Quien haya entrado en contacto con Lynch sabe que hablamos de uno de esos genios raros, a menudo incomprendido, una figura de culto poseedora de un talento particular y muy difícil de catalogar. De él se ha escrito mucho y algunos críticos le han tenido como un excéntrico provocador posmoderno, padre de un surrealismo incoherente que se sirve de su reputación para plasmar en celuloide cualquier delirio trasnochado. Gustos y polémicas aparte, y como por suerte existen fantásticas publicaciones especializadas en cine que nos permiten ahondar más en su técnica stricto sensu, podemos centrarnos en facetas más personales del carácter y filosofía vital del director. Ahora, gracias a Reservoir Books, tenemos la oportunidad de conocer de primera mano su método creativo y las rutas que traza su mente con ‘Atrapa el pez dorado’, que se publicó originalmente hace una década: el mismo año, por cierto, que Lynch estrenaba su último y poco entendido trabajo, ‘Inland Empire’.
Tal como explica en las primeras páginas, el director estadounidense empezó a practicar la meditación hace más de 40 años, si bien la primera vez que oyó hablar de ella no le interesó lo más mínimo. Y desde su toma de contacto con esta práctica no ha pasado un solo día en el que no dedique unos momentos de su vida a meditar, rutina clave para su trabajo. De hecho, el libro está dedicado al fundador del movimiento Meditación Trascendental, Maharishi Mahesh Yogi. Gracias a este hábito no sólo equilibra sus emociones y consigue la quietud de espíritu, también pesca nuevas ideas para sus proyectos y para el día a día. Y de ahí obtenemos el precioso título: en ‘Atrapa el pez dorado’ seguimos la metáfora recurrente del ser humano que, correctamente situado en el plano de la consciencia, se convierte en un buzo que se sumerge en un océano en busca de inspiración. «Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas. [Ahí] los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos (…) Allá abajo nadan toda clases de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo».
Subrayamos, pues, que ‘Atrapa el pez dorado’ no es un libro sobre cine, ni siquiera una compilación de anécdotas rescatadas de entre bambalinas, sino una colección de anotaciones breves sobre, principalmente, la meditación, la creatividad y el arte. No en vano, los inicios del autor están en la pintura. «Pintaba y asistía a la escuela de Bellas Artes. No me interesaban las películas. A veces iba al cine, pero yo solo quería pintar (…) Me encontraba a medio pintar un cuadro de un jardín por la noche. Había mucho negro y plantas verdes emergían de la oscuridad. De pronto, las plantas empezaron a moverse y oí el viento. Pensé que aquello era fantástico y comencé a preguntarme si el cine podía ser un modo de dar movimiento a la pintura (…) Y así comenzó a rodar la bola», escribe. De estos primeros pasos saltamos a otros temas: el cine como lenguaje, la música, el trabajo en equipo, el éxito o la educación, entre otros. Gracias al sello más alternativo de Penguin Random House tenemos en nuestras manos una bonita edición que recoge las simientes de ‘Twin Peaks’, ‘Mulholland Drive’ o ‘Terciopelo azul’, por ejemplo. Si eres incondicional de Lynch, déjate empujar al agua. Te sorprenderá.