“Los actores que vienen de la comedia
son los que mejor interpretan tragedia”,
siempre hay quien rompe esa media.
En esta ocasión no es fallo de logopedia.
Mota ensartado como una marioneta
sobre la sociedad adinerada excreta.
Ha encontrado su momento de profeta
y lo utiliza como mera rabieta.
El barroquismo del ambiente narrado,
incluso para de la Iglesia, sube de grado.
Todo un chiste mediático
en un suceso traumático.
Hayek se come a sus contrarios,
no se debe hacer gloria de los calvarios.
Si la vida se trata de ganar dinero,
eso no es tener vida sino monedero.
Periodistas que cuentan lo que quieren,
publicistas que venden lo que se puede
y un mundo del mercado
en el que no hay aliado.
De forma injusta criticada,
quizá el fallo fue la mirada.
La historia de telefilme trágico
contrasta con la dirección heroica,
es burla de lo mágico
del cine y su retórica.