Terminada ya la segunda sesión del Club de Lectura Feminista de La Tribu, me dispongo a hacer un resumen, una pequeña crónica o un modesto escrito, siempre subjetivo, claro está. En esta ocasión, nos teníamos que leer lo que parece ser el nuevo hit de la literatura norteamericana: ‘Las chicas’, de Emma Cline, a quien no otorgaré adjetivos como «la jovencísima» porque:
- Es mayor que yo.
- Si fuese ella me molestaría mucho que este fuera el adjetivo que siempre me acompañase.
- Ben Brooks es más joven que ella y ha escrito uno de mis libros favoritos, así que estoy acostumbrada a leer millenials.
En cuanto a la obra, lo primero que debo decir es que —tanto en nuestra sesión particular del Club de Lectura como en las demás que se han organizado a través de La Tribu por otras partes de España y también en el foro del Club de Lectura Feminista Virtual de Goodreads— ha dejado unas emociones muy ambiguas entre bastante gente.
Llegué el viernes a las seis y media en punto a la Librería Malpaso (Barcelona) con la sensación de que el libro me había enganchado, pero que tal vez no me había aportado demasiado en lo que pensar una vez había pasado la última página. Todas coincidimos en que el libro estaba bien, pero no una gran obra maestra o carne de clásico, como se ha dicho en algunos medios. Hasta aquí bien.
Entonces salieron los pequeños detalles en los que ya no estábamos tan de acuerdo:
—Yo no lo he encontrado nada feminista. Al contrario, las mujeres que muestra son débiles y sumisas.
—Pero de esto se trata, ¿no? De mostrar una realidad. Describe muchas situaciones que a mí me son bastante conocidas.
Una de las escenas que más recuerdo del libro es donde, ya hacia el final, Julian trae a un amigo a casa y, mientras cenan, beben y fuman, le dice a Sasha que les muestre los pechos. La protagonista —que ya es una mujer de mediana edad, pero que por alguna razón casi encaja en ese ambiente— se erige como defensora de los derechos que ella nunca ejerció de joven y le dice a la chica que no tiene que hacerlo. Sasha, pensando que es más cool por hacerlo, se levanta la camiseta de todas formas.
Otro tema que despertó interés fue la orientación sexual de la protagonista.
—No es que me gusten las etiquetas, pero estoy un poco harta de que no se llamen a las cosas por su nombre. ¿Esta mujer es lesbiana?
Se abrió un debate sobre el descubrimiento del sexo, el amor platónico, o no, que siente la joven —y no tan joven— Evie por Susanne… Una relación que, por cierto, me pareció muy bien descrita. Todos hemos tenido algún amor platónico, un amor que se nutre de algún gesto y alguna mirada que, en nuestra imaginación, oculta algo enorme e imparable. Ese amor que nos hubiese hecho saltar al vacío sin dudarlo. Y eso es lo que siente Evie por Susanne. ¿Hasta qué punto la magia del rancho no se reduce al aura que envuelve a Susanne? La descripción de cómo cada gesto de ésta repercute en Evie multiplicado por mil, la sutil transición desde que se piensa que quiere ser parte de aquel grupo de amigas a las que Susanne dedica atención hasta que, poco a poco, busca cada vez más de ella. Evie no se pregunta qué le pasa, porque le parece que lo que siente es único, que no le ha pasado nunca antes a nadie, y que por eso lo que ella siente no tiene explicación. Así nos sentimos cuando nos enamoramos, ¿no?
Y Russell… ¿Qué papel juega el personaje en que se refleja Charles Manson? Aparece poco y, cuando lo hace, suele ser desde el punto de vista de la Evie madura (en edad). Se le describe como una figura más bien repulsiva, un hombre malo y bastante asqueroso. Nunca conectamos con el encanto que le ven los demás. Desde el principio tenemos claro que Russell no es una persona a la que nos queramos acercar.
Las inseguridades, la juventud, la construcción de la propia identidad… Cuando llegamos no sabíamos si el libro nos daría para dedicarle dos horas del Club de Lectura y se abrieron tantos temas interesantes que se nos quedaron cortas.
La evolución de Evie, por ejemplo, es uno de los temas más interesantes de esta novela. Como el rancho le hace hacer el paso, prematuro, de una preadolescencia a la etapa adulta. Llega como una chica insegura, incómoda consigo misma, que hace lo que sea para gustar y, por un momento, parece que se vuelve segura, es una más de la banda, formar parte del grupo la hace sentirse fuerte… Pero se nos descubre una Evie adulta que, además de tener las mismas inseguridades y dudas, la misma complacencia para gustar que de joven, ha perdido toda la fe en el mundo.
Una sesión muy productiva e interesante, en que salieron también referencias a otros libros que Emma Cline podría haber leído, como ‘The Passion of New Eve’, de Angela Carter, que trata a fondo la construcción de género, y que ya nos hemos apuntado a la lista de los pendientes.
Como siempre, podríamos no terminar nunca si tuviésemos que tirar de todo lo que salió el viernes en el Club de Lectura, pero aún quedan dos (¿o tres?) más por delante, y ahora toca leer ‘Mi vida en la carretera‘, de Gloria Steinem.
¡Buena lectura!