Cuando Anderson dirige
la estética lo gobierna todo.
La mentalidad que rige
llega al último recodo.
Envuelve tanto el juguete
que desearías tenerlo,
decorar cualquier boquete
o incluso poder lamerlo.
Y con su humor especial
no te queda alternativa,
o te folla gradual
o te cagas en su vida.
Degusta esta pieza más
del juguetero preciado.
Resulta un buen manjar
para amantes del bordado.
Es de gusto exquisito
el protagonista almidonado,
sabe bien que aquí el rito
es estar bien encuadrado.
Trepidante aventura
de personajes insólitos,
decorado y miniatura
admiraran los acólitos.
Desvarío narrativo
y excelencia en dirección.
Habrá quién no encuentre motivo
para comprender afición.