Cocer algo de arroz y ponerle encima un pescado
parece algo sencillo, pero es complicado.
Ya llevará ochenta años preparando el manjar
y hasta que sea feo decrépito no lo va a dejar.
Jiro no quiere más vida que la de su restaurante.
Sabe muy bien que su oficio es un arte.
Elegir los mejores ingredientes,
prepararlos de maneras diligentes,
todo lo degustarán clientes
cuando atraviesen sus dientes.
La herencia a sus descendientes
no es dinero ni sus fuentes
pues deberán ser eficientes
y, de la tradición, gerentes.
El sushi tiene su documental,
esta obra sobre el nuevo alimento comercial.