«Lo importante es que los lectores tengan acceso a lo que escribes y te cuenten lo que han sentido leyéndolo»

Cuando el agua llegó a mis manos en forma de libro, de ‘El mar llegaba hasta aquí’, de Alex Pler, me produjo una fascinación absoluta en medio de esa humedad que lo inunda obligándolo a nadar contracorriente.

Leyendo tu novela hay una palabra que me ha venido a la cabeza una y otra vez, y en el mejor sentido posible: Posmodernidad.

Me asusta un poco esa palabra, la verdad (Risas). Espero que al menos parezca una posmodernidad sincera. No me senté a escribir pensando «quiero que me salga un libro así», sino con la idea de volcar todo lo que yo sentía entonces y moldearlo tal como a mí me gustaría leerlo.

Es muy fácil identificarse con Leo, porque escucha la música que escuchamos, pasea las calles que paseamos y siente lo que sentimos. Hay algo que te atrapa de él irremediablemente...

La parte más «realista» de la novela la potencié mucho para que el lector no desconecte de lo que le pasa a Leo, por muchos hechos extraños que vayan ocurriendo a su alrededor. Aparte, claro, es una forma de compartir las cosas y ciudades que me gustan.

Fue una de las principales preocupaciones de los primeros lectores (y también la mía): ¿y si todo esto hace que libro envejezca rápido? Para evitarla, intenté que aunque alguien no conozca tal canción o película, sí pueda comprender la emoción que despiertan en Leo, por qué él las asocia a ese instante.   Si lo primero que hago yo cada día al salir a la calle es animarme con una canción fetiche, si cuando me enamoro pienso en la escena de mi película favorita… ¿cómo iba a ser distinto mi protagonista?

Y, sin embargo, en el fondo no hay más que esa búsqueda del amor, de uno mismo… Y ésta es un tema universal que no entiende de modernidad ni de actualidad.

Eso es lo fascinante de la literatura y el arte en general, ¿no? Esos temas universales que te permiten conectar con obras de otras épocas o de una sociedad totalmente distinta a la tuya.

Mi mente se tambaleó el día que empecé ‘La historia de Genji’, una novela japonesa del siglo XI escrita por una cortesana, y me descubrí con preocupaciones y sentimientos muy parecidos a los de sus personajes. Al final no somos tan distintos. Ojalá alguien llegue a sentir algo así con mi libro, en el futuro… aunque sea un androide.

En la novela hay referencias, muchísimas, pero si me tengo que quedar una, me quedo, por supuesto, con ‘Lost in Translation’ y no sólo porque esta revista lleve el nombre de su protagonista. ¿Qué tiene esa película que es capaz de perseguirnos 13 años después?

Marcó a toda una generación, eso seguro. Por un lado nos transportaba a una ciudad apasionante como es Tokio, pero sobre todo atrapaba por esa historia que todos hemos vivido de una manera u otra: conectar con alguien y disfrutarlo por mucho que en tu interior sepas que serán una historia condenada al fracaso. No sé, a mí este tipo de historias me llegan mucho, como ‘Antes del amanecer’, que también menciono en la novela.

De hecho, empecé a escribirla por culpa (o debería decir gracias a) un amor platónico. Escribir me sirvió como terapia, pero también fue una manera de que al final esa historia que no llegó a puerto tuviera un sentido.

‘El mar llegaba hasta aquí’ tiene también ese no sé qué especial propio del realismo mágico. Es imposible no preguntarse quiénes son tus referentes literarios…

Soy un poco desastre a la hora de elegir lecturas y hasta contradictorio. Me fascina Terenci Moix, su barroquismo y desparpajo, su forma de incluir referentes populares… Pero luego admiro la falsa simplicidad de autores como Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk, que con tan poco dicen tanto. El estilo poético y hasta naïf de Mathias Malzieu: sus imágenes son muy potentes. Y claro, Haruki Murakami con esos personajes tan solitarios que siempre se buscan a sí mismo en una frontera difusa entre realidad y fantasía.

¿Y de ti? ¿Cuánto hay de Alex en Leo, y viceversa?

Creo que demasiado. Cuando la gente iba leyendo el libro, me comentaban: «qué paradito es Leo», «me desespera, a ver si espabila», y yo me moría de vergúenza porque en el fondo Leo es un reflejo de mí. Lo que le ocurre es ficción, pero todo lo que él siente lo sentí yo en algún momento. En las últimas revisiones hasta me cayó mal, el pobre. Creo que a nadie le gusta reconocerse hasta ese punto, con todo lo bueno pero también con todas las manías y defectos que jamás reconoceríamos. En el libro hay pensamientos que no había compartido ni con mis mejores amigos.

¿Por qué el mar, Alex? ¿Por qué los peces? ¿Por qué los charcos? ¿Por qué tanta agua?

El mar llegó solo, un día escribí la escena de la playa y pensé: «Ahora sí, terminaré este libro». Poco después di con el título, que viene de un haiku. Y ya a partir de ahí todo lo encaminé a que se pudiera palpar el agua: los títulos de los capítulos, símiles y metáforas marinas… Poco a poco todo se llenó de mar, como en la propia novela.

Los peces cobraron protagonismo cuando un amigo, también escritor, me dijo que esos peces nadando por las ciudades eran su parte favorita del libro. Me recomendó darles más importancia, así que me los llevé (nadando) al primer párrafo.

La novela es autoeditada. ¿Por qué decidiste hacerlo así? ¿Crees que el futuro de la Literatura pasa por la autoedición?

Hubo un par de editoriales interesadas en publicarla, pero yo había quedado tan contento con la experiencia de autoeditar ‘La noche nos alumbrará’, que al final hice mis cálculos y pensé que me compensaba más sacarla así a cambio de no sacrificar temas como elegir o la portada o lanzar el ebook. Con los próximos libros no sé qué pasará. Siempre queda el gusanillo de entrar en el mundo editorial «oficial», sentirte apoyado por una editorial a la hora de promocionar el libro. Pero si tengo que seguir autoeditando tampoco se me caerán los anillos. Al final lo importante es que los lectores tengan acceso a lo que escribes y te cuenten lo que han sentido leyéndolo.

En el futuro, espero que se llegue a una fórmula mixta: mayor libertad para autoeditar, pero también más filtros para ponérselo fácil a los lectores.

Para terminar, pregunta obligada: Trabajas en una librería especializada en literatura japonesa, ¿qué libro de todos los que hay en sus estanterías le recomendaría a Bill Murray?

Pues quizás ‘El mar es azul, la tierra blanca’, de Hiromi Kawakami, otra historia de amor imposible con diferencia de edad de por medio. O ‘Yokai’, por si le apetece rodar un spin-off nipón de ‘Los Cazafantasmas’.

Fotografía: Eduard Mairal ©

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