«La escritura es una arqueología del dolor»

«¿Hay algo más tierno que una promesa incumplida? Eso para mí es la adolescencia». Hermoso, ¿verdad? Quien así (de bonito) habla es Davide Martini, el autor de ‘49 goles espectaculares’, una novela sobre la aventura de crecer que retrata los dilemas de un joven obligado a encontrarse a sí mismo.

¿Qué es ‘49 goles espectaculares’, Davide?

Es una historia sobre lo doloroso y dulce que es crecer. Un relato acerca de que para saber quienes somos tenemos que aprender a amar lo que no somos. Esta, al menos, era la intención.

He de confesar que estuve algún tiempo pensando que ‘49 goles espectaculares’ en realidad se llamaba ‘49 golpes espectaculares’ y me hacía pensar en Truffaut y en Antoine Doinel. Después de leer la novela, creo que mi lapsus no andaba desencaminado…

Mejor que una amiga que al conocer el título me dijo: «Pensaba que era una novela en la que se la iban a meter por todos los agujeros…», creo por lo de las ‘50 sombras de Grey’.

Me encanta esa comparación. Espero tener la capacidad de escribir más historias sobre Lorenzo y su evolución a lo largo de la vida, como hizo Trauffat con Doinel, tener ese alter ego que me pueda acompañar. Tus personajes, cuando dejas de escribir su historia, siguen hablando dentro de ti. A veces, en mi vida cotidiana me pregunto: «Y Lorenzo, ¿qué diría ahora?».

Pero esa comparación me halaga, sobre todo, porque espero que en mi novela se respire esa atmósfera de “he levantado la mirada y la belleza me ha sorprendido”, que es muy típica del cine de Truffaut y de la adolescencia.

A veces, sin quererlo, los referentes nos influyen mucho más de lo que pensamos. ¿Cuáles son los tuyos?

Mis referentes son muchísimos y de campos muy diferentes. Proust me ha enseñado que la realidad es como un atlas de Anatomía Patológica, con sus rincones diminutos; la literatura inglesa del siglo XVII y XVIII, Brönte, Austen, D. H. Lawrence, que todas las “almas” tienen una novela interior que descifrar; el cine de terror italiano de los años 70 y 80, que las verdaderas pesadillas se encuentran dentro de nosotros mismos; Bolaño, que existe otra narrativa donde el sentido es la falta de sentido; la literatura feminista (Erica Jong, Sylvia Plath), que no hay que tomarte demasiado en serio tus dramas, solo así los harás dramáticos; la literatura erótica, que el encuentro de los cuerpos es la mayor verdad que se pueda contar.

No me gusta la etiqueta “novela juvenil”, sobre todo porque creo que esta novela puede ser leída por todos y que a los que ya no somos adolescentes nos transportará hasta esa época en la que todo era tan intenso…

Las etiquetas son preciosas porque puedes dinamitarlas desde dentro y que pase lo que te ha pasado a ti: sorprenderte.

Hay momentos en la novela realmente difíciles. Sin embargo, a mí, a mis 32 años, me han parecido rebosantes de ternura. Eso me ha recordado a esto que decía Michi Panero. ¿Por qué la memoria se empeña en hacer fácil lo difícil?

Hay estudios de Neurobiología que demuestran que esa capacidad del cerebro de modificar el pasado y todo el psicoanálisis se basa en esa defensa natural. Todos somos escritores inconscientes, inventamos nuestra narrativa y, puestos a crear, mejor una historia bonita, ¿no? Creo que el dolor del pasado pesa demasiado como para acompañarte todos los días. La escritura va en la dirección opuesta, es una arqueología del dolor. Es liberadora para el lector y un trabajo duro para el escritor. ¿Y la ternura? ¿Hay algo más tierno que una promesa incumplida? Eso para mí es la adolescencia.

¿Son Lorenzo y Riccardo las dos caras de una misma moneda?

Creo que sí, son las dos caras del miedo a sentir. Puedes alejar la vida de ti, racionalizándola como Lorenzo, o lanzarte a ella sin defensas, como Riccardo. El equilibrio es un ideal platónico, no pertenece a este mundo.

Tú, como Lorenzo, ¿tenías claro tan joven que serías escritor?

Mucho antes. He sido uno de esos niños precoces que leía y escribía sus primeros relatos con tres años. Empollón pero cachondo. Un día, en una cena con amigos de mis padres, entré por la puerta recitando el inicio de un libro erótico muy en boga en aquellos años en Italia que decía: «Polla, polla, coño, coño peludo», y todos los términos relacionados con lo genitales que te puedas imaginar. ‘Cerdos con alas’, se llamaba. A la gente de la cena le hizo mucha gracia. Y cuando los demás jugaban en el patio, yo leía ‘Alicia en el País de las Maravillas’.

¿Y cuál es el truco para “convertirse” en escritor?

Es muy esnob decirlo, pero uno no se convierte en escritor. Yo nunca pienso en mí en esos términos, la verdad. Lo que sé es que naturalmente narrativizo mis vivencias. Me pasa algo y pienso: «Qué palabra usarías para decir esto? ¿Cómo podrías trasformar este evento en narración?». Es una mirada. Como en ‘Matrix’, en esa escena en la que la realidad se transforma en matrices numéricos. En mi caso, son palabras. Desde hace años trabajo en una novela que hable del fin del Amor como idea social. Ocurren cosas en mi vida y me digo: «¿Ves? ¡Esto sería un motor narrativo perfecto!».

Llegas a España de la mano de Dos Bigotes, una editorial joven y valiente. ¿Qué te parece el trabajo que están haciendo?

¿Cómo no se puede adorar a Gonzalo y Alberto? ¡Eso sí que es una explosión de ternura y valentía! Dos Bigotes tiene todos los ingredientes para tener mucho futuro. Los buenos árboles tienen buenas raíces, y sus raíces están hechas de paciencia, intuición y amor por sus libros-niños.

Para terminar, pregunta obligada: ¿Qué libro de la literatura italiana le recomendarías a Bill Murray?

Elena Ferrante con su ‘La amiga estupenda’. Es la historia de una amistad femenina a lo largo de los últimos cincuenta años en el sur de Italia; la historia de dos corrientes opuestas que han animado el devenir de Europa: ¿dinero o cultura? Elena Ferrante es un seudónimo y la identidad de su autora es desconocida. Toda su obra es maravillosa.

Fotografía: Dos Bigotes ©

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