«Los festivales molan y las salas molan. Lo que no mola es que la gente no vaya a las salas»

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A Oscar D’Aniello le robaron en Londres la carpeta con los cedés de música pop-rock que se había llevado para pinchar allí. Entonces —hablamos de la época previa a Spotify y Youtube— se vio obligado a reinventarse musicalmente y gracias a ello descubrió en profundidad la música hip-hop, uno de los grandes pilares de Delafé. Después de la marcha de Helena Miquel —Las Flores Azules—, D’Aniello, con la compañía de Dani Acedo, ha sacado nuevo disco: ‘La fuerza irresistible’.  El videoclip del primer single, ‘Lo más bonito del mundo’, fue nominado en los recientes Grammy Latino a Mejor Vídeo Musical Versión Corta, premio que finalmente se llevó Ilya Kuryaki and The Valderramas con ‘Gallo negro’.

¿Fue una sorpresa la nominación a los Grammy?

Nosotros no sabíamos ni que nos habían presentado como candidatos. Fue Warner, nuestra discográfica, quien lo hizo. Este año, por lo que me han contado, el jurado de los Grammy ha hecho un cambio de rumbo y también han apostado por artistas que no son tan latinos.

¿Dónde estabas cuando te enteraste?

Acababa de salir del cine. Cojo el móvil y me encuentro un mensaje de Dani en el que me cuenta la noticia. Evidentemente le contesté: «¿pero qué dices, tío?». Y siguió insistiendo hasta que me lo creí. Por supuesto, al momento fuimos a celebrarlo y al día siguiente tuve una resaca infernal que provocó que al levantarme no me acordase de lo que habíamos celebrado. Entonces miré el móvil y descubrí que lo que habíamos celebrado era una nominación a los Grammy Latino. Así que fue una doble alegría (ríe). Estas cosas pasan una vez en la vida. Por eso compramos los billetes y decidimos ir a la gala de Las Vegas a pesar de saber que ni mucho menos éramos los favoritos.

Otro videoclip vuestro, el de ‘Mar el poder del mar’, fue el ganador del concurso Diba y quedó finalista en otros premios. Sois un grupo que siempre ha dado importancia a los videoclips.

Sí, nuestros videoclips tienen una especie de marca común con un rollo muy de do it yourself. Con cuatro duros siempre hacemos algo. Y yo, como no me considero malo como frontman, me pongo ahí delante. Piensa que seis de los videoclips, más los documentales que hemos hecho, los he dirigido yo. Cuando los imagino ya me veo a mí mismo delante de la cámara. Pero seguramente yo sería un desastre dirigiendo un videoclip de otro grupo. Cuando hemos delegado es cuando nos ha ido peor.

¿Cómo surgió la idea del videoclip de ‘Lo más bonito del mundo’?

El videoclip de esta canción se empezó a idear en septiembre-octubre de 2015 y se grabó en marzo de 2016. Tenía que haber una marca potente detrás que pusiese el dinero para poder contratar a una productora. Se desarrolló muchísimo la idea y el guión. Y, como muchas veces pasa, a última hora cayó todo. Cayó la marca y como consecuencia cayó la productora. Así que nos quedamos en bragas. En un primer momento llamé a un colega para ver si nos podía hacer un videoclip, nos respondió que sí, pero a los dos días me llamó y me dijo que lo sentía mucho, que le había salido un contratiempo y no podría hacerlo. Entonces llegó un miércoles en el que Warner nos dijo que teníamos una semana para hacer un videoclip. Tuvimos que empezar de cero porque la idea original estaba pensada para una gran producción y ya no nos servía. Si el miércoles siguiente no habíamos hecho un videoclip, tendríamos que retrasar la salida del disco. Y no podíamos permitirnos retrasar el disco porque ya teníamos programados bolos para la semana siguiente y es una locura hacer bolos sin que haya salido el disco.  

¿Cuál fue la solución?

Lo que teníamos claro es que necesitábamos un plano secuencia porque no se tiene que montar. Entonces pensé: me pongo a hacer esta tortilla, la cual tengo muy por la mano porque se la hacía a los hijos de una amiga mía, y que mientras tanto vayan pasando cosas. Hicimos un brainstorming y decidimos que lo grabaríamos en el jardín de casa. La idea surgió el jueves; el viernes y el sábado fuimos a comprar todo el material y yo fui a una clase de una hora para aprender a ir en el Scooter Board; el domingo grabamos el videoclip; el lunes hicimos los créditos; el martes entregamos el videoclip. Fue algo muy punkarra.

Y llegasteis a tiempo.

Sí, tuvimos potra pero nos lo curramos. En estos videoclips de plano secuencia siempre estás en una fina línea que separa lo ridículo de lo genial. Porque si no queda bien, queda muy mal. Estuvimos unas ocho horas grabando. Empezamos unas 100 tomas y solo acabamos tres. Con que una cosa fallara, ya teníamos que volver a empezar. Y van y nos nominan al Grammy, algo inimaginable. Yo he soñado ser portada de Mundo Sonoro o algo así, pero nunca una nominación a un Grammy. Lo veía como otro mundo. Por cierto, en Las Vegas quedamos para grabar el videoclip de ‘Diario de Batalla’ con otro de los directores finalistas: Alfonso Bueno.

¿En el momento actual de qué le sirve a un grupo hacer un videoclip?

La verdad es que hay días en los que parece que no sirve para nada.

¿Da algo de dinero?

Directamente no porque ahora mismo no somos un grupo con muchas visitas en Youtube —el videoclip de ‘Lo más bonito del mundo’ está a punto de llegar a las 150.000 visualizaciones—. Hoy en día la gente ya no ve videoclips en la televisión. Hasta te diría que, a veces, un videoclip es contraproducente para el artista. Quizá es mejor poner solo la canción en Youtube que acompañarla de un vídeo. El videoclip es una cosa artística que está un poco en desuso después del auge que hubo en los finales de los 90 y principios de los 2000. Últimamente no estoy descubriendo videoclips que me flipen demasiado. Un grupo que sí que me parece un grupo de videoclips es OK Go, que tiene algunos muy chulos que son su marca de identidad.

Como en todo, será cuestión de reinventar el formato.

Hay mucha parte de la población que solo escucha música a través de Youtube y hay artistas que ya no sacan discos, sino que cuelgan las canciones directamente en Youtube con videoclips de estar por casa que tienen millones de visitas.

También podríamos hablar, una vez más, de la utilidad de sacar un disco en el mercado musical actual.

A mí me gusta hacer un disco, pero no tiene ningún tipo de sentido. Piensa que yo soy un viejo. Llevo 20 años en esto. Y aunque sea un moderno entre mis colegas de 39 años, soy un viejo para la sociedad joven. El otro día di una charla sobre música y deporte en un instituto, y de 50 chavales, ni uno había escuchado un disco entero en su vida. Ni uno. Para ellos todo son canciones sueltas.

Es evidente que el mundo ha cambiado.  

Yo sigo trabajando en la forma de hacer un disco que gira sobre un concepto, como he hecho en ‘La fuerza irresistible’. Aunque me lo curro y después observo que este formato está obsoleto por mucho que para mí siga teniendo sentido. Sí, podría hacer un cambio de chip y solo sacar canciones, pero necesito tener un hilo conductor a la hora de crearlas. Que haya una coherencia a nivel de sonido y de letras con las otras que la acompañan.

‘La fuerza irresistible’ es el primer disco que sacas sin la compañía de Las Flores Azules. Hay muchas canciones que parecen una lucha contra la situación sociopolítica que estamos viviendo.

Sí, y también es una lucha personal contra uno mismo. Cuando sacamos ‘En la luz de la mañana’ en 2007 hacía apología de lo cotidiano porque parecía que la sociedad estaba yendo hacia un lugar chulo. La gente hasta compraba pisos. Ahora las canciones son más agridulces. Sigo mirando a la esperanza, pero desde la oscuridad. Estamos todos muy desencantados. La gente ya no vota a alguien por convicciones, sino para no votar a otro. Eso es muy feo. Llevamos ya seis años con el IVA cultural al 21%, se ha establecido. Ya ni te quejas porque has tirado la toalla. Estamos yendo para atrás.

¿Qué papel le toca hacer a la música ante esta situación?

Hay músicos que se implican, como Nacho Vegas. Pero la mayoría no quieren mojarse. En mi caso, aunque no me refiero a lo político de forma explícita, hay un trasfondo de crítica en mis canciones. Creo que los artistas no tendríamos que hacer solo canciones de festival. Me parece que la música que suena en los festivales es siempre la misma y está muy poco involucrada con el momento actual. En los 70 había mucho más movimiento cultural que avanzaba de la mano con la música. Ahora es todo mucho más ocioso.

Te dirán que es lo que pide el público.

Sí, la gente lo que quiere es desconectar y pasarlo bien. Visto así, es normal que busquen algo ligero y tarareable. Aunque hay que admitir que también en los 90 éramos cuatro gatos cuando íbamos a conciertos indie. Pero antes el mundo eras más pequeño y lo que tenías cerca lo cuidabas más. No podías escuchar 15 discos a la semana como ahora. Antes te comprabas uno y te obligabas a que te gustara porque te había costado una pasta. Todo era más lento. Las salas están casi muertas, y ya no te digo las tiendas de discos. Antes quien trabajaba en una tienda de discos era alguien importante en la ciudad. Una especie de gurú. El otro día en el homenaje a Quim Blanco no se llenó Sidecar, una sala de 200 personas, cuando tocamos grupos como Sidonie, Delafé, Brighton 64 y Le Petit Ramon. No lo puedo entender. ¿Qué está pasando?

¿Es culpa de los festivales?

Ahora todo el mundo va a los festivales y ahí es donde se cuece la movida. La gente joven no tiene mucha costumbre de ir a las salas ni de investigar más. Veo las salas muy vacías, aunque luego va a tocar Love of Lesbian a Razzmatazz y lo llena tres días seguidos.

Son casos puntuales.

Sí, son casos muy concretos y eso solo le pasa a cuatro grupos. En un festival si no hay un Vetusta Morla, un Love of Lesbian, un Supersubmarina, un Lori Meyers o un Izal, la gente no va.

Eso hace que todos los festivales sean iguales.

Los festivales me parecen una especie de circo itinerante. Es un nuevo circuito. No es ni mejor ni peor; es lo que hay ahora. Antes no habían festivales, o había muy pocos: el de Benicássim, el Doctor Music y El Espárrago. Ahora hay festivales debajo de las piedras.

¿Esta burbuja explotará algún día?

Ya ha explotado alguna vez. Han habido festivales que, a pesar de que tenían cabezas de cartel potentes, han tenido que ser suspendidos pocos días antes porque no se habían vendido las suficientes entradas como para que fuesen rentables. No puede haber tantos festivales. Además, que allí no se juntan diferentes universos. No está Kase.O, Violadores del Verso y Dorian. No. O es todo hip-hop o es todo indie rock o es todo MClan, Leiva y grupos así. En Inglaterra, por ejemplo, los festivales son mucho más eclécticos. Quien escucha indie también escucha hip-hop. Aquí parece que seamos militantes de un sonido concreto.

Quieres decir que los festivales no te dan la oportunidad de descubrir nuevos grupos.

No, sí que te la dan. Pero lo ideal sería que la gente descubriese un grupo en un festival y después fuese a una sala para ver ese grupo en un formato más cercano y personal. Que quede claro: los festivales molan y las salas molan. Lo que no mola es que la gente no vaya a las salas. Los grupos aún tenemos los festivales, ¿pero qué les queda a las salas? Y los grupos tenemos que ahorrar cuando estamos arriba y pensamos que ni de broma tendremos malos momentos porque los malos momentos siempre acaban llegando. No se te puede ir la olla. Un disco que no funcione, por mucho que a ti te guste, lo estropea todo. Es un poco lo que nos pasó a nosotros con el anterior disco —’De ti sin mí / De mí sin ti’—. Quizá si lo hubiésemos sacado en el 94 la respuesta hubiese sido diferente.

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Cambiemos de tema. Eres un apasionado del deporte, sobre todo del ciclismo. ¿Qué te ha aportado como artista esta faceta?

Para mí el deporte y la música siempre han sido una forma de escapismo. La bici y la música me han permitido ir a otros sitios. Por ejemplo, a la que acabe esta entrevista me voy a hacer una clase de boxeo.

Imagino que haciendo deporte han nacido muchas ideas en ti.

Sí, de forma habitual. Tanto canciones como videoclips. Funciono muy bien encima de la bici porque soy muy nervioso y hacer ejercicio físico consigue relajarme. Subiendo una montaña me meto en un modo muy zen. Para mí un buen momento para hacer un buen brainstorming es cuando cojo la bici. La bici es mi despacho. Cuando me viene una idea paro, apunto cuatro ítems en el móvil y sigo.

También hay muchas referencias al fútbol en las letras de tus canciones. En ‘Espíritu Santo’ hasta pides el Balón de Oro para Andrés Iniesta.

El fútbol, al fin y al cabo, forma parte de la cultura pop.

Pero hay artistas a los que les da reparo hablar de fútbol porque aún parece que quede poco serio. Como también les pasa a algunos escritores.

En la música anglosajona está muy introducido lo de hablar de fútbol. Un deportista de élite me alucina. Llegan ahí a base de mucho esfuerzo y mucho curro, y el deporte es muy desagradecido porque te lesionas y la has cagado. A mí me suelen invitar a ver las etapas de la Volta Catalunya desde el coche y cuando acaba la jornada me quedo mucho más feliz que en un concierto. Y alucino con las Olimpiadas al ver a esos deportistas anónimos que no viven como reyes y que se esfuerzan y se sacrifican para lograr sus objetivos.

Tus letras tienen una cosmogonía muy personal formada, entre otros elementos, por el mar, el ciclismo, las trompetas de la muerte o Barcelona. Esto da una personalidad muy marcada a tus canciones.

Yo creo que hacer autorreferencias está bien. Esto se hace mucho en la cultura hip-hop. Básicamente de lo que hablo es de mi entorno, tanto geográfico como gastronómico, social, deportivo y amoroso. La esperanza siempre reside en el amor.

Últimamente te veo muy crítico con Barcelona. De hecho, has dejado de vivir en El Raval para irte a Horta, un barrio mucho más tranquilo.

A mí Barcelona me flipa, pero ahora mismo es un pueblo con guiris. En El Raval acabé saturado. Está bien vivir allí cuando eres joven, pero con 38 años te das cuenta de que es demasiado intenso. Prefiero vivir en un barrio más real.

¿Que en tus letras hables tanto de Barcelona crees que puede ahuyentar a un fan de Gijón, por ejemplo?

Para mí es muy importante hablar de mi ciudad. Esto también es muy habitual en la música hip-hop. Un rapero de Nueva York menciona decenas de veces a Nueva York en sus canciones. Es su jungla. Y mi jungla es Barcelona. Yo, al fin y al cabo, hago música urbana. Y si haces música urbana es raro que no hables de tu urbe. En el primer disco, ‘El Monstruo de las Ramblas’, hablé muchísimo de Barcelona. De hecho, el monstruo de las Ramblas son los turistas.  


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