El Caballero (más) Oscuro

De Frank Miller se dice que ha escrito y dibujado las mejores historias que se han creado nunca sobre un superhéroe, y esta es una opinión con fundamento. Cuando a finales de los 80 Miller publicó ‘The Dark Knight Returns’ pocos podían imaginar que el tiempo otorgaría a esta obra el honor de ser reconocida como la más importante en la historia del hombre murciélago, el icono excelso de la DC. El paso de los años desde su publicación y el constantemente variable gusto del público otorgaron a Miller y su obra una especie de inmortalidad profética que quedó grabada a fuego muy dentro de todos los que supieron ver en la saga ‘The Dark Knight’ de Nolan, que supuso la consagración máxima del segmento más antiheroico y oscuro del personaje, referencias claras y guiños descarados a este brillante cómic.

Lo cierto es que nos encontramos en una etapa muy cruda para los superhéroes tradicionales. No es momento para maniqueísmos e historias baratas. Batman ya no es un justiciero incorruptible, tieso como una vela, Superman ya no aporrea la jeta de los villanos sin rasguñar su colorido traje y despeinar su suave melena, Spiderman ya no trepa y salta para salvar a la chica y la lleva en volandas de tela en tela por los rascacielos de la gran ciudad. Y si lo hacen ya no nos gusta. La complejidad es un don dentro del mundo del superhéroe. La capacidad empática del consumidor con el personaje atraviesa irremediablemente el camino del tormento moral. El héroe es cada vez más humano, y mantiene consigo mismo debates éticos que otrora no tenían cabida en historias lineales de «pim-pam-pum», y el malo a la cárcel. Es por ello que el caballero oscuro de Miller, de los más oscuros que DC recuerda, posee ese magnetismo propio de alguien que adelantó los acontecimientos a su época y parió una obra que remataba los cánones que entonces se seguían. Algo a priori sencillo, si pensamos que Miller se hizo cargo del héroe más complejo y de mayor enjundia moral que la industria recuerde, pero extremadamente complicado en realidad.

Y es que no existe personaje dentro de la industria del cómic con más aristas y rebabas que Batman. El hombre murciélago es una auténtica mina para la psicología y una inagotable fuente de concienzudos análisis. Batman es el héroe del miedo, tanto porque fue creado por él, como porque su intención primaria era infundirlo en sus enemigos. Batman es el fruto de unos traumas que, unidos y mantenidos bajo una férrea disciplina mental, dan como resultado un justiciero humano y atormentado. Bruce Wayne es un millonario filántropo con un pasado que le conduce a su alter-ego, una fachada de playboy que dura hasta la medianoche, cuando descubre ante la urbe la personalidad que sus traumas de niñez le hicieron crear. Bruce Wayne vive por y para su Batman, necesita ser Batman, porque a veces ser Bruce Wayne es mucho más agotador que ser un caballero de la noche.

Esta es una idea muy presente a lo largo de la historia del hombre murciélago: ¿Quién es el alter-ego de quién? ¿Es Batman una creación bajo control de Bruce, o Bruce sólo es lo que es Batman cuando no es de noche? Durante prácticamente toda la historia del caballero oscuro hemos podido ver a un Bruce que se encuentra mucho más cómodo cuando lleva un traje con máscara y capa que cuando es el respetable y millonario dueño de Industrias Wayne. Bruce nunca deja de ser un hombre atormentado por el asesinato de sus padres, del que se ha sentido siempre en parte responsable, y Batman no es otra cosa que la proyección carnal de su ira, su deseo de justicia y sus miedos. Es un justiciero, no un vengador. La fachada de Batman permite a Bruce ser lo que sus miedos le hacen ser en realidad, y su sed de justicia sólo se satisface cuando infunde terror en los maléficos agentes del caos que pueblan Gotham. Muchos fans aceptan que, del mismo modo que Superman se disfraza para ser humano, y no al revés, Bruce Wayne tan sólo es una careta que cubre el verdadero rostro de quien realmente es: Batman.

Y es que a lo largo de los últimos años se ha producido una profunda división entre el hombre murciélago y los demás tipos de superhombres por el simple y llano hecho del tormento. La naturaleza oscura de Batman favorece y da pie a la creación de historias mucho más devastadoras psicológicamente que cualquier cómic de Spiderman, Superman, Vengadores o cualquier otro elenco de héroes mucho menos complejos que el caballero oscuro. Batman traslada esa naturaleza psicológicamente oscura también a sus propios villanos, lo que supone un interesante punto de referencia y una poderosa fuente de tormento moral, donde cada enemigo recrea o posee cierto tipo de enfermedad mental. No es casualidad que el lugar donde periódicamente acaban todos los enemigos del murciélago sea Arkham, una especie de cárcel-asilo-psiquiátrico. Así pues, tenemos un claro ejemplo de bipolaridad en Harvey Dent, un adalid del narcisismo en la figura de Enigma, una muestra del poder del uso del terror y el miedo en el Espantapájaros y un salvaje caso de psicopatía y ausencia total de moralidad en el trillado personaje del Joker, entre otros muchos completos dementes como Zsasz, o Harley Quinn.

Lo que es indudable es que Christopher Nolan llevó al Caballero Oscuro a un nivel superior con su trilogía, devolviendo al héroe el prestigio cinematográfico que Schumacher le arrebató con sus inclasificables filmes, donde la ciudad de Gotham luce más como un burdel de bajo coste. Y todo apoyándose en la naturaleza inherente al héroe más oscuro de la industria, que ha sabido explotar su faceta más negra en una época en la que quienes más fuertemente brillan son los antihéroes. Así, mientras nos sentamos a esperar a que Ben Affleck recoja el testigo de Bale, Keaton, Kilmer o Clooney, entre otros, podemos regodearnos en la genial trilogía de Nolan, cuyo germen ya implantó Frank Miller muchos años atrás. De él se ha dicho que ha escrito y dibujado las mejores y más importantes historias que se han creado nunca sobre un superhéroe, y esta es una opinión con fundamento. Lean ‘El Regreso del Caballero Oscuro’ y me cuentan.

bluebird Comunicación
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