vida de todas las personas, ese paso de la niñez a la madurez que en ocasiones es traumático, otras incompleto y a veces invisible. El hecho que Bruno experimente su propia “transición” en un pueblo rural supone un marco que recrudece esa transformación.
Tengo entendido que el libro es autoeditado. La autoedición ha crecido un 78% en los último cinco años en nuestro país. ¿A qué crees que es debido?
Hay muchos factores que han influido en el fenómeno. Por un lado está la crisis en el mundo editorial, una terrible circunstancia que ha hecho que los autores noveles tengan muy difícil encontrar un hueco para sus obras dentro de unas editoriales que cada vez se sustentan más en lo seguro, cosa por otro lado comprensible. Otro factor que creo que es importante es la libertad como autor que te da el hecho de poder autopublicarte; tú pones las reglas, los tiempos y las exigencias.
Por otro lado, y sin suponer ello una contradicción, creo que muchos de los escritores que autopublicamos lo hacemos por mera autosatisfacción, más allá de intentar vivir de ello. Resulta muy difícil darse a conocer sin el apoyo de una editorial; sin ir más lejos soy consciente que jamás podré vivir de escribir o, por lo menos, las posibilidades son muy reducidas.
Así fue como el año pasado autoedité casi de manera casual una colección de relatos, ‘La Colina de Francis Turgus y otros relatos’, que había ido colgando en mi blog a lo largo de 2013. Un día un conocido me comentó la posibilidad de la autoedición y en menos de tres semanas estaba disponible en su versión digital; en aquellos momentos ya me rondaba la idea de escribir una novela y una cosa llevó a la otra…
¿Por qué esa necesidad de los escritores por publicar? ¿No tiene sentido escribir si no es para compartirlo?
Escribir siempre tiene sentido, sea para uno mismo o para ser editado, todo depende del momento y las intenciones del autor. Publicar es, bajo mi punto de vista, compartir algo de uno mismo; cuando alguien lee lo que escribo se asoma a una parte importante de mi persona, quizás la más esencial, la que me define como ser humano. Es algo así como una necesidad vital. Más allá de los reconocimientos o de las críticas compartir con los lectores mis historias es una manera de comunicación no presencial, un intercambio de alguna manera vital en la que, a través de mi imaginación, tiendo la mano para que cualquier persona que quiere viaje conmigo. Por eso también he decidido publicar la novela en formato de papel, al contrario de lo que había hecho con el libro de relatos; todavía quedan mucho románticos de la lectura que prefieren tener el libro entre sus manos al formato digital y, de paso, se amplían las posibilidades de que más gente pueda adquirir un ejemplar.
Aunque, para ser sincero, el hecho de poder ver un ejemplar de tu novela en una estantería es un subidón de ego que tampoco viene mal.
Estás trabajando en tu segunda novela, ¿qué nos puedes contar?
Eso es secreto profesional. (Risas). De lo poco que puedo decir destacaría que es una historia completamente distinta a ‘La Vida Leída’, con altas dosis de acción y un argumento que seguro que enganchará desde las primeras páginas. Considero que es importante para un escritor no estancarse en un estilo de historias, es por ello que en mi segunda novela busco mis propios límites. Estoy explorando algunas facetas que todavía son desconocidas para mí, pero espero poder tener la historia completamente viva a finales de este mismo año.
¿Un libro que todo escritor debería leer?
Creo que cualquier persona que desee embarcarse en la larga y difícil travesía de ser escritor no debería dejar de leer cualquier clásico de la literatura rusa, sobre todo la del siglo XIX.
Y, para terminar, ¿qué libro debería leer cuanto antes Bill Murray?
Creo que a Bill le gustaría mucho cualquier historia en la que su protagonista sea un entrañable hombre con depresión crónica.