Hace unos meses terminé la primera (y por poco tiempo la única) temporada de ’Star Trek: Discovery’, el regreso de la mítica franquicia de mano de Netflix. Es mi primera vez, sin contar las películas, que me convierto en miembro de la Flota Estelar y me subo a bordo de una de sus naves en un viaje que va más allá de las dos horas y pico que pude pasar en su momento en un cine. Como neófito de este universo, accedí a verla después de las buenas críticas que ha obtenido a lo largo de su emisión, tanto por redes sociales como en portales especializados. Con una segunda temporada cerquita de estrenarse, recuerdo ahora cuando intenté ver si conseguía engancharme a tan particular universo.
Soy de los que descubrió la serie a través de la película, siendo mi único contacto con ella, sin atreverme a sumergirme en las larguísimas temporadas de sus cinco series distintas (‘Star Trek: Original Series’, ’The Next Generations’, ’Voyager’, ’Deep Space Nine’ y ’Enterprise’); a decir verdad, sólo había visto las protagonizadas por Patrick Stewart y compañía (‘The Next Generations’) para más adelante pasármelo en grande con el reinicio de la saga de parte de J.J. Abrams. Hasta ahí, apenas unas pocas películas, llegaba mi bagaje con la franquicia.
Con esa base, escasa y pobre en conocimiento del universo trekkie, me atrevía a subir a bordo de la Discovery. Y lo hice temeroso de no conectar con un entorno que sin duda estaría lleno de guiños a las otras series, pequeñas conexiones que pasaría por alto y momentos que tal vez no comprendería del todo. Porque en Star Trek la cosmogonía es tan marcada que prácticamente cualquier aspecto requiere de segundas lecturas, de referencias a capítulos perdidos en la memoria o una línea de diálogo en un momento disperso. No sería la primera vez que me meto en lugares en los que termino por perderme y regreso a casa con la cola entre las piernas.
Mi sorpresa (y calculo que la de muchas personas) fue encontrarme un producto que bebía de la trilogía más actual, con una acción y unos planos dinámicos que rompían con la idiosincrasia de la serie, siempre caracterizada (como si de vulcanos se trataran) de una lógica y un ritmo pausado que dejaba la actividad frenética en un segundo plano: diálogo, política y exploración eran el músculo de la Flota Estelar y, por ende, de la serie. Y, sin duda, en Discovery encontramos esos elementos tan distintivos, pero el argumento nos empuja a una movilidad en la trama que la convierte en heredera directa de las dos primeras películas de J.J. Abrams.
Sin destripar el argumento, en esta nueva serie se hacen evidentes las influencias del mundo actual a través de pequeñas subtramas en las que se tocan todo tipo de temáticas: ecologismo, pacifismo (nada nuevo, por otro lado), identidad sexual, filosofía, ciencia… el espectro es amplio y está resuelto de un modo acertado, aunque mejorable. El dinamismo consigue que en ningún momento la trama se ralentice o se haga pesada, pues cuando no estamos en momentos de acción se explora la personalidad de los personajes, dotándolos de profundidad y motivaciones propias que consiguen la empatía del espectador. En definitiva, son 15 capítulos en los que predomina el ambiente bélico mezclado con el drama, en un equilibrio elegante que no chirría y que se retroalimentan de una manera eficaz. Y aunque el guión es fluido y continúa una historia a lo largo de la temporada, también tienen cabida algunos episodios auto conclusivos que tanto caracterizan a la franquicia.
Llegados a este punto, me pregunto: ¿soy ahora un trekkie? ¿Puedo serlo sin explotar porque soy fan acérrimo de Star Wars? ¿Me convertiré en un agujero negro?
He de confesar que después de terminar la serie me apeteció mucho ver el resto, aún a sabiendas de tener por delante más de ¡500! horas de metraje. En realidad, la cifra haría pensárselo dos veces a cualquiera, pero la picadura de este vasto universo por explorar se extendió y rápidamente empecé con ’Star Trek: Enterprise’ (de la que, por cierto, hay alguna que otra referencia en ’Discovery’); eso sí, con la pausa, el análisis y la tranquilidad que ha de tener cualquier capitán o almirante de la Flota Estelar. Y en ello sigo.
Larga vida y prosperidad.