Es una cárcel en el pasado,
una frontera al presente,
no mirar al tablado,
levantar bien la frente.
La hormiga que entre a la mansión
se encontrará superada,
es colosal visión
la dueña de la morada.
Pero es visión ilusoria,
ya no ápice de auge,
mucho menos gloria,
en la que egoísmos ruge.
Es un juguete roto.
Uno más del estrellato.
Ahora su brillo es ignoto
y su gran ego, cegato.
Solo el dinero la eleva
de vagamunda borracha,
pues oculta en su cueva
pasa la mala racha.
El virus es guionista
se cuela por supervivencia,
no hay que tener mucha vista
para entender su vivencia.
De Wilder la maestría
se nota por su grafía.
El humor nunca se pierde
y el diálogo muerde.
Una trama en eterna vigencia
La tristeza del reloj que nunca para.
Un puñal escrito con potencia.
Una inolvidable cara.