Cuánta expectación genera un filme de Steven Spielberg. Hablamos de uno de los realizadores más nutridos y duraderos de la gran pantalla, sinónimo a su vez de calidad y una puesta en escena que, a través de los años, le ha otorgado un lugar incuestionable en la industria. Sabe mejor que nadie conjugar el elemento artístico con el producto meramente comercial, contentar tanto al público como a la crítica.
Resulta imposible dejar pasar desapercibidos los proyectos de alguien cuyos éxitos son tan sonados (la misma razón que hace de sus desaciertos algo evidente). Tras su último trabajo, ‘El puente de los espías’, película alabada por la crítica y un tanto ignorada por la academia, se adentra en otra historia con matices familiares adaptando el popular libro infantil de Roald Dahl al que Spielberg intentó llevar al cine en innumerables ocasiones, pero que se vio obligado a postergar ya que consideraba que no se había desarrollado el apartado visual tanto como hoy en día.
Sophie (Ruby Barnhill) sufre de insomnio y vive en un orfanato. Su condición la lleva a merodear a oscuras por los pasillos y a desvelarse a través de la lectura. Una noche, distingue frente a su balcón a una persona muy diferente en rasgos a lo que ella conoce. Se trata de un gigante, que, cuando se ve descubierto, decide llevarse a Sophie al país del que procede, dando lugar a una peculiar amistad entre dos solitarios e incomprendidos personajes. La fórmula parecía incontestable: Melissa Mathison —guionista de ‘E.T., el extraterrestre’— adaptando a uno de los escritores infantiles más atrevidos en la literatura de otrora, siendo el argumento el retorno del director a la temática nostálgica.
Poner en contexto un personaje extraño e inadaptado sumado al miedo inicial ante el primer encuentro podrían considerarse unos elementos que ya conocimos del director precisamente con la aventura de E.T. Lamentablemente, estamos en presencia de una cinta que se queda corta en sus aspiraciones. A ‘Mi amigo el gigante’ no se le puede reprochar nada en el aspecto visual, allí se nota que valió el tiempo de espera. No hablamos sólo del llamativo diseño detrás del gigante interpretado por Mark Rylance. Los escenarios son incuestionables en cuanto a términos artísticos, pero tanto esfuerzo en optimizar los detalles visuales no hacen redonda a una película que echa de menos algo de chispa.
Edulcorante que no emociona
Muy edulcorada, a veces cursi, mientras que si algo caracterizó los escritos de Dahl fue esos tintes de rebeldía que transmitían sus historias, aquellas que se salían del convencional molde de la lectura para niños y mostraban a personajes y tramas más atrevidos en actitud y trasfondo. Frente a eso, nos topamos con una historia que, aun con todas las herramientas para explotar a su favor, termina en una película bastante genérica, muy convencional y que no termina de emocionar cuando, irónicamente, se nota que es lo que más persigue.
Rylance y su gigante podrían considerarse los elementos mas destacables de la cinta, no hace falta mencionar el gran dominio en escena por parte del veterano actor que, aun presentando a un personaje hecho a base de efectos especiales, trasmite una expresividad destacable. Muy opaca Ruby Barnhill, aunque sería injusto no decir que dicho detalle podría ser culpa del guión, que convierte a una niña con bastante picardía —como lo era en la historia original de Dahl— en una Sophie bastante apagada y lejos de ser carismática.
Duele decirlo, pero ‘Mi amigo el gigante’ no está a la altura de Spielberg como realizador, un verdadero gigante del cine que generó muchas expectativas en esta película, pero que, al final, nos deja una muestra bastante tediosa en pantalla, una historia con exceso de corrección que echa de menos algo de actualización, un elemento que suponemos no habría quitado fidelidad al relato.