Hoy Camarón cumpliría años. Muchos. 64 en concreto. Pero se fue cuando tenía 41 y así se quedará para siempre. Con su barba, su melena rizada, sus manos venosas…
Hay poco que decir de él, está todo dicho.
De su cante, de su magia, de su relación con Paco de Lucía, de su vida privada, de sus espantás, de las drogas…
Al fin y al cabo, Camarón es una rock star y poco nuevo se puede contar de una vida tan contada.
Cuando era niño, Camarón para mí no era más que un cantaor flamenco que se decía que se drogaba.
Eran tiempos donde el cine quinqui convertía en héroes al Vaquilla y al Torete.
San Blas, mi barrio por entonces, era un barrio muy deteriorado por la delincuencia juvenil y trágicamente sesgado por la heroína.
Yo vivía en un bloque de cuatro plantas con tres puertas por piso y en tres de las plantas había un yonky de heroína. Los tres murieron de sobredosis en menos de los cuatro años que viví allí.
Así que, de alguna manera, tuve a Camarón durante algún tiempo unido a un mundo un tanto sórdido, oscuro.
Recordaba la vuelta del cole pasando por los descampados donde montaban fogatas los chicos mayores del barrio que inhalaban pegamento mientras hacían trompos con coches como el Simca 1000 o los R8. Muchos con pegatinas translúcidas de la Sala Canciller en color azul a modo de parasol en las lunas delanteras. Y, claro, con las cintas de Camarón a todo volumen.
Camarón era lo que escuchaban aquellos chavales de pelos greñudos, pantalones ajustados y Yumas atadas a los tobillos, que presumían de atracar farmacias, dar tirones y robar coches.
Fue ya mucho más mayor cuando Camarón llego a mí de verdad. Cuando empecé a entender lo que decía y, sobre todo, cómo lo decía.
Estaba a punto de entrar en la veintena, con Camarón ya muerto, cuando en casa de un amigo le oí cantar:
La suerte y la inteligencia,
Se pelearon un día,
Y la suerte le decía,
Te voy a tratar sin conciencia,
Ya me perdonarás un día, ya me perdonarás un día…
¡Hostias! Me pareció brutal.
Escuchar a Camarón cantar de esa forma esas palabras me produjo un tembleque por dentro que dura hasta hoy.
Los siguientes meses me empapé de él. Lo escuché todo, me vi todo tipo de documentales (todavía en VHS) y me leí libros y entrevistas.
Era todo un camaronero.
Porque Camarón me enseñó mucho. Me decía cosas que muy pocos me decían y me importaba muy poco si en realidad las letras eran todas suyas o no. Era cómo me lo decía, era ese quejío que a nadie más se le oyó. Cualquier letra, Camarón la llevaba a algún sitio donde sólo los elegidos la pueden llevar.
Porque si algo tengo claro, no me cabe duda alguna, es que Camarón era un elegido.
Y esa fue una lección que aprendí acercándome a él.
Hay gente elegida. Hay gente que nace para hacer algo y que no saben hacer otra cosa.
Hay personas que parece que han venido al mundo para nuestro disfrute, que su vida no les pertenece, que su arte es nuestro. Y, a veces, se les hace muy grande el mundo.
Dice la leyenda que los royalties de las letras nunca los cobró, puesto que él cantaba y era otro el que de su puño y letra escribía las canciones.
Camarón apenas sabía escribir. Escribía mal y lento y con muchas faltas de ortografía, pero a quién coño le importa que no supiera escribir si él lo que hacía era tocarte el alma cantando…
Camarón nació para cantar y se convirtió en un dios viviente para aquellos que le pudieron escuchar en vivo. Aquellos que supieron que en aquel quejío había algo indescriptible.
Por eso a Camarón le vino grande Camarón.
Recuerdo imágenes suyas saliendo de algún barrio gitano y las gitanas acercándose con niños en los brazos al grito de «¡Camarón, toca a mi niño que está enfermo! ¡Ay, Camarón, sana a mi niño!».
Un hombre de orígenes humildes, que con 10 años se ganaba la vida cantando en las Ventas de San Fernando. Gitano, ocho hermanos, hijo de fragüeros…
Ese hombre dejó de ser hombre en vida y se convirtió en mucho más, mucho más que un cantaor de flamenco.
Algo parecido, y además en las mismas fechas, le estaba pasando a Maradona.
Otro elegido que no sabía hacer otra cosa. Otro que nació con una única función y al que le usurpamos su vida porque nos pertenecía…
Cuando a alguien que apenas sabe leer se le convierte en un dios, corre el riesgo de que no sepa, mejor dicho, no pueda, digerirlo. No creo que haya inteligencia humana capaz de asimilar algo así. Se tengan o no se tengan estudios.
Casualidad o no, a los dos les quedó muy grande el mundo y ambos se escondieron en el mismo sitio.
A Camarón le dolía la vida. No entendía el porqué de muchas cosas y se hacía preguntas…
Quizá no leyera mucho y no fuera un tío muy ilustrado, pero tenía inquietudes, tenía un gusano que hacía que de todo se quisiera empapar, como queriendo vivirlo todo y queriendo encontrar respuestas. Eso le hizo tener una sensibilidad que le llevó a ver la vida de una forma muy especial. A vivirla «en carne viva», de esa manera tan hirientemente absorbente de quienes son capaces de ver que el arte puede esconderse en un poema de Lorca o en un regate de Mágico González.
Nunca supo el por qué de las cosas, por eso su quejío era único, porque era un quejío desde lo más profundo. Lo soltaba porque tenía algo por dentro que no le permitía vivir tranquilo.
Por eso, Camarón es mucho más que un músico. Porque con su voz me ha enseñado el dolor más hondo, el dolor de no encontrar el sitio en este mundo. Lo difícil que es ir buscándolo y lo mucho que cuesta encontrarlo. Lo dramático de saber que no existe y la fatalidad de remediar tanto dolor hallando refugio donde la paz se pesa en gramos.
De todas las canciones de Camarón que me lo dicen todo hay una que me conmueve hasta la ternura.
Una canción en la que Camarón pide auxilio solo acompañado de unas palmas.
Este lamento no necesita guitarras.
Otra galaxia.
Disfruten.
Soy fragüero
yunque clavo y alcayataCuando los niños en la escuela
estudiaban pa’ el mañana
mi niñez era la fragua
yunque clavo y alcayataYo me pregunto mil veces
mi paso por este mundo
a quién le debo mis alegrías y mis penas
será al cielo y a la tierra
o a los senderos ocultos de la esferaEn mi soleá te espero
que cambien los caminos
de mis confusos sueños
porque no sé donde ir
detenerme o andar
quiero irme a otra galaxia
pa’ encontrar mi libertadSoy fragüero…
Me marcharé
donde se escuchan los ruidos
de los pájaros cantando
y del agua de los ríosMe llevaré conmigo
lo que tengo por fantasía
a mi Gema a mi Rocío
mi Luis pa qué mentarlo
quita el sentíoMe senté bajo un olivo
y brillaban las estrellas
iba dejando el camino
del peso de mis cadenasSoy fragüero…
¡Felicidades, compadre! Otro año más cumpliendo 41.
Gracias por el pellizco, que guapo. Ayer estaba repasando las entrevistas de Juan Moneo ‘el Torta’ y volvió a aparecer la enorme sombra del gigante Camarón. La que tiene con el Vagamundo va en el mismo sentido que lo que aquí describes.
Me ha encantado leer algo tan bien captado de Camarón . Otra Galaxia es todo un misterio para mí , como él también lo es, bajo una apariencia sencilla siempre digo que era un místico , podía expulsar el alma por los labios y herir la de cualquiera.
41 por siempre y una salvaje cabellera .