Bye, amigo Leonard. Da recuerdos

Todos lo sabemos, la pelea está amañada…

Que la guerra está perdida y que los buenos íbamos a perderla. Que los tiempos que corren, vuelan. Y que los que vuelan, se estrellan.

Por eso hubo gente que, en vez de enseñarnos a volar, nos enseñó a estrellarnos. A disfrutar de las hostias que nos vamos dando. A no morir a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera… Pero morir mil veces, son mil vidas.

Todo el mundo sabe que vives para siempre
cuando has esnifado una raya, o dos.

Se me hace difícil recordar cuándo me llegaste. Pero me llegaste tarde. Cuando pienso en Lou o en David, me los imagino en un escenario envueltos en magia. Revolviéndome las tripas. A David despegando y a Lou intentando aterrizar… A uno en las estrellas y al otro en los subsuelos.

Pero pensar en ti, me hace pensar en un libro, en cualquier libro. En pisar hojas secas en otoño. En el cuello subido de un abrigo, en una bufanda, en un sombrero. En un día gélido, pero claro, con mucha luz. Pensar en ti es pensar en un cigarro consumido al que no se le cae la ceniza.

Qué feo es saber que te has ido. Qué suerte haberte ido de un sitio tan feo. Cada día más feo.

Los que nunca moriréis os vais muriendo. Dejando más huérfanos que todas las guerras.

Es difícil explicar que el amor consume más que cualquier droga. Y así… Ya consumido, te nos piras… ¡Qué putada!

Se cayó la ceniza curvada del cigarro.

Todo el mundo tiene esa extraña sensación,
como que su padre o su perro acaban de morir.

Bye, amigo. Da recuerdos.

Fotografía: Adrian Thomson ©

bluebird Comunicación
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