No hay tradición arraigada
más profunda en el ser vivo
que el momento decisivo
de morir y no ser nada.
No hay tradición más sagrada
que el llorar a los difuntos
olvidando más asuntos
que la tristeza que dejan
a los vivos que reflejan
la soledad en su cara.
Podría ser idiotez
esta tradición tan vieja
pues a quien el muerto deja
ya le duele la viudez.
Pero, a veces son los llantos
los que pronuncian dolores
y, aun con uso de folclores,
llevan al triste a aceptar
que la muerte va a llegar
y que tiene sus encantos.
Aprobado o no este duelo,
hay quien disfruta en exceso
transformándose en un preso
de la muerte cuan flagelo.
Y en esta lucha de egos
por ver quién sufre de noche
en España hay un derroche
de venganzas y miradas,
palabras mal intencionadas
y absurdeces de borregos.
Gran reflejo de estas flores
demostrando sus dolores
con estética de autores
y algunos fallos menores.