Al principio de mi llegada a España, como no estaba apenas ocupado, traté de entrar en una empresa de climatización, con la intención de aprender un oficio. Mi jefe siempre se reía de sus empleados, decía que su vida no tenía futuro. Nos hacía la vida imposible porque era el dueño, porque tenía mucho dinero y blablabla. Cuando se enfadaba, gritaba a sus trabajadores que los iba a matar. Tal cual. Pero a mí nadie puede arrebatarme mi dignidad. Lo aprendí de mi padre: nadie tiene derecho a situarse por encima de la dignidad de uno.
Así que me vengué. No hice nada malo, pero sí le hice entender que él, como cualquiera, no es nadie en realidad. En mi cabeza, una sola idea: la cantidad de personas que, en África, trabajan por 50 euros al mes (aunque su empresa gane millones). El control salarial no existe, la seguridad social no está asegurada y, por todo ello, hay camaleones, como yo.
Ese yo se llama Despin Tchoumke, aunque de pequeño le decían ´camaleón’, es camerunés y llegó a esa España en la que todo era abundancia, cuando todo eran promesas, junto con cientos de compatriotas
No importa que Ceuta y Melilla tengan una valla para impedir el paso natural de los inmigrantes de un país, Marruecos, a otro, España. Los camaleones seguirán llegando de muchas maneras, tanto terrestres como marinas. Hay quien piensa que los que emigran son de por sí ignorantes, por su forma de construir su camino para alcanzar sus objetivos. Para mí, el hecho de la inmigración es una inmensa escuela que convierte a los individuos en seres extremadamente intuitivos, prácticamente sin que se den cuenta.
Los fragmentos que aquí leemos pertenecen a ‘Camaleón. La España del extranjero’, donde Despin cuenta su vida, recogiendo las vivencias más duras pero esperanzadoras de la inmigración. Porque, aun cuando todo se desmoronaba, él estaba feliz de haber llegado hasta España.
Sorprendentemente, donde sí he visto morir gente es aquí. La primera vez que vi un cerebro fuera de su sitio fue en Madrid, porque durante varios años dormí bajo el Puente de Segovia, nido de suicidas. No conocía a nadie, no hablaba español, no tenía un trabajo; me buscaba la vida. Lo primero que necesité, como es natural, fue un lugar donde dormir. Me instalé, junto a otros africanos, bajo el viaducto, y vi cosas que, en aquel momento, se escapaban por completo de mi capacidad de comprensión. Había gente que venía a suicidarse, a tirarse del puente, yo les vi morir. Nuestra situación no es fácil pero estamos mejor que ellos, pensaba, porque, al menos, no queremos morir.
Mientras intentaba abrirse camino juntando trabajos precarios, fue testigo de la caída de un país y de cómo nos tocaba a nosotros emigrar en busca de un lugar más próspero.
¿Cómo se ven estos bruscos cambios sociales y económicos a través de los ojos de quién llegó persiguiendo un sueño? ‘Camaleón’ nos da la respuesta, a la vez que va dibujando quiénes fuimos antes de la crisis, quiénes somos ahora y quiénes podemos llegar a ser.
La obra, que se publicará con el sello madrileño Libros.com a través de una campaña de crowdfunding, actualmente abierta, es, en definitiva, una oportunidad de entender la mirada del otro y conocerse, así, un poco a uno mismo. Un relato autobiográfico que torna ensayo social, y que, en el lapso de tiempo que comprende, dibuja la España que somos.
Fotografías: Sergio González Valero ©